Por Nicolás Alonso Octubre 4, 2012

© Héctor Andrade

 

Los peñis hacen un círculo sobre la tierra arrasada por el fuego. Son casi una docena y son los hombres fuertes de la Guañaco Millao, una de las comunidades mapuches más numerosas de Ercilla, con alrededor de 90 familias, ubicada en medio de la zona roja del conflicto. Esa mañana, de miradas serias y rostros perturbados, discuten cuáles serán las represalias a la afrenta más grave que han sufrido como comunidad, cuando el martes 25 una decena de presuntos mapuches radicales prendieron fuego a las dos casas del lonco Juan Carlos Curinao, autoridad ancestral de la zona, luego de expulsar a su mujer y a su hija menor. Un ultraje que, dentro de la cultura mapuche, constituye una ofensa imperdonable. Y se paga caro.

Dicen estar seguros de quiénes son los culpables: la comunidad Autónoma Temucuicui, un colectivo de mapuches mayormente jóvenes considerados de los más radicales de la lucha mapuche. Los peñis observan las maderas quemadas de las casas del lonco, que él mismo construyó completamente de madera nativa y que hoy avalúa en 80 millones, y guardan absoluto silencio. Ahora que las casas ya no existen, el terreno es la desolada imagen de un montón de trastos quemados. Al medio, las dos carpas amarillas, su nueva vivienda.

El lonco, con un semblante abatido que representa mucho más que sus 56 años, repite lo mismo una y otra vez, frente a hombres de rostro incendiado: “Nehuén (fuerza) peñis, hay que salir adelante. Vamos a ir muy duro contra esta gente. Ahora hay que ser fuertes, nuestros pensamientos no pueden cambiar por unos pocos violentos”.

En circunstancias normales, la “justicia mapuche” -que significaría, como mínimo, expulsar del territorio a los atacantes- correría inmediatamente, y eso es lo que exigen los miembros de la comunidad. Pero si ahora Curinao -una autoridad históricamente del ala dura del conflicto, vocero de la huelga de hambre de la Coordinadora Arauco Malleco en 2010, y con decenas de tomas de fundos encima- pide calma, es porque está convencido de que lo que está en juego es importante.

“En la historia, el pueblo mapuche siempre parlamentó. Todos los loncos dialogaron con distintos gobiernos, y yo tengo derecho a hacerlo”, dice Curinao, quien fue elegido presidente de la ADI por los demás loncos. “Lo de esta gente no es lucha. Aquí se les perdió el camino hace tiempo. Esto es vandalismo”.

Lo que podría perderse con una rencilla entre comunidades es la propuesta que el gobierno les extendió a las comunidades mapuches de Ercilla y que 37 de éstas, de un total de 42, firmaron el 29 de agosto: la conformación de un Área de Desarrollo Indígena (ADI) en la zona, compuesta por la mitad de mapuches y mitad de autoridades de gobierno, y presidida por el lonco Juan Carlos Curinao. Un organismo contemplado en la Ley Indígena que a partir de la próxima semana, cuando el gobierno la promulgue con un decreto supremo, decidirá las políticas públicas dentro del territorio mapuche.

Pero la propuesta, que cuenta con el respaldo del 90% de las familias mapuches de Ercilla -en total, viven unos 4.300 nativos en la zona-, le ha significado a Curinao ser acusado de “vendido” por algunas de las comunidades que se mantuvieron al margen, entre ellas la Autónoma de Temucuicui, de donde él dice haber recibido amenazas previas al atentado, instándolo a que cancelara cualquier diálogo.

“En la historia, el pueblo mapuche siempre parlamentó. Todos los loncos dialogaron con distintos gobiernos, y yo tengo derecho a hacerlo. Tenemos que tender puentes”, dice Curinao, quien fue elegido presidente de la ADI por los demás loncos. “Lo de esta gente no es lucha. Aquí se les perdió el camino hace tiempo. Esto es vandalismo”.

