Por María José López Abril 5, 2012

"No tengo recuerdos de ese día. Fue un blackout total. Según me explicaron los doctores lo que me pasó fue equivalente a haber estado amarrado a un tren y que una locomotora se estrellara contra él. Pero yo no sentí nada. No tuve angustia. Nunca supe de ese tren que se me venía encima y que me iba a atropellar.

Tuve una descompensación. Lo han dicho los médicos. No supe qué me pasó ni por qué me pasó. No hubo racionalidad para tomar las medidas de "ahora lo hago", o "cómo lo hago". Por eso no me siento tan culpable".

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Después de eso estuve dopado cerca de 10 días. Fue por los dolores. ¿Mi diagnóstico? Los doctores hablan de fracturas múltiples, y los más afectados han sido mi pierna derecha y mi brazo izquierdo. Me hicieron varias operaciones y puntos en muchas heridas. No es algo mayor. Y ninguna de las lesiones ha sido un impedimento, tampoco he tenido secuelas irreversibles. No estoy inválido ni imposibilitado de moverme bajo ningún punto de vista. Reconozco que tuve mucha suerte: al día 40 me fui de la clínica. De ahí salí en silla de ruedas, pero bien, sin yesos. Me dijeron que ser deportista me favoreció, que tenía buenos huesos y músculos. Tampoco me quedaron lesiones neurológicas: no he perdido la vista, ni el apetito y no he tenido daños neurobiológicos. Eso no quita que la recuperación sea difícil. Es muy difícil y lenta.

Los tiempos biológicos son mucho más relevantes que los del reloj y superiores a los objetivos que yo me proponga. No se pueden apurar. Aquí la recuperación la da la psicología humana, eso cuesta, porque los economistas estamos acostumbrados a seguir ciertos cronogramas, a guiarnos por el logro, la meta, el objetivo. En este caso las cosas no funcionan así. Me he dado cuenta de que el decantamiento y la cicatrización tienen un tiempo físico y un tiempo psicológico. Sobre la parte física, es verdad que he quedado muy bien, que no tengo efectos irreversibles. Pero la recuperación de una rodilla, de una rótula y los malestares y secuelas producto de la caída generan un sacrificio. Tengo poca movilidad. No puedo manejar. Me muevo a todos lados en taxi. Doy la sensación de normalidad, pero hay muchas cosas que no lo son. Mira mi cama clínica, no puedo sacarme los calcetines solo, tengo un hombro dormido. Vivo con un enfermero.

"Una de las empresas me recibió con carteles y tortas. Ese gesto me ha demostrado que todos tenemos una ventana, un ámbito de la vida que queremos abrir, y que corresponde a los sentimientos. Una ventana que muchas veces está cerrada. Bloqueada. Era mi caso. Pero ya la abrí".

Hay una cosa muy importante que rescato de esto: uno no puede pasar por encima de los designios de Dios. Para mí que soy creyente, eso está por encima de las voluntades humanas. Dios quiso que yo estuviera sano, lo que trae responsabilidades, compromisos y agradecimiento".

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"Mi entorno cercano ha permitido que mi aterrizaje al mundo normal sea rápido. Mi señora, por ejemplo, transformó el living en mi pieza, porque era el lugar más grande de la casa. Esos gestos ayudan a la rehabilitación. Porque en la recuperación hay mucho físico, pero también mucho de aquí (se toca la cabeza) y bastante de acá (se toca el pecho).

En este proceso hay tres etapas. La primera es física física, médica médica. Hay que reconstituirse y recuperar todos los órganos vitales y el orden mental. El segundo mes es de normalización, te vas alejando del mundo clínico y lentamente te vas incorporando al mundo real. Empiezas a darte cuenta de que el mundo sigue funcionando. Al tercer mes, me reintegré a varios directorios (lo es del SEP, Parque Arauco, EFE y GTD Manquehue, entre otros). En febrero comencé a participar por teléfono y en marzo lo hice físicamente.

