Por Emilio Maldonado Abril 26, 2012

Fue un tercio de todo lo que tenía y lo que tenía no era poco. En 1998 Ted Turner, el dueño de CNN, anunció que donaría mil millones de dólares a las Naciones Unidas, llenando portadas en diarios de todo el mundo. El tejano pasó de ser un vaquero rebelde a héroe del pueblo. “Eso fue criticado, pero al mismo tiempo fue imitado por otros billonarios, como Bill Gates o Warren Buffett”, explica Matthew Bishop, director jefe del The Economist en Nueva York. Para Bishop, coautor del libro Filantrocapitalismo: cómo los ricos pueden cambiar el mundo, el gesto de Turner fue un hito que marcaría a toda una generación de benefactores: “Fue ahí cuando la filantropía comenzó a expandirse por el mundo, incluso por China, India y Latinoamérica, donde esta cultura de filantropía no existía. Fue el primer acercamiento totalmente mundial a esta práctica”.

Bishop llama a ésta la quinta ola de la filantropía. Sería la primera realmente mundial, fuertemente impulsada por personajes como Gates y Buffett, con su campaña del Giving Pledge, el compromiso de dar, en la que han buscado motivar a los millonarios de Estados Unidos a donar la mitad de su patrimonio. La lista ya ha sido firmada por gente como Mark Zuckerberg de Facebook y el actual alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg.

En Chile, mientras tanto, sí ha habido un aumento en las donaciones. De acuerdo al Ministerio de Desarrollo Social, luego de la entrada en vigencia de la Ley Cubillos, las donaciones aumentaron en un 33%. Las donaciones sociales en 2011 llegaron a más de $7.419 millones (en 2010 se donaron $2.662 millones). En otras áreas, como cultura, en 2010 la cifra fue de $18.076 millones,  superando por casi 8.000 millones la cantidad de 2009.

“Los hallazgos incluyen una aversión cultural a recibir reconocimiento público por donaciones en Chile”, comenta Matías Rivera en su investigación. Por diversas razones, las grandes fortunas prefieren las donaciones anónimas, lo que evita que se produzca un efecto de imitación.

En la época posterior al terremoto de febrero de 2010, se calcula que la mitad de las prestaciones fueron cubiertas por la sociedad civil.  “Esto permitió aliviar situaciones muy complejas”, dice Roberto Peralta, abogado experto en donaciones y asesor tanto de organizaciones solidarias como de empresarios filántropos. Peralta dice que en los últimos cinco años ha visto un cambio en la forma de participar que tienen los grandes empresarios en el país. “Los donantes quieren crear sus propias organizaciones y ellos quieren elegir los temas. Además, se están profesionalizando. Ya no tiran la plata a cualquier cosa”, dice Peralta, “Muchas veces prefieren apoyar cosas emergentes, cosas nuevas, cuando ven que algo ya es muy grande. Tienden a buscar una optimización del uso de donación”.

Esto va totalmente en línea con lo que plantea Bishop sobre el “filantrocapitalismo” en su libro: empresarios que no simplemente firman el cheque, sino que eligen con cuidado sus causas, esperando resultados, tal como lo hacen con sus inversiones. Sin embargo, entre Chile y Estados Unidos todavía hay diferencias abismantes. Según un estudio del ingeniero civil Matías Rivera, en el país se dona aproximadamente un 0,27% del PIB. En Estados Unidos, en cambio, la cifra es del 2%. De esa cantidad, el 73% corresponde a donaciones individuales. En Chile no hay datos sobre cuánto corresponde a personas naturales, pero se estima que la cifra es significativamente menor, lo que lleva a la segunda gran diferencia con Estados Unidos: no hay íconos, no hay personajes como Gates y Buffett, que entregan publicitadamente porcentajes relevantes de su patrimonio, marcando un camino, sirviendo de ejemplo.

En Chile, filántropos hay, pero faltan héroes.

¿Dónde están los rockefeller chilenos?

La gala en el hotel Marriott Marquis transcurría como se esperaba de un evento de caridad neoyorquino. La cena, bautizada Dare to Dream y auspiciada por Goldman Sachs, buscaba reconocer ideas innovadoras a nivel mundial. En el estrado desfilaban los premios, los videos y los discursos mostrando negocios y proyectos exitosos. Hasta que llegó el momento: el orador se acercó al micrófono y dijo: “ahora, lo que se acostumbra en estos eventos: es hora de financiar nuevos proyectos. Necesitamos reunir US$200 mil entre los presentes”.

