Por Nicolás Alonso Diciembre 21, 2011

Hay una historia oficial de Lionel Messi. Es un mito construido sobre algunos momentos tempranos de su vida, y cuenta de un prodigio del fútbol nacido en Argentina, que siendo un niño tuvo que abandonar su país y a su familia para ingresar a las divisiones inferiores del poderoso Barcelona, a cambio de que ese club le pagara el tratamiento médico contra una extraña forma de enanismo que padecía. Lo que viene después de esa historia lo hemos observado en vivo y en directo desde cada rincón del planeta. El niño supera sus problemas físicos, se transforma en el mejor jugador del mundo y gana todo lo que es posible ganar con un equipo de fútbol.

Ese relato épico -alimentado por managers, publicistas y periodistas- es todo lo que sabemos. Los últimos tres años de su vida deportiva, en los cuales "la Pulga" se convirtió en Messi, a secas, han sido transmitidos casi en tiempo real, y sin embargo detrás del futbolista no hay nada. Sólo un joven que mira al piso cada vez que le ponen un micrófono en frente y que parece sufrir ante la pregunta más inofensiva. Y del cual -a pesar de haber sido entrevistado por reporteros y escritores de todo tipo- nadie sabe con certeza que piensa de ninguna cosa.

Pero estos últimos tres años Lionel Messi tuvo una sombra. Un tipo que también es argentino y vive en Barcelona . Un cronista, Leonardo Faccio, sin ningún interés por el fútbol, pero fascinado por el misterio del personaje. Un periodista más al que le dieron 15 minutos con él, pero que en vez de frustrarse ante sus monosílabos, decidió cambiar de estrategia: entrevistó a más de cien personas que son o fueron cercanas al futbolista.

 Y lo que se lee en su libro, Messi: El chico que siempre llegaba tarde -a la venta en Chile desde el 10 de enero por el sello Debate, de Random House-, es un viaje sin pudores por los mundos secretos del futbolista más sobreexpuesto y más inaccesible. En él desfilan muchas versiones de Messi. Está el genio atormentado por la derrota, el líder silencioso que castiga a Guardiola si lo saca de algún partido, el niño con problemas de autoestima que no se atreve a hablar con nadie en clases. Pero también está el tipo sencillo que sigue juntándose con sus amigos de  infancia, el que espera a que su mamá venga a hacerle cariño a la cama cuando se acuesta y el que intenta ayudar a su hermano drogadicto.

El Messi que se construye a partir de esos relatos es una figura llena de dobleces, por momentos muy acomplejada, que la mayor parte del tiempo parece el reverso perfecto del todopoderoso jugador azulgrana. "Messi plantea otro paradigma de héroe", dice Faccio al teléfono desde España. "Vas a entrevistarlo pensando que te vas a encontrar con Superman y te atiende un héroe de Disney, un tipo muy vulnerable. Y también una persona muy compleja".

El líder silencioso

Es el Mundial de Sudáfrica de 2010, faltan un par de días para que Argentina juegue contra Grecia su tercer partido de la primera fase, y Lionel Messi parece nervioso. Muy nervioso. Es la primera vez que Juan Sebastián Verón, su compañero de cuarto, lo ve así. Pero sabe que su angustia no tiene nada que ver con el partido que tienen que jugar. -¿Qué digo?, ¿qué les digo? -es lo único que repite el rosarino, una y otra vez.

Messi aún no sabe qué va a decirles a sus compañeros antes del partido. Y aunque supiera, no sabría cómo decirlo. Maradona lo ha nombrado capitán del equipo, y eso significa que tiene que dar la arenga inicial. Para Messi, una persona con una timidez patológica y cuyo mayor medio de comunicación con su entorno es una BlackBerry, ese privilegio es el peor de los castigos.

"Dijo algo", cuenta Verón en el libro. "Pero enseguida se trabó, porque no sabía cómo seguir. Dijo que estaba muy nervioso. Y salimos a la cancha".

Es ese nerviosismo que lo persigue desde siempre, desde sus primeros años de colegio en Rosario, cuando sólo se atrevía a hablar con una compañera, para que luego ella respondiera por él si alguien le hacía una pregunta. Y que persistió cuando llegó a La Masía -la residencia donde viven los juveniles del Barcelona- y estuvo más de un año casi sin hablar con nadie. De nuevo, sólo un compañero hablaba por él con el técnico y con los demás niños.