Dice esas cosas, pero sabe que no le será fácil mantener tranquila a su gente frente a una ofensa que por ser él una autoridad tradicional, adquiere tintes casi religiosos. Menos cuando recuerda el momento en que se bajó de su camioneta luego de asistir a la inauguración de un centro médico en Ercilla, en la cual hubo protestas de jóvenes mapuches contra la ADI, y vio a su mujer y a su hija llorando en el suelo, con sus casas en llamas de fondo.

Cuando recuerda eso se le quiebra la voz y dice que también la culpa fue suya. No entiende por qué no hizo caso a los signos que en los días previos pudo leer en sueños.

 

La vía chilena

La idea de la ADI, dicen en el gobierno, surgió cuando se dieron cuenta de que estaban enfocando mal el conflicto. Reconocen que hasta hace poco lo habían visto como un problema de seguridad y pobreza, sin entender la dimensión cultural. Pero luego de dos años de fallidas políticas públicas entendieron que así no lograrían cesar la violencia en Ercilla. La creación de una ADI, como las que actualmente existen con escasos resultados en Bío- Bío, en Lago Budi y en Atacama, entre otras, apareció como la alternativa más lógica. Sin embargo, sabían que para que funcionara en Ercilla, la zona más violenta del conflicto, tendría que haber garantías diferentes.

Las conversaciones secretas con las comunidades empezaron en enero, pero se les dio urgencia luego del asesinato en Ercilla del sargento Hugo Albornoz, en abril de este año. Luego de llegar a algunos primeros puntos de acuerdo, la propuesta de una ADI en Ercilla se hizo en la cuenta pública del último 21 de mayo. Entonces comenzó un proceso  de autoconvocatorias de las comunidades indígenas, quienes luego de 15 reuniones le entregaron al gobernador, Eric Baumann, una contrapropuesta. Ésta decía que 31 comunidades mapuches -luego se unirían otras seis- aceptaban ser parte de la ADI, siempre y cuando, a diferencia de las otras existentes, en ésta el presidente fuera un lonco, Juan Carlos Curinao. El gobierno aceptó.

“El gobierno quiere zanjar quiénes son los buenos y quiénes los malos, y no se da cuenta de que pueden estar hipotecando la convivencia a futuro en un territorio”, asegura el sacerdote jesuita Fernando Díaz. “Convierten a Curinao en un botín del conflicto. Curinao es la víctima sacrificial, que va a pagar las culpas de todos cuando las cosas no resulten”.

Dentro del Ministerio de Desarrollo Social ven este acuerdo como un primer paso histórico. “El ADI es la vía chilena hacia la solución del conflicto en La Araucanía, así como Australia, Nueva Zelanda y Canadá encontraron su camino”, dice el ministro Joaquín Lavín. “Permite que las comunidades se sienten y decidan conjuntamente con el gobierno las políticas públicas. Tiene que ver con que los mapuches se sientan protagonistas de su propio desarrollo”.

A partir de la próxima semana, la mesa de la ADI quedará conformada por cinco autoridades mapuches -entre ellas el militante PC Domingo Marileo-, 17 representantes de las comunidades, e igual número de autoridades de gobierno, mayormente Seremis. Se conformarán cuatro mesas de trabajo: tierra y agua; educación y cultura; desarrollo, y salud, las cuales trabajarán en una sede en la ciudad de Ercilla. La contraparte de Curinao en la mesa será el gobernador Baumann.

Entre las medidas que ya están negociadas con los indígenas está la entrega de 800 hectáreas de tierra antes de fin de año, asesoría técnica e inversión en emprendimientos, aparte de un programa para que cinco mil mapuches terminen cuarto medio de aquí a 2013. Según Curinao, también se ha hablado de 4 mil millones de pesos en presupuesto para compra de tierras mapuches a futuro, y de becas para estudios universitarios y un liceo de excelencia.

