Por Nicolás Alonso Febrero 14, 2013

Federico Valdés está entusiasmado. Desde que el año pasado dejó su cargo como presidente de Azul Azul, ha concentrado la mayor parte de sus energías en un rubro, en estos tiempos, tan agitado como el fútbol: la educación universitaria. Tras un 2012 en donde la Universidad del Desarrollo -fundada en 1990  por  Ernesto Silva, Carlos Alberto Délano, Carlos Eugenio Lavín, Joaquín Lavín, Cristián Larroulet, Hernán Büchi y el propio Valdés- estuvo bajo sospecha, sobre todo luego de ser mencionada por la comisión investigadora de la Cámara de Diputados dentro de una lista de siete universidades que lucran en el país, hoy Valdés tiene motivos para sonreír: este año la UDD hará una inversión de cerca de US$ 58 millones, el mayor proyecto desde que él está al mando.

Se trata de la construcción de un nuevo campus para la Facultad de Medicina, que tendrá un tamaño de cerca de 20 mil metros y albergará a todas las carreras relacionadas con la salud. Además, dice Valdés, va a contar con algo que no tienen las otras universidades privadas: un instituto de ciencias dedicado totalmente a la investigación. Una obra enorme que, según él, tiene una motivación clara: aumentar el prestigio de la UDD.

Asimismo, acaban de terminar de construir un edificio de posgrados que costó US$14 millones, el cual será inaugurado este 2013. En medio de este buen momento, el rector de la UDD reconoce que el primer año y medio a cargo de la universidad, luego de la repentina muerte de Ernesto Silva en 2011, ha sido arduo. Sobre todo desde que la palabra “lucro” empezó a ser asociada a su plantel.

-¿Cuánto afectaron a la UDD los cuestionamientos del año pasado?

-Lo que ocurrió en 2012 afecta a todas las universidades privadas, claro que en menor medida a aquellas que tienen un prestigio, pero termina por dañarlas a todas. Se ha puesto en duda el aporte que las privadas han hecho,  al país, que es gigantesco. Se ha tratado en ocasiones de establecer una diferencia entre tradicionales, que serían buenas, y privadas, que serían menos buenas, lo que dista mucho de ser la realidad. Todos los que conocen el sistema universitario chileno saben que hay tradicionales buenas y malas, y privadas buenas y malas. Por algo si uno mira lo que ocurre en los rankings de percepción, o la forma en que postulan los alumnos año tras año al sistema universitario, entre las ocho primeras hay cuatro privadas.

-En la comisión de la Cámara de Diputados, la UDD fue mencionada dentro de aquellos planteles que eran investigados por tener fines de lucro. ¿Cómo los afectó ese proceso?

-Es de público conocimiento que la UDD fue incluida entre aquellas universidades que fueron cuestionadas por la comisión, instancia que ni siquiera fue capaz de conseguir una mayoría entre sus pares. No hay que olvidar que el resultado de esa investigación fue de una falta de pulcritud que llegaba a dar vergüenza. Pero bueno,  ellos pusieron a la UDD en una lista de universidades que denunciaron al fiscal nacional. Ahora, no es ningún misterio que a lo que apuntan es a tratar de dañar la imagen de los fundadores de la universidad que hoy son ministros del gobierno del presidente Piñera.

-¿Lo considera entonces un tema político?

-Por supuesto. De hecho en algún momento un diario publicó que algunos hijos de ciertos integrantes de esa comisión son alumnos de esta universidad. Entonces, claramente no había un cuestionamiento a la calidad, sino una intención política de producir daño a una institución que ha hecho muy bien las cosas a lo largo de sus 23 años.

-¿Hoy está tranquilo con el proyecto de la UDD? ¿Es diferente a los modelos que se destaparon de universidades con problemas en su estructura?

-Aquí ha habido dos líneas de investigación: una se refiere a las acreditaciones y las irregularidades que hubo en la CNA, donde nadie nos ha cuestionado en lo absoluto. Después se cuestionó en forma injusta a las universidades que tienen alguna transacción con empresas relacionadas. Lo que nosotros sostenemos es que aunque la ley no lo establece así, porque no se ha reglamentado, las transacciones con empresas relacionadas, cuando son hechas a precio de mercado, no son objetables. Lo que sería objetable es una transacción hecha a un precio distinto al que pagaría el mercado. Porque ahí podría eventualmente haber la intención de querer desviar recursos de la universidad.

 

“Es muy difícil medir la calidad”

-¿Cómo se comprueba la excelencia cuando los mismos instrumentos de medición, como la acreditación o el Examen Médico Nacional, son cuestionados?

-Tanto la acreditación como los rankings son formas imperfectas de tratar de medir algo muy difícil de medir. Es muy complicado medir la calidad de una universidad. No es difícil saber qué universidad es de calidad y cuál no, pero saber cuál tiene 94 puntos y cuál 55 en un ranking de calidad es bien difícil. Lo que de verdad importa es cuál es el desempeño de los profesionales que salen de las universidades. Y a los nuestros les va muy bien.

