Por Luis Breull, académico UC y crítico de medios Junio 19, 2013

Si se considera el volátil escenario de ratings de los programas políticos, nada permite proyectar una asistencia masiva de votantes a estas primarias del 30 de junio.

Son como un matrimonio en crisis. La mayoría del tiempo se distancian, pelean, no se toleran; pero tampoco renuncian a probar de vez en cuando un juego de seducción. Le llaman “romper la rutina”. Aunque la historia al final se repite: las piezas nunca terminan de encajar y no hay feeling. Algo de eso pasa con la televisión abierta y los programas políticos. Pese a la dependencia recíproca entre democracias sanas y sistemas de medios alertas con ciudadanos informados, estos contenidos en la pantalla local se alejan irremediablemente de una televisión abierta entregada casi por completo a la entretención.

 Sólo en contadas excepciones los programas de actualidad política o de corte electoral han marcado hitos en las últimas décadas. Como en 1988, cuando Canal 13 hizo historia con “el dedo” de Ricardo Lagos en De Cara al País, al mismo tiempo que TVN se la jugaba por emitir José Piñera con los jóvenes, una prédica paternalista de la que ni siquiera se conservan sus ratings. Cosa rara entonces lo sucedido hace unos días con el ciclo de debates de las primarias en Canal 13/CNN Chile, donde el debut marcó 20.7 puntos de rating hogar y el segundo, 13.2 puntos. Cifras que dejan contentos a sus realizadores y a los comandos de los candidatos (más a la oposición que al oficialismo), pero que esconden un fenómeno social preocupante: el desinterés mayoritario del mundo popular o segmento D por seguir esta previa de la presidencial 2013.

Una de las consecuencias de la irrupción de la telerrealidad y la hibridación de géneros y formatos en la televisión mundial desde el año 2000 -y Chile no escapó a ello- es la pérdida de valor relativo de la información periodística dura, como diagnostica el sociólogo francés Gérard Imbert en El Zoo Visual. La hipervisibilidad de contenidos destinados a impactar y entretener, desde el pie forzado del infoespectáculo, terminó imponiendo en la pantalla un periodismo licuado que relegó la actualidad política a la categoría de paria. Un espacio que ha sido incapaz de renovar sus códigos de tratamiento informativo para acercar de modo más amplio y amable el mundo del poder, las élites y los asuntos públicos a los ciudadanos comunes. Ergo, un eje informativo que hace diez años podía representar el 15% de la agenda de los noticiarios, el 2012 no superó en promedio el 5%.

El primer debate de Canal 13/CNN Chile, con los presidenciables de la Nueva Mayoría, en promedio fue seguido minuto a minuto por medio millón de personas y tuvo un alcance o fue visto al menos un minuto por un millón 500 mil. Lo que parece promisorio esconde una alta concentración en los estratos ABC1, C2 y C3, al tiempo que sólo uno de cada diez hogares y/o individuos del mundo popular o D que estaban consumiendo TV en ese horario prefirió verlo. Socias en TVN, El Barco en Mega y Hazme Reír en CHV duplicaron o triplicaron lo obtenido por Canal 13 en este segmento. El debate entre Allamand-Longueira obtuvo cerca de un tercio menos de audiencia general.

Al repasar la exposición de presidenciables en programas de conversación, entrevistas, noticiarios y debates se comprueba la regla general: escasos ratings, rechazo masivo a los contenidos complejos y elitización de los públicos por fuga de los segmentos populares. Todo sumado a una mínima creatividad a la hora de enfrentar las estrategias discursivas de campaña y las presiones de los comandos. Se consolida así una pantalla que tiende a la homologación pasivo/receptiva más que a la diferenciación proactiva de ofertas, propuestas de campaña o sueños de país. No escapan a esta tendencia de bajos ratings espacios como Estado Nacional (3.4 puntos), Frente Al Espejo (6.9), El Informante (7.4), Tolerancia Cero (7.7) y -algo mejor- Protagonistas 13-Teletrece (12.8).

LOS SÍNTOMAS DEL ENFERMO

Desde fines de la década de los 90, la encuesta CEP viene constatando que de cada diez ciudadanos sólo uno suele estar interesado por informarse sobre temas políticos y sigue estos programas en televisión. Cifra coincidente con los datos históricos de los espacios políticos que han tenido cabida en la industria local desde el retorno a la democracia, donde se acumulan más fracasos que éxitos, bordeando el 10% de share o encendidos. Hoy en día los grados de tolerancia hacia estos formatos de actualidad política, debate o foros electorales decrece, en igual medida que aumentan las amenazas al negocio de la pantalla abierta, sobre todo desde la TV paga y las nuevas plataformas.

De este modo se ha ido afianzando la homologación de franjas, contenidos y estilos de cobertura en los canales de TV abierta, desincentivando lo político. Opciones que encierran su alivio y condena al mismo tiempo, cuyo precio es la fragmentación y fuga creciente de públicos (en especial los de mayor interés de los avisadores). Así, en la última década su pantalla perdió un 24% de su audiencia promedio anual, y desde el 2008 la plataforma de pago duplicó sus índices. Y entre enero-junio de este año, comparado con igual lapso del año anterior, se registra una caída general de 1% en el prime time de la TV abierta, versus un alza de 30% en la opción de pago.

 Y mientras la inversión publicitaria 2012 de la industria televisiva abierta cayó (-2,8%), la TV de pago creció (+17,7%). Además, durante el primer trimestre del 2013 tres de los canales masivos -TVN, Mega y CHV- registraron pérdidas que suman $5.597 millones. Aunque falta todavía conocer la FECU de Canal 13, se especula que reportará utilidades por más de $1.700 millones.

 Si se considera el volátil escenario de ratings de los programas políticos, nada permite proyectar una asistencia masiva de votantes a estas primarias del 30 de junio. Y si se suma la reconfiguración de públicos de la TV abierta y la de pago en las franjas prime time y de noticiarios centrales, tampoco es esperable que sucesivos debates concentren índices de audiencia como los ya vistos. La excepción quizá esté en la o las confrontaciones presidenciales ad portas de la elección de noviembre, si es que los candidatos se arriesgan a perder más que a sumar. Recordemos que el debate de la segunda vuelta presidencial 2010 tuvo más de 51 puntos de rating y fue emitido en cadena… ¿Se repetirán estas cifras en noviembre? Difícil, de no haber cadena nacional.

Relacionados