Por Francisco Sagredo Diciembre 29, 2011

El elástico se había empezado a cortar  hace mucho. Exactamente 94 días antes, el miércoles 3 noviembre de 2010, cuando Marcelo Bielsa entró en la refriega electoral de la ANFP apoyando a Harold Mayne-Nicholls en aquella polémica conferencia de prensa en Quilín. Luego vino la crisis total en el fútbol chileno. Mayne-Nicholls fue derrotado por el español Jorge Segovia, quien no pudo asumir la presidencia de la ANFP por un lío estatutario. Sergio Jadue, timonel de Unión La Calera, asumió la testera del fútbol chileno apoyado por los clubes grandes. La ciudadanía siguió de cerca la crisis, pero lo que le interesaba a la galería era una sola cosa: la continuidad de Bielsa a cargo de la selección nacional.

Jadue se desmarcó de quienes lo llevaron al poder e intentó convencer a Bielsa de quedarse. Cómodo y motivado en Chile, Bielsa les confesaba a sus cercanos que lo único que quería era quedarse, pero al mismo tiempo sentía que sólo con Mayne-Nicholls en el poder podría desarrollar tranquilamente sus funciones. Pasó enero, la primera semana de febrero y el técnico argentino no respondía.

Ansioso, Jadue veía cómo sus reuniones con el "Loco" en Juan Pinto Durán no habían surtido efecto. Así, el miércoles 2 de febrero, el dirigente decidió darle un ultimátum visitándolo, sin previo aviso, para exigirle que se definiera. Al término de la tensa reunión Jadue quiso  despedirse de Bielsa estrechándole la mano, pero Bielsa se negó, mirándolo fijamente y preguntándole: "¿Estoy obligado a estrecharle la mano cada vez que lo veo?".

El dirigente entendió que lo de Bielsa en Chile ya era historia y citó a conferencia de prensa para tirarle la pelota: "Ante la indefinición del técnico y atendiendo que tiene contrato vigente, este directorio asume que Marcelo Bielsa sigue siendo el entrenador de la selección nacional", declaró.

En Pinto Durán, los colaboradores del entrenador no entendían nada. Ese 2 de febrero Bielsa  citaba al gerente de selecciones, Juan Carlos Berliner, y al encargado de prensa, Fernando Estévez, a la oficina técnica. Los funcionarios pensaron que les informaría de su partida, pero no; la reunión era para planificar la próxima gira internacional de la Roja.

Hasta que llegó el viernes 4. Bielsa mandó a pedir que le instalaran una mesa y una silla en uno de los patios del complejo para dar una conferencia de prensa. Fue en ese instante, pocos minutos antes de que el técnico compareciera ante las cámaras, que Berliner, Estévez y el resto de sus colaboradores se enteraron del desenlace de la historia. Con su tradicional estilo, Bielsa le comunicó al país su decisión con una frase contundente: "Me voy porque me obligan a hacerlo. Me quiero quedar, me enamoré de este país. Me sentí querido como no lo merezco. Pero me es imposible seguir trabajando aquí".  El elástico había terminado de cortarse.


 

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