Por Jorge Navarrete Diciembre 15, 2011

Tenía muchas ganas de conversar con este mítico personaje. Pese a su corta visita y a lo apretado de su agenda, se dio el tiempo para hablar sobre medios, España y su mirada de lo que ocurre en el mundo. Hombre de gestos lentos, tono pausado y a ratos cansino, es probablemente uno de los máximos responsables del éxito del diario El País, del cual fue fundador y director en sus primeros y más importantes años.

Pocos saben, sin embargo, que esa vocación por el periodismo ha sido combinada con la pasión por la literatura. De sus 20 libros publicados, cuatro son novelas. El mínimo común denominador de todas ellas es la transición política española y reflejan la experiencia de toda una generación que parece no querer decir adiós todavía. En efecto, y como quizás hay cosas que no se pueden narrar sino desde la ficción, la suya es una exquisita historia de los sentimientos.

He aquí algunas de las luces que nos dejó más de una hora de conversación con Juan Luis Cebrián.

- Una de las cosas que impresionan -sobre todo a quienes observamos España desde afuera-, es cómo el diario El País se transformó durante muchos años en el medio de comunicación más influyente de España, al alero del PSOE y, particularmente, de la administración de Felipe González. Me imagino que eso en más de alguna oportunidad tuvo que haber  incomodado, porque los periodistas y los grandes medios siempre tratan de tomar distancia y no hacer ostentación de cierta relación o favoritismo con las administraciones de turno. El País, sin embargo, logró una receta de mucho éxito, sin marcar grandes diferencias con el proceso de consolidación democrática que lideró González.

- En realidad, El País (EP) era un proyecto animado por espíritus liberales. El liberalismo real en España, por razones históricas, ha estado siempre más afincado con la izquierda, socialdemócratas o radicales,  que con la derecha. Lo que pasa es que la derecha española es muy tradicional, católica, conservadora y agraria. Entonces, cuando sale EP yo me encuentro como director con dos circunstancias: la concepción de la vida democrática y que la izquierda no tenía voz en la prensa española. Hubo un debate interno en EP muy fuerte, en el que además me tuve que enfrentar a Julián Marías, porque algunos de los fundadores pensaban que EP tenía que ser un periódico liberal y, por lo tanto, no debía publicar textos marxistas. Yo defendía que precisamente, porque era liberal, tenía que dar voz  a todas las ideologías, incluidos los comunistas. Paradójicamente esta intención de otorgar tribuna a la izquierda, porque no la tenía, también fue una intención comercial, es decir, si sacábamos un periódico para decir lo mismo que otros nadie nos iba a comprar.

- Lo que se reflejó en la heterogeneidad de los dueños.

- En el accionariado de EP había mucha gente conservadora, gente relacionada con la UCD, el partido de Suárez, democratacristianos, liberales conservadores y había un grupo de accionistas que eran del PC, pero no había socialistas. Felipe González siempre ha dicho que en el momento que  les pidieron participar, ellos no tenían dinero. Y, sin embargo, hubo una coincidencia objetiva entre los lectores de EP y los votantes del PSOE.

"Hubo un acercamiento a la izquierda en el mensaje socialista, que hizo que los más radicalizados no creyeran y se fueran a la Izquierda Unida, y que aquellos de centro que votaban por el PSOE no se sintieran cómodos y se fueran con el PP".

- ¿En qué se basa esa coincidencia?

- Lo que hizo el PSOE fue la modernización democrática de España. Hizo una socialdemocracia muy light y, al mismo tiempo, la dirección del PSOE de esa época coincidía conmigo  en muchos centros de decisión en España. La transición española fue un fenómeno generacional, entonces hubo una convergencia de sentimientos, de intereses para la democratización del país. Yo era amigo de Felipe González antes de que llegara al poder y de que apareciera El País. Entonces cuando él llegó a La Moncloa muchos dijeron: ahora EP va a desaparecer porque se va a convertir en el diario del gobierno. La verdad es que tuvimos muchos problemas con Felipe y estuve sin hablarme con él durante dos años. Tuvimos unas relaciones muy malas, dicho esto, generacionalmente y en lo anímico pertenecíamos a ese impulso democratizador que era mucho más liberal que socialista. De hecho, lo que hizo el socialismo de Felipe González fue la revolución francesa en España, mucho más que en la estructura reductiva típica socialista. Cuando Felipe dejó el poder facilitó el que nos reencontráramos, él ahora escribe en EP, hice un libro con él y volvimos a ser amigos. Sigo creyendo que ha sido desde lejos el mejor líder político en España, desde la recuperación de la democracia.

- Me imagino que no te sorprendió el triunfo de Mariano Rajoy. Sin embargo, ¿esperabas tan abrumadora mayoría del PP?