Además, ya se está trabajando para crear otra ADI similar en la zona de Arauco, la segunda en la escala de conflictos. Si ambas logran consolidarse, el gobierno está debatiendo la creación de un gran parlamento mapuche, y cupos para concejales mapuches en la zona. Jorge Retamal, director de Conadi, asegura que este es el nacimiento de una nueva forma de trabajo con los indígenas. “Acá han aparecido muchas comunidades que jamás fueron escuchadas, porque sólo se escuchaba a las más radicales. Hemos cambiado el paradigma: en vez de dividir estamos llamando a trabajar a todos juntos”, asegura. “Es gente que no tenía voz, y que estaba desde hace años esperando una solución. Los más radicales quedan fuera de todo esto”.

La batalla del lonco Curinao

 

A pesar del entusiasmo del gobierno, muchos ven con escepticismo el posible funcionamiento de la mesa dentro del área más violenta del conflicto mapuche, con mayor miseria -4 de cada 10 comuneros está bajo la línea de pobreza- y menor escolaridad, con apenas 7 años promedio entre los indígenas. El sacerdote jesuita Fernando Díaz, histórico mediador del conflicto, cree que el proceso sólo va a generar mayor división entre los mapuches, ya que el gobierno no hace un esfuerzo real por llegar a todas las comunidades. “El gobierno quiere zanjar quiénes son los buenos y quiénes los malos, y no se da cuenta de que pueden estar hipotecando la convivencia a futuro en un territorio”, asegura. “Convierten a Curinao en un botín del conflicto. Curinao es la víctima sacrificial, que va a pagar las culpas de todos cuando las cosas no resulten”.

Una de las primeras medidas, la entrega la semana pasada de $50 millones para emprendimientos en las comunidades de la futura ADI, ya generó ruido entre los mapuches que no están de acuerdo con el proceso.

Mientras la madrugada del martes pasado la esposa de Juan Carlos Curinao estaba en el suelo con su nieto en los brazos, antes de saber que todas sus posesiones arderían en el fuego, sólo escuchó una pregunta, reiterada rabiosamente.

-¡¿Dónde están los 50 millones?!

 

El presidente mapuche

Curinao se sienta en un tronco, en medio de los verdísimos predios de su comunidad, y dice que de todo esto hay una tristeza que no puede sobrellevar. Es el hecho de tener custodia de carabineros -puesta luego del atentado, junto a la promesa del ministro Lavín de restituirle su casa-, la misma institución que le dio una golpiza a su hijo hace pocos años. Pero sabe que son cosas que implica su nueva posición de poder dentro del mundo mapuche.

Porque muchos mapuches jóvenes no entienden el giro de Curinao, un lonco que fue segundo hombre a bordo de la Alianza Territorial, histórica agrupación de Ercilla que luchó por tierras en la década pasada. Que se enfrentó a carabineros en decenas de ocasiones con su chueca en la mano, y hace tres años viajó a Santiago para tratarse los perdigones incrustados en las piernas al intentar recuperar el cuerpo del comunero muerto por una bala de la policía Jaime Mendoza Collío. Y también que fue vocero de la huelga de hambre de la CAM. Hoy dice respecto a los cuatro comuneros de Ercilla en huelga de hambre: “Me llaman a solidarizar con ellos, pero con lo que está pasando, ya no me da. Ellos fueron violentos, no tuvieron una buena doctrina, ni les preguntaron a los loncos”.

“Hay un quiebre entre el mundo tradicional, de los lonkos, que siempre han sido dialogantes, y una juventud radicalizada. La gente común y corriente de las comunidades no están pensando en la liberación del Bío-Bío Sur. Están pensando en mejorar su condición de vida que es horrible”, asegura el periodista Pedro Cayuqueo.

