Por Augusto Álvarez Rodrich Diciembre 29, 2011

Empezó el año 2011 como candidato casi desahuciado, con una intención de voto inferior a 8%, y terminó instalado en palacio de gobierno con una aprobación de 47%. El triunfo lo consiguió gracias a una campaña inteligente que aprovechó los errores de sus rivales y a su alta capacidad de adecuación a las circunstancias. En enero, cuando inscribió su candidatura, presentó un plan de gobierno: un documento que ni había revisado, un himno al estatismo que además dejaba dudas sobre su vocación democrática. Enfrentó la resistencia del sector empresarial, de la cúpula de la Iglesia Católica, y de la mayoría de medios de comunicación, quienes hicieron hasta lo imposible para poner en el palacio de gobierno a Keiko Fujimori.

No lo lograron. Ollanta Humala ganó la elección porque fue capaz de cambiar, de incorporar equipos nuevos a su tripulación y, en general, saber escuchar a personas fuera de su círculo para rectificar con oportunidad. Desde entonces, el presidente ha demostrado ser, en el mejor sentido de la palabra, un oportunista político que aprovecha situaciones con rapidez.

La sorpresa para muchos fue que Humala no sólo cambió de predicamento económico para alzarse con la victoria, sino también para empezar a gobernar. La expresión más sólida fue la decisión de mantener a cabezas visibles del equipo del ex presidente Alan García en el Ministerio de Economía y el Banco Central. Su apuesta fue que esas incorporaciones pudieran convivir con el equipo inicial -de izquierda- con el que empezó la campaña electoral. Cuando a los cuatro meses se convenció de que eso no era posible, optó por un cambio radical de gabinete ministerial con el fin de conseguir la coherencia que demanda cualquier presidente, pero especialmente uno como Humala, cuya experiencia profesional ha sido en el ejército.

En el camino,  ha cumplido algunas promesas electorales sencillas, como elevar el sueldo mínimo y otras mucho más complejas, como negociar con el sector minero un impuesto anual extraordinario de más de mil millones de dólares. Pero el logro más importante de Humala ha sido empezar a construir una relación más armoniosa con la inversión privada, especialmente con esa que, hace sólo meses, contrataba "periodistas" para destruirlo.

Humala ha logrado un aterrizaje suave en la presidencia luego del vuelo turbulento de la campaña electoral. Ahora su problema principal es cumplir el motivo central por el que lo eligieron: conseguir el crecimiento económico con inclusión social. Para lo primero, ya tiene una receta. Para lo segundo, todavía da vueltas sin respuesta. Si en el año 2012 no lo consigue, su gobierno se va a complicar mucho. La conflictividad social en las distintas regiones ya le notificó que ése será el principal escollo de su presidencia.


 

 

Relacionados