Pero, en vez de pedir el llenado de un sobre con la cantidad que se donaría, como se acostumbra en Chile, el animador explicó otro modelo. A través de un mensaje de texto los presentes podían donar la cantidad que quisieran. Apenas treinta segundos después de la invitación, apareció en las pantallas del salón, y en una gran pantalla afuera del hotel en Times Square, el nombre de la primera donadora, la vicepresidenta de Ernst & Young, Maria Pinelli, daba US$25.000. El salón estallaba en aplausos y los mensajes se sucedían uno tras otro en las pantallas. En poco más de media hora la meta ya estaba cumplida.

Por su labor en la Teletón a nivel internacional, Mario Kreutzberger conoce de este tipo de eventos, tanto en Chile como en Estados Unidos. “Si se hace una cena filantrópica, te mandan una invitación que te ofrece pagar una mesa platinum, gold, silver, bronze o regular. Cuando entras, las mesas están destacadas con su color. Al entrar ya sabes quiénes son los grandes donantes de esa cena”, dice Kreutzberger, “aquí yo creo que eso sería mal visto”.

Para los expertos, esto no es un detalle: la cultura de hacer filantropía y recibir el reconocimiento público por ello parece ir en contra de las costumbres chilenas. “En Estados Unidos tú exhibes el éxito. Aquí es lo contrario: si eres exitoso, especialmente en el ámbito comercial, te escondes para que no moleste Impuestos Internos, tus amigos, o tus familiares”, dice Kreutzberger.

Latinoámerica y el Filantrocapitalismo

Matthew Bishop, director en jefe de The Economist en Nueva York y coautor del libro Filantrocapitalismo: cómo los ricos pueden cambiar el mundo (2008), cree que estamos en una quinta etapa de filantropía, y la primera global. Latinoamérica, aún rezagada, se terminará alineando al resto del mundo, en su opinión.

-Este filantrocapitalismo, ¿es una fase de la filantropía o algo que llega para quedarse?

-Creo que cada vez más veremos emprendedores tratando de ser más filántropos y, al mismo tiempo, intentando introducir técnicas empresariales en la filantropía. Adoptando las técnicas del capitalismo y de los inversionistas en la filantropía, para obtener mejores resultados en las obras que intentan emprender.

-¿Es el de EE.UU. el mejor sistema que conoce en filantropía?

-Aun cuando el modelo tiene sus fallas, es uno muy bueno. Porque se ha generado una cultura de que se espera que los ricos hagan filantropía. Es parte de la cultura que se ceda parte de las fortunas. No es algo que se vea en China o en Latinoamérica, donde las riquezas pasan de generación en generación. Acá no, sino que está implícito que el dinero debe fluir a la sociedad. A ello se suma que Estados Unidos tiene una tradición más larga en términos de empresas abiertas a la Bolsa y más diluidas, a diferencia de otros mercados donde aún están controladas por familias.

-El modelo actual que rige en América Latina, ¿cree que pueda integrarse a esta quinta era de la filantropía?

-Yo creo que sí. La riqueza de Latinoamérica está en manos de empresarios que se construyeron a sí mismos, y son por lo mismo reacios a donar parte de su fortuna. Ellos aún controlan las empresas y tienen una visión de hacer negocios distinta a la que se ve en otros mercados. Pero, con las nuevas generaciones que ya han estudiado en universidades de Estados Unidos o Europa, y con constante relación con sus pares a nivel global, creo que cuando tomen el control entenderán que la cultura global es otra, y que la filantropía es parte de ese mundo.

Se buscan héroes

Esta impresión es similar a la que se llevó Matías Rivera, quien entrevistó a diecisiete individuos de alto patrimonio en el país y a once expertos en donaciones buscando las razones de la diferencia entre Estados Unidos y Chile. “Los hallazgos incluyen una aversión cultural a recibir reconocimiento público por donaciones en Chile”, comenta. Ya sea por seguir al Evangelio -alguna vez Ricardo Claro destacó en un seminario el que la mano izquierda no debía saber lo que hacía la derecha-, por mantener una actitud sobria o por evitar una avalancha de peticiones, las grandes fortunas  prefieren las donaciones anónimas. El problema es que esto evita que se produzca un efecto contagio, como el que Bill Gates y Warren Buffett están buscando con su campaña. “Esto resalta la importancia que puede tener darle mayor visibilidad a las actividades filantrópicas en Chile”, explica Rivera en su investigación.