Él dice haberse cansado de tanta violencia, y también que no quiere a ningún anarquista más dentro de los mapuches. Dice además que los mártires fueron víctimas de la injusticia, pero también de una falta de liderazgo totaldentro de los mapuches, y de la presencia de organizaciones externas en la zona, que influyen en los jóvenes y “los echan a la parrilla”. Ahora siente que al fin las 37 comunidades de la ADI están retomando el camino del diálogo, que no se debió perder. Por eso, asegura, está dispuesto a morir si es necesario. “No tengo miedo de morir en manos de mapuches. Moriré por cosas que le hagan bien al pueblo”, dice Curinao. “Yo creo que el hombre que hace buenas cosas deja huella y deja historia. Por eso la violencia no me puede cambiar el pensamiento”.

La fuente de su fortaleza, dice, es la premonición que una machi le hizo hace ocho años en un guillatún, cuando le dijo que él iba a liderar a muchos pueblos e iba a hacer grandes cosas. Curinao es uno de los loncos con mayor vocación espiritual en la zona, y por ser de los pocos que hablan mapudungún a la perfección, también puede oficiar ceremonias religiosas. Cuenta que antes también tuvo otra profecía, cuando sólo tenía seis años y una machi le dijo que le había entrado un don, una iluminación, y que no iba a ser un mapuche común y corriente. Juan Carlos piensa mucho en esas cosas mientras trata de entender todo lo que le sucede por estos días.

Pedro Cayuqueo, fundador de dos periódicos mapuches y autor del libro Sólo por ser indios, cree que el gran logro del gobierno fue haber convencido a uno de los loncos más importantes del país de colaborar con ellos, y no a un lonco cualquiera de derecha. Pero asegura que la gran dificultad va a ser lidiar con una juventud ideologizada y desencantada que no responde a los patrones culturales mapuches. Más aun en una zona como Ercilla, que califica como “La Legua” del mundo mapuche, la única donde ha visto tanto alcohol y hasta pasta base. “Hay un quiebre entre el mundo tradicional, de los loncos, que siempre han sido dialogantes, y una juventud radicalizada. La gente común y corriente de las comunidades no está pensando en la liberación del Bío-Bío Sur. Están pensando en mejorar su condición de vida que es horrible”, asegura. “Si la ADI funciona, puede ser la solución para el conflicto mapuche en Ercilla, y la antesala para una solución a nivel nacional, un paso previo al autogobierno. Pero requiere señales del gobierno que ayuden a Curinao, como la devolución de una buena porción de tierras, o retirar las Fuerzas Especiales de las comunidades”.

Eduardo Mella, autor del libro Las razones del enojo y miembro del Centro de Investigación y Defensa Sur, donde asesoran penalmente a los mapuches, está convencido de que Curinao no podrá hacer nada por liderar a los mapuches. La razón, dice, es cultural. “La acumulación del poder en la cultura mapuche es a la inversa de la occidental, es mal vista. En la medida en que las comunidades mantengan su autonomía en la toma de decisiones, se puede mantener el equilibro”, asegura. “Que le otorguen tanto poder a Curinao va a generar conflicto”.

Cuando el lonco Curinao asistió, la semana pasada, a la inauguración del centro médico en Ercilla, su único propósito era entregarle al ministro Jaime Mañalich una carta en que se quejaba de las pésimas condiciones de salud de la zona. Esa vez, cuando vio al grupo de seis jóvenes encapuchados, todos bordeando los 15 años, que arremetió en el acto arrancando la bandera chilena y gritando consignas contra la ADI, lo sorprendió una cosa.

Traían panfletos en que a él lo llamaban “el traidor”.

La batalla del lonco Curinao

 

El mundo autónomo

Los caminos de tierra pedregosa obligan a la vieja camioneta Toyota del 92 a avanzar muy lento, y parece que se desarma en cada bache. Su conductor, un miembro de la comunidad Autónoma de Temucuicui, dice que “ese weón del Curinao es como una nube sin agua, anda siempre aquí y allá, con unos y con los otros”. No como ellos, que son los mapuches de la “lucha real”. También cuenta que tuvo que dejar el colegio en tercero básico, porque le daba vergüenza ir sin zapatos y con los pies embarrados. A la misma edad, Curinao andaba a caballo, y usaba los zapatos de cuero que le daba su abuelo lonco.

