Por Mónica González Diciembre 22, 2011

La ex esposa de James Hamilton es la mayor responsable de la caída de Fernando Karadima, el sacerdote que gobernó la parroquia El Bosque durante casi 50 años. Verónica Miranda no sólo estampó la primera denuncia formal en la Iglesia, sino que animó a Hamilton a hablar. Después de dar un escalofriante testimonio en Informe Especial decidió guardar silencio. Hizo una salvedad con el libro Los secretos del imperio Karadima, de los periodistas de Ciper Juan Andrés Guzmán, Gustavo Villarrubia y Mónica González. Su relato, del cual Qué Pasa publica un extracto, está plagado de episodios nunca narrados, de los pequeños detalles y grandes tragedias de El Bosque, vistos con los ojos de una mujer que tuvo el coraje de acusar al que muchos calificaban de santo.

-¿Cómo conociste a James Hamilton?

- Lo conocí siendo estudiante de tercer año de Medicina, en marzo de 1990, en el Hospital del Salvador. Lo vi transitar por el pasillo y parecía como si hubiera pasado un angelito. Justo tocó que él era el interno a cargo de un grupo de alumnos entre los que estaba yo. A partir de ese momento empezamos a conversar. Cuando estaba con él era como si no existiera nada más.

-¿James era diferente cuando estaba en El Bosque y en la universidad?

- Sí. En Medicina era tranquilo y muy querido por sus pacientes. Conmigo era muy tierno. En El Bosque, en cambio, era supercanchero. Tenía responsabilidades, era admirado y reconocido, era importante.

- ¿Dónde estaba realmente su hogar? ¿En El Bosque?

- … con mucho dolor tengo que reconocerlo… era El Bosque. Me acuerdo que con Jimmy nos quedábamos horas rezando juntos en la parroquia, y para mí era una comunión maravillosa que nunca había tenido con nadie. En ese momento yo no sabía lo importante que era para Jimmy Fernando Karadima. No sabía que había tenido que pedirle permiso para pololear. Poco después de que llegué a El Bosque, Karadima me dijo que yo debía tener un director espiritual. Yo no sabía qué significaba eso.

- ¿Cuántas veces hablabas con Karadima?

- Todas las semanas. Te citaba a las 7.00, yo llegaba a las 6.30 y podía esperarlo dos horas y me decía: "No, ahora no tengo tiempo, ven otro día". Uno se empieza a acostumbrar a esperar.

"¡Cómo iba a imaginar que el sacerdote que es tu director espiritual, que está ahí para ayudarte, te está robando el alma! Karadima es un ladrón de almas. ¡Es muy tremendo aceptar eso!"

- ¿A qué otras cosas había que acostumbrarse?

- A que todo lo controlara Karadima. Por ejemplo, no convenía que te juntaras con amigas de fuera de la parroquia.  Cuando llegué a la parroquia estaba tan feliz de reencontrarme con Dios que quería compartirlo con mis amigos y los invité a todos. ¡Pero los ahuyentaron!

- ¿Por qué?

- Porque si estabas sola Karadima podía manipularte. Muy luego empezaron las críticas a mi familia. Se aferraba a cada cosa que le contaba para armar un problema. Dejé de ver a mis amigas de la universidad, de ir a reuniones familiares. Karadima controló hasta cómo me vestía.

- ¿Te decía que no te arreglaras?

- Cuando conocí a Jimmy usaba minifalda, andaba arregladita, bien sexy. Eso cambió. Si andaba con el pelo suelto era un problema, tampoco te podías pintar. "De dónde vienes que andas tan pintada", era uno de los comentarios del "curita", apelativo con el que todos se referían a él. Y te sentías mal. Una vez, ya casada, me puse un poco de lápiz en los ojos y un brillo en los labios y estaba parada en la entrada de la sacristía, cuando Karadima se acerca y me dice al oído: "No sé de dónde vienes que estás tan arreglada, quizá dónde estabas" y sigue caminando solemnemente a celebrar la misa, después de darme una mirada con cara de cuchillo. Yo, por educación, no era una persona que cuestionara mucho las cosas, excepto en una época de rebeldía en la universidad. Pero si alguna vez tuve la intención de cuestionar algo, porque hubo situaciones que no me parecían procedentes, se me cortó el impulso rápidamente.

- ¿Qué situaciones te parecían improcedentes?

- Un día, Karadima me dijo que Pilar Vigil y su marido, Miguel del Río, quienes eran muy cercanos a él, estaban dando charlas de sexualidad en el Verbo Divino, y que eso no era posible. ¡Y quería que yo fuera a decírselo a la Pilar! Yo pensé que era broma y me reí. ¡Cómo le iba a decir eso!  Y como no lo hice, mandó a Jimmy a retarme. Cuando Jimmy me increpó, me tomó con fuerza de los brazos y me dijo que tenía que ser obediente.

- ¿Él te levantaba la voz?