Pero mucho antes de Gates y Buffett, en Estados Unidos estuvieron Carnegie y Rockefeller a fines del siglo XIX. Ellos crearon esta cultura de benefactores. Ellos fueron los primeros héroes de la filantropía moderna. El primero, Andrew Carnegie, llegó a Estados Unidos desde Escocia a los 13 años, como un inmigrante cualquiera y terminó siendo dueño de la U.S. Steel, compañía acerera que existe hasta hoy. Sin embargo, a los 57 años decidió dedicarse a devolverle lo que sentía que Estados Unidos le había dado. Construyó cuatro mil bibliotecas públicas, creó un fondo de pensiones para los profesores universitarios e hizo donaciones a instituciones de educación superior. John D. Rockefeller, por su parte, donó la mitad de su fortuna al morirse y dedicó gran parte de sus últimos años de vida a la filantropía. “Esta cultura se generó básicamente por la respuesta de algunos líderes en esa sociedad, principalmente empresarios”, dice Mario Valdivia, empresario que estudió a fondo el tema mientras  fue fellow en la Universidad de Harvard. “Las preguntas de cuál va a ser mi legado y a qué obras voy a destinar mi fortuna son muy importantes y esto continúa hasta el día de hoy”, explica Valdivia.

Otra de las costumbres arraigadas en los multimillonarios estadounidenses es la donación de la mitad o la totalidad de la herencia a organizaciones sin fines de lucro. Bill Gates, de hecho, ya decidió dejarle a sus hijos “apenas” diez millones de dólares a cada uno. Cuando le preguntaron sobre esto, dijo que temía haberles arruinado la vida. Para él, eso era mucho.

En Chile, la ley sólo permite un cuarto de la herencia de libre disposición. El resto necesariamente va a la familia. Pero para Mario Valdivia, este porcentaje sería tremendamente relevante si es que efectivamente se usara en filantropía. “Muy poca gente lo usa para algo distinto que dejar todo a su familia”, dice Valdivia.

“Todavía existe la angustia de que si los hijos, los nietos y los bisnietos no les va bien no van a poder subsistir con el patrimonio que están dejando”, explica el abogado Roberto Peralta, “Yo creo que hay un afán proteccionista, paternalista, consentidor, que lleva a esta tendencia”.

“En Chile algunas familias empresarias están dando pasos importantes en filantropía, aunque aún estamos en el proceso inicial”, dice Mario Valdivia, “lo próximo es que algunos empresarios exitosos se involucren a mayor escala”.

Sin embargo, la historia demuestra que los patrimonios no se mantienen. De las cien empresas más importantes en Estados Unidos hace un siglo, sólo cuatro se mantienen en esa lista. “La mayoría de los patrimonios importantes, y esto está estudiado, no se traspasan de generación en generación, sino que se pierden en algún momento”, dice Valdivia. Por esto, él sugiere una alternativa: la creación de fundaciones familiares, acorde a la tradición de empresas familiares que existe en Latinoamérica. Uno de los casos más exitosos en este sentido es la Fundación Carvajal en Colombia, que, a 50 años de su creación, aún congrega a los descendientes del empresario Manuel Carvajal Valencia.

“En Chile algunas familias empresarias están dando pasos importantes en filantropía, aunque aún estamos en el proceso inicial”, dice Mario Valdivia, “lo próximo es que algunos empresarios exitosos se involucren a mayor escala, que digan ‘de mi patrimonio voy a destinar un porcentaje relevante a hacer cosas concretas que me preocupan en mi país’ y que lo asuman como su legado”.

Las leyes que pocos entienden

En 2003 se dictó una ley que trató de resolver los problemas en las donaciones a instituciones solidarias. Sin embargo, como alguna vez se le escuchó decir al ex presidente del directorio del Hogar de Cristo José Zabala, ésta fue como el beso de Judas. “Otorgó beneficios, pero puso tantas restricciones, castigos y cortapisas que la ley no operó sino hasta enero de 2009, cuando fue reformada”, explica el abogado Roberto Peralta.

El cuerpo legal ha ido cambiando constantemente año tras año, tratando de incluir a distintos sectores que buscan un mejor trato: la educación superior, la cultura, el deporte, la educación primaria y secundaria y las instituciones sociales. Aún no reciben beneficios tributarios ni las donaciones por medioambiente ni las que se hacen a iglesias, que en Estados Unidos son las dos principales áreas de filantropía.

Pese a esto, hoy la ley opera de mejor forma que en la década pasada. Se estima que su uso está creciendo en más de un 100% cada año, pero aún es compleja de utilizar. “Gente muy sofisticada, con mucha plata y muchos asesores tributarios no tiene idea de cómo sacarle el provecho adecuado al sistema”, dice Peralta.