Agradezco el recibimiento que me dieron. Me recibieron con aplausos. Fueron aplausos por mi espíritu, mi voluntad, por volver a la normalidad. En general en todos los directorios a los que he asistido he tenido un grado de receptividad humana más allá de lo protocolar, más allá de lo formal, una "wellcome" muy emotiva. Una de las empresas me recibió con carteles y tortas. Y eso que en las empresas rigen los números, las estadísticas. Ese gesto me ha demostrado que todos tenemos una ventana, un ámbito de la vida que queremos abrir, y que corresponde a los sentimientos. Una ventana que muchas veces está cerrada. Bloqueada. Era mi caso. Pero ya la abrí.

Soy una persona con más sentimientos. Así de sencillo. Me atrevo a decir "cómo estás tú". Y no responder "bien". He visto a muchos amigos con quienes no compartía más que en un matrimonio, en un bautizo o un funeral. Con ellos he tenido un diálogo, una conversación, una comunicación mucho más amplia que la que habría tenido antes. Cada uno se ha abierto, y hemos hablado más allá de la contingencia del fútbol y de Piñera. Me siento con las ganas, y con la permisividad de ir a unas 50 casas de amigos, tocar el timbre y quedarme a almorzar con ellos sin esperar una invitación de por medio. Rompí con esa pasividad que dan los años y por la cual te dejas de ver con tus amigos. Ya no quiero sólo relacionarme con ellos diciendo "oye bajó el Ipsa, bajó la acción". Se me ha abierto un nuevo espacio de conversación y de comunicación".

El sobreviviente

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"Mucha gente cree que cuando a uno le pasa algo importante, va a haber un cambio de actitud. En mi caso no creo que sea así. Esto no es como la caída de San Pablo, quien se convirtió al cristianismo porque se cayó del caballo. Yo sigo con el mismo temperamento, el mismo carácter, las mismas reacciones frente a hechos puntuales porque hay que entender que yo ya soy una persona madura, constituida. Pero ahora veo las cosas con mayor perspectiva. Y lo más importante: uno valora más la vida, porque la estuve perdiendo. Voy a la cosa más sustancial, por ejemplo, yo valoro el caminar. Sueño con caminar. Sé que lo voy a lograr, es cosa de días. Antes andaba con muletas, después con dos bastones… desde hoy sólo ando con uno. Son cambios progresivos relevantes.

Yo sentí un campanazo, una señal, que tiene que ver con mi religión católica. En mi casa tengo un par de imágenes de Cristo al lado mío. Tengo también un psiquiatra cercano y dos o tres amigos que son guías espirituales y han venido a verme. Pero eso no significa que yo tenga un aura de Dios o esté envuelto en una nube especial ni que tenga un mensaje para entregar al mundo. Tampoco podría decir que hoy día miro el cielo y veo la figura de Dios, aunque mi grado de fe es mayor. Aun así, no me es fácil describir mi relación con la muerte.

"Ha cambiado mi escala de valores: ha cambiado la relación que tengo con mis amigos, la relación conmigo mismo. Antes me guiaba por el protocolo. Eso ha sido una de las cosas más trascendentales que me han pasado".

Tengo una mirada distinta de la vida y uno quiere ser una mejor persona. Porque enfrenté este llamado de atención y luego tuve tres meses de reflexión. No volví a la vorágine de forma inmediata. Eso me dio la oportunidad de retrotraerme, de mirar las cosas en perspectiva…

Me ha llamado profundamente la atención la madurez de la gente. En vez de ver el lado triste y dramático de la situación, me preguntan "en qué te puedo ayudar". Nada más. Casi nadie me ha preguntado qué te pasó. Me han dicho que no sospechaban que una historia de esta naturaleza pudiera pasarme a mí. Porque yo soy una persona muy equilibrada. Y no soy para nada bipolar.

Agradezco la ausencia de morbo. De las 200 personas que me han venido a ver, una sola mujer me hizo una pregunta así: "Y por qué lo hiciste". O "qué consecuencias hay de lo que hiciste". Si no lo he conversado con mis amigos, menos lo voy a hablar con otra gente. Hay que tener un sentido de estética y de ética. Mis cercanos han tenido altura de miras, generosidad de espíritu, se han puesto en el escenario de que también les puede pasar a ellos. Porque en Chile la cantidad de gente con depresión es altísima. Y mucho más allá de lo que la gente reconoce. Me ha tocado una enormidad de casos que me han contado cosas personales que yo jamás habría sospechado. Lo han hecho también para decirme que no me sienta yo tan mal por tener, a lo mejor, depresión, porque hoy se está entendiendo de mejor manera. Está aceptándose en términos sociales".