Al llegar hasta el fundo sale al paso el lonco de la comunidad, Víctor Queipul, quien casi no da entrevistas, porque está cansado de que lo indiquen como el malo dentro del mundo mapuche. Acaso también porque casi no sabe leer ni escribir. Los 12 comuneros, todos con querellas por ley antiterrorista, hacen un círculo, porque la entrevista tiene que ser con todos al mismo tiempo. En su comunidad las cosas se hacen de esa forma, o no se hacen. Uno manipula un cuchillo, dando forma a una rama. Todos miran muy serios.

“Yo creo que el mismo Curinao quemó su casa. Fue una movida con el gobierno, para culparnos y validar al lonco que eligieron. Eso lo hacen para encasillar a las cinco comunidades que no estamos de acuerdo como ‘los malos’. Así posicionan la mesa y nos dejan de lado”, explica indignado Queipul. “Esto es un plan del gobierno. ¿Qué es más fácil, construir otra casa o cumplir las demandas de las comunidades que históricamente luchan?”.

La comunidad autónoma es una escisión juvenil de la histórica Tradicional Temucuicui, de la cual se separaron a raíz de que los más viejos firmaron la paz social con la forestal Arauco a cambio de trabajo y beneficios. Por eso también desprecian a Curinao, porque éste transó con la misma forestal hace unos años un predio en disputa, a cambio de trabajo para su gente. Ellos no creen en esa vía, ni quieren los planes de desarrollo de ningún gobierno. Frente a la ADI, afirman que hasta que no les devuelvan sus tierras, no se sentarán en ninguna mesa.

“La acumulación del poder en la cultura mapuche es a la inversa de la occidental, es mal vista. En la medida en que las comunidades mantengan su autonomía en la toma de decisiones, se puede mantener el equilibro”, asegura el investigador  Eduardo Mella. “Que le otorguen tanto poder a Curinao va a generar conflicto”.

 

“La lucha de nuestra comunidad va más allá. Pasa por un reconocimiento constitucional del pueblo mapuche para ejercer nuestra autonomía. Nosotros queremos autogobierno, no asistencialismo”, dice Queipul. “Nosotros queremos tierras. Mis papás fueron opositores a educarme, para que no me transformara en huinca. Ellos decían que un mapuche tenía que vivir en la tierra, criando animales, sin ser mandado por nadie. Así vivo yo, y así viven los peñis. Acá no hay que andar buscando colegios”.

 

Curinao, en las antípodas de Queipul, sueña con un pueblo mapuche ilustrado y capaz de salir de la miseria de la vida rural. Y asegura que tiene a la gran mayoría a su favor. “Mi sueño es que haya emprendimientos para la gente joven, que digan: ‘Yo recibí tierra y sembré manzanas’, y que tengan tecnología de punta, con ingenieros”, dice, señalando a los jóvenes que se encuentran reunidos en su predio. “Quiero que mañana me digan: ‘Sabe, lonco, por sus políticas cuando formó la ADI yo soy doctor o abogado’”.

El lonco camina por sobre los restos carbonizados de su antigua vivienda y muestra con dolor dónde estaban las piezas, dónde la cocina. Recoge un pocillo chamuscado y cuenta que lo había usado en su último guillatún. Luego dice: “Me gustaría que hubiera en Ercilla un hotel cinco estrellas que sea manejado por los mismos mapuches, para recibir a gente que venga conocer la zona. Ése es el sueño”.

La idea no es suya. En los próximos meses el gobierno lo llevará a México a ver modelos de hoteles manejados por comunidades indígenas aztecas, para lo cual ya le están haciendo el pasaporte. Antes, Curinao viajará a Santiago para interponer una demanda judicial contra la comunidad Autónoma Temucuicui, y un recurso de protección. Lo va a ayudar gente de la ONU.

Mientras cuenta esas cosas, los jóvenes de su comunidad siguen mirando muy serios a su lonco. Acaso esperan la hora de la justicia mapuche.

Relacionados