Para esto, el Ministerio de Cultura y el de Hacienda trabajaron en una reforma al proyecto de ley que ya está en el Congreso y de la cual esperan novedades en los próximos meses. “Lo que se busca es destrabar la ley y hacerla más amigable”, dice el ministro Luciano Cruz-Coke, “hoy, en la práctica funciona bien para grandes empresas donantes para grandes proyectos”. La reforma apunta a pymes y personas naturales, quienes hoy no gozan de tantas facilidades.

Por su parte, Roberto Peralta está trabajando con la Comunidad de Organizaciones Solidarias para presentar una propuesta que unifique las normas, la cual harán pública en un seminario el 18 de junio. “El objetivo es tener una legislación clara, no discriminatoria y confiable”, dice Peralta.

Pese a que la ley importa, expertos como Mario Valdivia creen que el problema de fondo  va más allá. “En Chile puedes descontar impuestos que vas a pagar hasta el 50% de lo que has donado en ciertas áreas. Eso no existe en Estados Unidos”, dice Valdivia. Para él, el foco debe estar en otra parte: “Culturalmente no está en nuestra mente el que tenemos una responsabilidad con nuestra comunidad”.

El frente universitario

Históricamente, en el mundo la filantropía ha sido fuente fundamental de financiamiento de las universidades, a tal punto que la capacidad de atraer donaciones es una parte importante de la gestión de los presidentes y rectores de las instituciones. En Chile, en la última década, las universidades que más han recibido donaciones de privados han sido la Universidad Católica, la Universidad de los Andes y la Universidad de Chile. El año pasado, fue la UC la que encabezó la lista, en gran medida gracias a la donación de 14 millones de dólares por parte del grupo Angelini para la construcción y el desarrollo del Centro de Innovación Anacleto Angelini, que se inaugurará el próximo año.

El rector de la UC, Ignacio Sánchez, ha hecho de la profesionalización e institucionalización del proceso de fundraising una de sus prioridades. El rector cuenta que actualmente las donaciones de privados (en promedio, unos 8 millones de dólares) componen cerca del 2% de su presupuesto. La meta es llegar al nivel de las universidades de EE.UU., donde las donaciones constituyen entre el 8% y el 10%. 

Otros ejemplos recientes han sido los 6 millones de dólares aportados por el Grupo Luksic y Minera Pelambres para la creación del Centro de la Minería Andrónico Luksic y la contribución del Grupo Del Río para la construcción del edificio José Luis del Río Rondanelli, sede de la Escuela de Ingeniería de la UC, inaugurada en 2007. Todas, donaciones cuantiosas por familias o grupos económicos, en la línea del modelo anglosajón: aportes realizados públicamente en memoria de personas destacadas cuyo nombre bautiza las obras en cuestión. Sánchez reconoce el valor de las donaciones públicas para fijar ejemplos, pero agrega que hay un factor cultural que sigue motivando a muchos filántropos a hacer aportes de manera reservada. “Hay mucho temor a que cuando se publicita una donación aparezcan otras solicitudes, entonces muchas veces prefieren hacerlo silenciosamente”.

Como universidad, el gran desafío es apuntar además a otro cambio cultural: aumentar las donaciones de ex alumnos que no necesariamente son acaudalados, pero que, por gratitud y sentido de pertenencia, aportan en la medida de sus posibilidades.  “Hemos investigado y nos damos cuenta de que si comparamos con Estados Unidos, en Chile hay muy pocas personas, familias, empresas, grupos que donan. Y lo hacen en grandes sumas. El 80% de las donaciones de esta universidad -y debe ser similar en las demás-, está entre 10 y 15 personas o grupos. En EE.UU., el 80% está distribuido en miles de ex alumnos”. En Chile, comenta, hace falta generar esa “cultura de gratitud” que permita, por ejemplo, que con el aporte de los egresados puedan estudiar nuevos. “Todo cambio cultural toma tiempo, pero estamos avanzando”, dice. Por ejemplo, en la Escuela de Ingeniería, la generación recién egresada financia seis becas al año siguiente. 

Y si para los “pequeños donantes” la motivación es la gratitud y el sentido de pertenencia, en el caso de los grandes, dice Sánchez, se suman otros factores. “Como grupo económico me interesa tener buenos profesionales, que las universidades formen mejor a esos mismos profesionales que van a trabajar en las mismas empresas”, explica el rector. “Además, cuando tenemos universidades que crean nuevo conocimiento, la posibilidad de generar patentes, investigación de valor, es de la mayor relevancia. El Estado siempre tendrá fondos limitados, aunque esté haciendo su mejor esfuerzo. Pero si el sector privado puede apoyar buenos proyectos, podemos imitar lo que han hecho Corea o  Finlandia: decidieron invertir en educación, luego vino el desarrollo de la ciencia, luego las patentes, los emprendimientos y la generación de valor”.