- Nunca. Por eso mismo tengo marcado ese día. De ahí en adelante la obediencia fue ciega, porque Jimmy me lo pidió.

La mujer que derribó a Karadima

Un matrimonio sin confianza

- ¿Nunca desconfiaste de Karadima?

- ¡Cómo iba a imaginar que el sacerdote que es tu director espiritual, que está ahí para ayudarte, te está robando el alma! Karadima es un ladrón de almas. ¡Es muy tremendo aceptar eso! Me siento culpable de haber sido tan tonta, de no haber abierto los ojos, de no haber mantenido esa personalidad que tuve en los primeros años de universidad…  Con Jimmy nunca pudimos hablarnos con la verdad porque cada uno por su lado lo primero que hacía era preguntarle todo a Karadima. Eso fue provocando distancia entre nosotros... Al final, cuando me acercaba a Jimmy, lo abrazaba y le preguntaba "¿por qué estás tan cansado?", y lo trataba de regalonear, ¡ya no había confianza! Se había perdido con Karadima al medio… Si hubiéramos conversado, si hubiéramos tenido un poco más de confianza, hubiéramos empezado a vivir el proceso de contrastar lo que Karadima nos decía para manejar nuestro matrimonio….

- ¿En las confesiones te preguntaba por tu vida sexual?

- Siempre. Lo que más le interesaba era todo lo de índole sexual, la intimidad con Jimmy, que cuántas veces estábamos juntos, dónde, que quién había empezado, si me gustaba, si él disfrutó, si tú disfrutaste, si él quería, si tú querías, tú le propusiste o él te propuso que estuvieran juntos… Uno estaba todo el tiempo confesándose. Era tanto, que al final te empezabas a convertir en una persona escrupulosa para la que todo es malo: si adelantaste por la derecha, o fuiste al cumpleaños de tu prima y,en vez de quedarte hasta las seis, como Karadima te dijo, te quedaste hasta las ocho y llegaste tarde a misa.

- ¿No  te molestaban sus preguntas tan íntimas?

- Desde un principio me explicó en qué consistía la dirección espiritual: yo tenía que decirle absolutamente todo, no podía tener ningún secreto con él. Podía tener secretos con mi marido, pero no con él. Y tú te doblegas. Él siempre decía que la primera virtud de  un santo es la humildad. Y en el fondo, tú quieres ser humilde, y si eso significa pasar por todas esas invasiones a la intimidad, tú dices: Es para ser más humilde.

"Lo que más le interesaba (a Karadima) era todo lo de índole sexual, la intimidad con Jimmy, que cuántas veces estábamos juntos, dónde, que quién había empezado, si me gustaba, si él disfrutó, si tú disfrutaste"

- ¿No era posible cuestionar a Karadima?

- Si se te ocurría cuestionar, te llegaba el reto no sólo de él, sino de tres más. Por eso en la parroquia todos girábamos en torno a qué decía él. Me acuerdo, por ejemplo, de algo que me da vergüenza haber aceptado: el maltrato a los pobres. Él siempre los andaba espantando de la iglesia. Hay mucha gente que no entiende cómo una, siendo una persona que se supone inteligente, letrada, puede caer en un sistema así. Y critican mucho, incluso agresivamente. Lo que no comprenden es que la dirección espiritual de Karadima se transformaba en una herramienta de absoluta dominación. Nunca puedes decidir. Porque siempre estás pendiente de lo que él va a decir a última hora. Siempre estás esperando que a última hora haya cambios. Y él lo hacía para que tú te fueras doblegando hasta anular lsa posibilidad de contradecirlo.

En la habitación de Karadima

-En tu declaración a la justicia narras que un día acompañaste a James a la habitación de Karadima, y cuando se abre la puerta ves una escena. ¿Qué viste?

- Ese día subimos los dos con Jimmy, él tocó la puerta y Karadima contestó que esperara. Estuvimos en el pasillo del segundo piso más de una hora. Y cuando la puerta se abrió, vi a Karadima sentado en su sillón con el cuello abierto, el cinturón del pantalón abierto y sudado. Hincado frente a él estaba un sacerdote. Y había otra persona más en la pieza… La puerta se abrió, pero Karadima no sabía que yo estaba ahí. Pensaba que Jimmy venía solo.

- ¿Había tres personas en la pieza?

- Sí, tres personas. Y cuando Karadima me vio hizo una seña y llamaron no sé a quién porque mientras Jimmy entraba a la pieza, me tomaron entre varios y todos me hablaban. Fue muy impresionante porque escuchaba las voces pero no entendía lo que estaba pasando. Me llevaban por el pasillo hasta el fondo y yo escuchaba: "Sí, aquí está la máquina donde el curita estuvo haciendo ejercicios, por eso está tan cansado, pobrecito". Y ahí estaba una máquina para hacer ejercicios. Y otra voz: "Parece que le subió un poquito la presión y está descansando ahí con un sacerdote, por eso estaba todo transpirado".

La mujer que derribó a Karadima

- ¿No supiste quién era esa tercera persona?