-¿Y cómo se mide eso? ¿Empleabilidad y sueldo al quinto año de egresado?

-En esas mediciones nos va muy bien: el 95% de nuestros alumnos encuentran trabajo antes de los seis meses de haber egresado, y de esos, el 80% trabaja en lo que estudió. Dicho eso, uno no puede desacreditar todo el trabajo que hizo la CNA a lo largo de años porque hubo un presidente acusado de malas prácticas. No se puede dejar de considerar el valor del Examen Médico Nacional porque hubo alguien que filtró preguntas intencionalmente. La persona que lo hizo no quería que se siguiera tomando el examen. Si lo que hubiese querido es que le fuera bien, no lo hubiera hecho circular por internet. Éste fue un ataque al instrumento, y por lo tanto yo no buscaría entre las universidades a las que mejor nos iba al culpable.

-¿Y por qué alguien querría acabar con las mediciones de calidad?

-Sin duda a muchos en el sistema tradicional no les gustan las comparaciones, porque durante muchos años no las tuvieron y es más cómodo y fácil mantener el prestigio y pedir recursos sin tener que competir por eso. Pero eso es malo para el país.

-¿Y cómo podrían competir en igualdad de condiciones universidades como la Usach y U. de Playa Ancha, que tienen estudiantes de menos recursos y mensualidades más bajas?

-De partida, las tradicionales reciben recursos que nosotros no recibimos. Se les otorga todos los años una cierta cantidad de recursos por criterios históricos que no tienen nada que ver con el desempeño ni la calidad. En ese sentido las privadas están en peor condición para competir. Dependemos mucho más de los aranceles y de la eficiencia que alcancemos.

-¿Entonces por qué hay tradicionales complicadas, con retrasos en los sueldos a los profesores?

-Las razones son múltiples, y una de ellas sin dudas es la capacidad de gestión. Hay un número importante de universidades tradicionales que no dan el ancho. Ésa es la verdad. Cuando se habla de tradicionales la gente piensa en la U. de Chile, la UC o la U. de Concepción, que son universidades que tienen una tradición, un prestigio y una potencia que hay que reconocer. Pero hay otras que no se parecen en nada a ellas.

 

“El país debe tomar una decisión”

-¿Qué se hace con casos como el de la U. del Mar, donde todos se lavan las manos, y el resto del sistema debe recibir a 18 mil alumnos?

-No existe una varita mágica con la que uno pueda hacer que todas las universidades en  Chile sean buenas: vamos a tener universidades buenas, medianas y menos buenas.

-La justificación para el colapso es que aceptaban alumnos que nadie más quería, con mal puntaje PSU y en un sistema de pago que dividía un año en dos. ¿Qué pasa con esos estudiantes?

-El país debe tomar una decisión: ¿Qué cobertura de educación universitaria quiere? Porque durante muchos años el eslogan de la izquierda era “Universidad para todos”. Y parecía una utopía, pero resulta que con la legislación introducida en el año 80 se consiguió algo bastante similar. La cobertura se multiplicó varias veces. Ahora, uno no puede pretender, sobre todo si tiene un sistema escolar mediocre, que todos los que llegan a la universidad lleguen preparados. Hay alumnos de 380 puntos, de 400 puntos, de 450 puntos, y uno no puede pretender hacer ingenieros de ellos.

-¿Cree que la PSU mide cuán inteligente es un joven para que éste entre a la universidad?

-No, la PSU lo que mide son conocimientos  y  refleja lo que ocurre en el sistema escolar. Lo que hay que hacer es resolver los problemas del sistema escolar y no echarles la culpa a las universidades de que quieren a los mejores alumnos. Eso es normal. Y los buenos alumnos quieren estar con otros buenos alumnos en la sala de clases. En todo el mundo las buenas universidades terminan teniendo alumnos bastante homogéneos.

-¿Qué piensa de la inexistencia de tope para los aranceles, que suben anualmente, con carreras en que no se recupera hasta en 15 años la inversión?

-El problema de las privadas es que tenemos que financiar toda nuestra actividad con los aranceles. Concursamos por recursos para investigación y nos ganamos una cantidad importante, pero otra parte importante de la investigación, de la extensión, y de lo que hacemos en posgrados, se financia con los aranceles de pregrado.

-¿La investigación y la extensión son la forma de certificar la calidad?

-Para tener un cierto nivel de calidad y de excelencia, una universidad tiene que realizar actividades que van bastante más allá de hacer buenas clases en el pregrado, que es lo esencial. Pero universidades como la UDD, que nos definimos como universidad con interés en el mundo de la investigación y que publicamos hace muchos años una cantidad importante de papers, necesitamos recursos para pagarles a esos investigadores. Como no tenemos recursos del fisco para eso, tenemos que tener aranceles que nos permitan financiar esas actividades.

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