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"En general, uno vive compitiendo con los otros. Competimos en mil cosas: en el tenis, en el fútbol, en las notas, el trabajo, por el patrimonio… en todo. Disimuladamente. Hoy tengo 60 años: a estas alturas de la vida las personas ya no andan compitiendo.

Han pasado tres meses, y en este tiempo he recibido visitas y llamados de muchas personas. De los obvios y de muchos que no esperaba. Incluso he tenido el apoyo de autoridades como Julio Dittborn, Felipe Larraín y del presidente Piñera. Él me llamó y fue a verme a la clínica.

Mi énfasis está ahora en el tema de las amistades, de priorizar lo importante de la vida. Ha cambiado mi escala de valores: ha cambiado la relación que tengo con mis amigos, la relación conmigo mismo. Antes me guiaba por el protocolo. Eso ha sido una de las cosas más trascendentales que me han pasado. He logrado una liberación y una comunicación con las personas mucho más allá de lo temporal, de lo material y de lo momentáneo. Ese es el cambio más maduro y más concreto que he experimentado. Y no lo quiero perder.

Estoy bien de ánimo, estoy bien de espíritu, estoy bien de físico, pero estoy en permanente lucha para lograr los espacios de autonomía y libertad, para volver a ser el mismo de antes".

Aldunate y la actualidad

- En marzo se lanzó el Sernac Financiero. En su discurso, Piñera dijo: "Quiero agradecer a una persona que tuvo la inspiración de este proyecto, Rafael Aldunate".

-Las palabras del presidente fueron un reconocimiento a un esfuerzo que hice a lo largo de las últimas dos campañas de Sebastián Piñera como candidato. Ahí señalé que había una debilidad enorme, una desprotección de la gente de menor ingreso. Manifesté que ellos estaban en desventaja con respecto a los acreedores o a las instituciones financieras y que la cancha estaba desnivelada. Y eso se mejoró ahora. Verdad que cateteé una enormidad.

-En la banca hay quienes creen que esto puede transformarse en una caza de brujas y que hay una especie de demonización al sector por el caso La Polar.

-Es cierto que hay un exceso de regulaciones y La Polar  lo exacerbó, porque lo peor es legislar en casos de crisis.

-Usted es presidente de la comisión económica de RN. ¿Cuál es su evaluación del gobierno?

-Una de las caretas de la corrupción es la ineficiencia. Y los gobiernos anteriores tuvieron una marcada ineficiencia con megacostos. Lo de EFE fue un descalabro mayor. No sólo por las pérdidas económicas, sino por el tiempo que nos ha costado volver a la normalidad.  Hoy no hay ningún escándalo público a las empresas del estado y cada peso de las 22 compañías del SEP -holding de empresas estatales del cual soy director- se maneja acuciosamente. Tenemos tanto que ordenar, que cuatro años son insuficientes para hacer cambios importantes.

-Usted además es director de varias empresas. En el empresariado hay quienes no aprueban la agenda social del gobierno. ¿Cuál es su visión de esas iniciativas?

-Yo aplaudo los proyectos, porque estamos en un país con muchas aspiraciones sociales, y el presidente está resolviendo eso.  Yo veo que la esencia del gobierno en lo trascendente ha mantenido su línea de economía de mercado.

-Y sobre el alza de impuestos. Hace un par de años usted dijo que "cada vez que se habla de aumentar la tributación se está hipotecando el futuro".

-No es lo ideal y es cierto que como concepción de derecha los impuestos no son bien vistos. Pero estamos hablando de un monto no mayor y va a ir básicamente hacia las empresas grandes que tienen recursos y flexibilidad para generar nuevos ingresos. Las empresas que se transan en la Bolsa pasan por un buen momento, de gran solvencia económica, y pueden enfrentar un alza de impuestos de 1% o 2% sin afectarles significativamente. Si eso va a provocar mayor tranquilidad y oportunidad social, bienvenido sea. Hay que pensar que esa inversión es para la educación, el motor del crecimiento.

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