- Sí, un hombre. No entendía por qué me daban explicaciones de que él había hecho ejercicios. ¿De qué me estaban hablando si yo solamente había visto una persona hincada ahí con él todo transpirado? No entendí nada. Me llevaron al comedor y no paraban de hablar, como entreteniéndome. Una situación que yo ya había visto en la parroquia cuando había que sacar a alguien de alguna parte donde no debía estar: entretenerlo, embolicarlo y llevarlo para otro lado.

- ¿No era efectivo que cuando algunos llegaban  al sitio donde estaba Karadima con otros, los demás se tenían que ir?

- Siempre que llegaba Juan Esteban Morales se escuchaba: "Sí, váyanse todos", y también ocurría en otras ocasiones en que llegaba Jimmy. Aunque había otras personas en la misma situación. Cuando llegaba Tommy (el obispo de Linares, Tomislav Koljatic), que venía de fuera de Santiago. Diego Ossa también, pero nunca tanto como Juan Esteban.

- ¿Crees que Karadima te sintió como una competencia?

- (Silencio)… Nunca lo pensé, pero creo que no. Es que cuando Jimmy me contó fue tan claro que había otras personas en la misma situación...  Se me hizo evidente que mi sistema de vida se repetía en otras familias de El Bosque. Me acordaba cuando iba a hablar con Karadima y de repente había que esperar una hora, dos horas, y yo no era la única mujer en esa situación.

- ¿Crees que Karadima se enamoró de Jimmy?

- No. Porque entonces, ¿estaba enamorado de cuántos? Si Jimmy no era el único. ¿Te puedes enamorar de diez personas al mismo tiempo? Cuando tú sientes amor por otra persona, no importa la relación que tengas, tú buscas su bien. Y de parte de Jimmy era sometimiento, subyugación. Y sé lo que digo porque también estuve sometida.

"¡Cómo va a ser posible que para ellos no hubiera nada malo en que un cura le tocara el trasero a otro cura o a un joven! Tienes que entender dónde está el límite para no dañar al otro".

- ¿Habías vuelto a ir a misa?

- Cuando nos fuimos de El Bosque yo empecé a ir de parroquia en parroquia con mis niños buscando una que a ellos les gustara. Pero quería ir a una iglesia donde nadie me conociera. Un domingo, estábamos en la casa de mis padres en Chicureo y fuimos a misa. Estábamos sentados y entra el sacerdote con unos niños acólitos. ¡Fue ver la imagen de los niños acólitos de El Bosque! Y cuando miro al sacerdote, ¡era de El Bosque! "Dios Mío, perdóname", dije, y bajé la vista para no mirarlo hasta que no aguanté más y salí. Me senté en la calle a llorar, y lloraba con hipo, sin poder parar. Ahí me di cuenta que ya no podía estar con un sacerdote de El Bosque porque era como estar con Karadima.

- ¿Qué les dirías a los sacerdotes de El Bosque?

- Sí, me queda algo para los sacerdotes de El Bosque...  Éste es un proceso muy largo, de años. Y lo quieran o no, aparte de conversar estos temas con sus superiores, tienen que hacer discernimiento y conversar con otras personas para ver otras visiones. No se pueden quedar así como estuvimos todos, tan sesgados dentro de este círculo. Tienen que abrirse a otros mundos, formar su propio pensamiento, desarrollar en plenitud todas sus capacidades, llegar a sus propias conclusiones...aprender a discernir cuál es el verdadero "plan de Dios" para sus vidas. Pero también creo que todos deberían asumir un tratamiento psiquiátrico. Porque tienen que reconstruir el límite del bien y el mal. ¡Cómo va a ser posible que para ellos no hubiera nada malo en que un cura le tocara el trasero a otro cura o a un joven! Tienes que entender dónde está el límite para no dañar al otro. No invadir el espacio del otro. Deberían tener un tratamiento psiquiátrico exhaustivo, ojalá con un psiquiatra no católico. Deben cuestionarse todo, desde que se sintieron llamados por la vocación, y hacerse la siguiente pregunta: ¿Realmente sintieron la vocación o fue Karadima quien les dijo: "yo creo que tú tienes vocación"?

- ¿Cómo ves tu vida ahora?

- No puedo culpar a las personas por los dolores que he vivido. Por diferentes razones fui entrando en caminos equivocados, de los cuales salí muy herida… Quedó un vacío enorme, que sólo pudo ser llenado por el perdón y el amor. Aprendí a disfrutar con cosas simples y a ver que la vida sí es bella… Puedes tomar dos opciones: quedarte sólo con los malos recuerdos y construir tu historia en torno a ellos, o puedes dejar que tu sabiduría conserve los buenos recuerdos, el resto ya no importa… sobre todo cuando hay cicatrices imborrables.

"Los secretos del imperio Karadima" es un libro de Fundación Ciper, en alianza con Universidad Diego Portales y Editorial Catalonia.

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