Se buscan héroes

El héroe millonario

Era noviembre de 2008. Una época complicada para los empresarios chilenos. Para cualquier empresario. La crisis económica acababa de pasar por su peak. Sin embargo, Mario Valdivia los invitó a Boston, a la Universidad de Harvard para asistir a un seminario sobre filantropía. Invitó a 40 personas y llegaron 35. Álvaro Saieh, Nicolás Hurtado, varios de los hermanos Del Río, Leonardo Farkas, Claudio Engel, José Codner y Sergio Icaza estaban entre los participantes invitados. “Me impresionó que llegaran. Era un viaje largo para un seminario que duraba dos días. Para mí esto significaba que era un tema que les preocupaba”, dice Valdivia.

De acuerdo al Boston Consulting Group, en Chile existen 125 personas con patrimonios superiores a los cien millones de dólares. De ellos, muchos participan activamente en acciones filantrópicas. “Se observó un alto interés, el cual se reflejaba en su conocimiento del trabajo realizado por las instituciones que apoyaban y el nivel de detalles en sus respuestas”, explica Rivera.

“Dentro del desarrollo económico de Chile esto ha ido mejorando, pero creo que debería mejorar mucho más”, dice Mario Kreutzberger, “creo que tiene que ser parte del honor del éxito el poder contribuir, tener esta responsabilidad social vigente”.

Sin embargo, para los expertos todavía falta más, si consideramos casos de “héroes” internacionales: Bill Gates, por ejemplo, está hoy dedicado cien por ciento a su fundación que, entre otras cosas, busca erradicar la malaria. Otro caso célebre es el de Richard Branson. El inglés dueño de Virgin, durante su último paso por Chile declaró a Qué Pasa que ochenta por ciento de su tiempo lo dedica a sus proyectos sin fines de lucro. “Hoy las donaciones de privados a cultura representan menos del 10% de lo que destina el Estado en forma directa a esta materia, lo que dista enormemente de otros países”, dice el ministro Luciano Cruz-Coke.

“Dentro del desarrollo económico de Chile esto ha ido mejorando, pero creo que debería mejorar mucho más”, complementa Mario Kreutzberger, “creo que tiene que ser parte del honor del éxito el poder contribuir, tener esta responsabilidad social vigente”.

“Nos faltan líderes que den un paso importante, que se involucren con su tiempo, que es su recurso más valioso”, dice Mario Valdivia, “esto no es sólo un tema de recursos económicos: es también tiempo, gestión, conexiones, en resumen que aporten sus capacidades empresariales en obras de filantropía”.

Lo que marcó la filantropía en Estados Unidos fue gente como Rockefeller y Carnegie en el siglo XIX, que vieron más allá de la creación de empleos y de riquezas.  “Necesitamos personas exitosas  que miren la vida con una misión de mucho más largo plazo, con trascendencia, que quieran a su país, y que se den cuenta de que las necesidades de su familia están muy muy bien cubiertas hace rato”, concluye Mario Valdivia.

La evolución de la ley

Hasta 1998: En una lista de finalidades, el monto de la donación se podría rebajar como gasto del impuesto a la renta, ahorrando un 35%.

1989: Se dicta una ley que otorga beneficios adicionales para la educación superior, permitiendo ahorros de hasta un 60%.

1992: Se crea la Ley Valdés, que busca aplicar beneficios a la cultura, así como se hacía con las universidades e institutos profesionales. También se crearía una ley que amplía las ventajas a la educación municipal y subvencionada.

2001: Se dicta la Ley del Deporte, que extiende los beneficios a este campo. Sin embargo, áreas como pobreza y rehabilitación de drogas permanecen sin beneficios adicionales.

2003:Se dicta la Ley 19.885, que entrega beneficios a áreas como la pobreza, pero con restricciones. Debido a esto, los privados casi no hacen uso de ella.

2009: La Ley 19.885 se reforma y comienza su uso con crecimiento lento, pero progresivo.

2012: Se dicta la Ley Cubillos y se hace una reforma al cuerpo legal para facilitar su uso. A su vez, el Consejo Nacional de las Artes y de la Cultura y el Ministerio de Hacienda presentan en el congreso una nueva reforma a la ley de las donaciones culturales, que se encuentra en discusión.

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