Según su hermana, Messi sufre tanto después de perder un partido con Argentina, que no habla durante días. Aunque en realidad se pone así después de cualquier derrota. Una vez, Guardiola le regaló un libro titulado Saber perder, de David Trueba. Pero a Messi no le gusta leer.

Pero Messi se ganaba el reconocimiento de todos con la pelota en los pies. Tanto en su colegio, como en La Masía y hoy en el mejor equipo del mundo, Lionel era un líder silencioso, que nunca decía nada, pero todos hacían lo que él quería, porque todos querían jugar en su equipo. Y ese tipo de liderazgo, que tan bien ha sabido entender Guardiola, es según Faccio el que hace cortocircuito con los argentinos y no le permite rendir en su selección. "Tenemos un continente que siempre fue comandado por caudillos", asegura el autor. "Queremos grandes capitanes, que se impongan con su voz, como Maradona. Y Lío propone otro tipo de liderato, uno silencioso, que tiene que ver con una democratización del poder. Eso en Argentina no se entiende".

Y él sufre por eso. Según su hermana, sufre tanto, que a veces después de perder un partido con Argentina no habla durante días. Aunque en realidad se pone así después de cualquier derrota, aunque no tenga ninguna trascendencia. Una vez Guardiola le regaló un libro titulado Saber perder, de David Trueba. Pero a Messi no le gusta leer.

Alegría y tormento

Messi es, como todos los genios, un tipo atormentado por su pasión. Las pocas derrotas que ha sufrido lo han dejado destrozado. Cuando quedó eliminado de la Copa del Rey después de ganar seis títulos seguidos con el Barcelona, nadie encontraba la forma de controlar su llanto en el vestuario. Luego de quedar Argentina eliminada de la última Copa América, Messi no se fue a su casa como los demás seleccionados. Se quedó hospedado en el hotel vacío de la concentración. Necesitaba vivir su duelo.

"El fútbol es para Messi su mayor alegría y su mayor tormento", dice Leonardo Faccio. "Él juega para vivir. Una vez dijo que si pasaba mucho tiempo sin jugar se comenzaba a volver loco".

Por eso, cuando no está jugando duerme casi todo el día. Lo aburre todo lo demás. Incluso suele volver antes de las vacaciones porque no sabe qué hacer si no entrena. Con 24 años, no logra entusiasmarse ni con la televisión. Además, odia verse a sí mismo, le da vergüenza, así que tampoco ve fútbol. "Es tan competitivo que no soporta ninguna actividad en la que no pueda controlar el desenlace", dice Faccio. Por eso, lo entusiasma más la PlayStation, aunque le cueste más meter goles que en la vida real.

Jorge Valdano lo compara con un "un superdotado o un autista", por la forma en que logra vivir, completamente ajeno a la fama y la sobreexposición. Pero hay cosas que sí preocupan a Messi. Asuntos familiares en los cuales Faccio se sumerge, y que tienen como principal protagonista a uno de sus hermanos mayores, Matías Messi, y su deambular por Rosario con drogas y armas. Un tipo que tiene tatuado a Lionel en el brazo izquierdo, pero no sabe convivir con el hecho de que su hermano menor sea el mejor futbolista del mundo, y más de una vez lo ha metido en problemas. Como cuando causó destrozos y golpeó a una pareja en un bar, y el delantero del Barcelona se tuvo que echar la culpa frente a la prensa y la policía para protegerlo.

Las referencias a esas historias familiares hicieron que rápidamente Jorge Messi, el padre, declarara que Messi: El chico que siempre llegaba tarde no contaba con su aprobación. Y también el hecho de que el libro reproduzca, a través de un amigo de Lionel, cómo fue la primera experiencia sexual del crack del Barcelona, compartida con dos amigos de la infancia y un par de mujeres en el departamento de su representante en Rosario.

Pero Faccio asegura que esos detalles sólo están en el libro porque aportan matices de la personalidad del retratado, aunque sabe que generarán polémica. De todas formas, ya le envió una copia del libro al rosarino. "Pero a Messi no le gusta leer y mucho menos verse a sí mismo", dice el escritor. "Así que enviarle un libro que habla de él y encima pretender que lo lea, me parece mucho".

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