- Lo esperaba por dos razones: una, porque las encuestas lo anunciaban y, dos, porque no hay que estar especialmente bien informado para saber que una de las cosas que ha hecho Rodríguez Zapatero es descapitalizar enormemente a su partido. El PSOE no es que sólo tenga un problema de liderazgo -que lo tiene y lo tuvo desde que Zapatero subió, porque nunca ha sabido liderar el partido como tal y sólo lo ha querido controlar-, también tiene un problema de proyecto. El PSOE está en una situación que vista desde afuera, porque yo no soy del partido, es de desconcierto y confusión muy grande. Era vox pópuli que Zapatero se tenía que ir por el bien del país y de su partido. Pero se ha aferrado hasta el último minuto aludiendo a su responsabilidad. No es que la victoria de Rajoy no haya sido importante, que lo ha sido -han obtenido medio millón de votos más que en las últimas elecciones-, pero lo relevante es que el PSOE haya perdido 4 millones y medio de votos. Además, ha regalado a todo el mundo: más de un millón de votos se fue al PP, un millón y algo a los antiguos comunistas, otro millón a Rosa Díez. La falta de confianza de los electores y la conversión de la colectividad en un sistema de aparato; la descapitalización; la baja calidad de la mayoría de sus representantes y la falta de respuesta institucional de la política por sobre los ciudadanos le ha afectado mucho.

-¿Qué pasará con la generación de recambio en el PSOE? Es sintomático que esta elección la haya encabezado Alfredo Pérez Rubalcaba, hombre que venía de la época de Felipe González.

- Quizás el liderazgo de Felipe era tan fuerte que ya su sucesión fue compleja, pero fue con gente de una vocación pública indudable y de una formación política que se había generado en la calle, en la clandestinidad, en la lucha contra la dictadura. Ahora es peor, porque hay quienes dicen que para ser diputado en España o eres funcionario del Estado o del partido, porque la complejidad del sistema, las incompatibilidades y las leyes electorales hacen que los diputados miren más a los jefes de sus partidos que a los electores. El PSOE fue abandonado por una gran cantidad de intelectuales y la clase media profesional. Hubo que recurrir a Rubalcaba porque era el único que resultaba creíble. Además, había triunfado con el fin de ETA como ministro del Interior.

"La UE va a sobrevivir y se va a potenciar"

- ¿La tregua definitiva con ETA tuvo efecto electoral?

- Creo que ninguno. ¿Qué ha pasado con las elecciones?: La gente normal, el votante de la calle, ha visto la incapacidad profunda de Zapatero para hacer frente a una crisis económica que no comprendió ni reconoció nunca. Y aun sabiendo que Zapatero no era el único culpable de la crisis -ni siquiera el más relevante, porque esto viene de una estructura económica de España, donde se produjo una burbuja inmobiliaria muy fuerte provocada por los gobiernos de Aznar y continuada por Zapatero-, la gente vio que su incapacidad para hacer frente a la situación era evidente. Entonces, creo que la reflexión es bastante elemental: si éstos no pueden con el asunto, a ver si los otros pueden. Este fenómeno de péndulo se seguirá produciendo en los países europeos golpeados por la crisis.

- Quiero ligar las elecciones españolas al fenómeno de los indignados. A diferencia de la Argentina de hace algunos años atrás, donde la rabia popular se manifestó en un descrédito de la clase política en general, en España los escaños que perdió el PSOE no fueron votos que se quedaron en casa, en cambio se distribuyeron en otras corrientes políticas. Es decir, éste es un problema con la socialdemocracia, más precisamente con el gobierno de Zapatero.

- Está el tema del desistimiento de los votantess tradicionales del PSOE, porque el PSOE como todas las socialdemocracias en Europa es un partido de amplio espectro, que cubre desde los liberales reformistas, el centro, las clases profesionales urbanas, etc., hasta antiguos militantes del PC y clases obreras. España, al igual que todos los países democráticos, es un país donde la victoria electoral reside en el centro. Aznar, al igual que Bush en EE.UU., radicalizó la política española.

- Sobre todo en su segunda legislatura.

- La radicalizó por completo, es decir, recuperó la política del odio, revivió el antagonismo y eso hacía que el país se dividiera en dos bloques, aunque en España esta separación está matizada por la existencia de los partidos nacionalistas, sobre todo en el País Vasco y en Cataluña. En esa radicalización, el PSOE ha cometido dos veces el mismo error. Lo cometió con Almunia, que en las elecciones del 2000 firmó el pacto con la izquierda comunista, y tuvo una derrota obvia. Nuevamente, Rubalcaba -que yo creo que ha comprendido bien el problema, pero que ha tenido un equipo electoral muy flojo- al inicio de la campaña parecía que se volcaba a la izquierda, quizás por quedar bien con los indignados y porque hacía un buen análisis sobre los responsables de la catástrofe financiera, que son las instituciones financieras.

- ¿Fue populista?

- Usó un lenguaje un poco populista, diciendo que los ricos tienen que pagar ahora, e inició un debate sobre el impuesto al patrimonio  y nuevamente se enajenó a las clases medias, sobre todo a los profesionales urbanos, porque ese tributo no lo pagan los ricos, sino los profesionales. Hubo una especie de acercamiento a  la izquierda en el mensaje socialista, que hizo que los más radicalizados no creyeran en eso y se fueran con la Izquierda Unida y que aquellos sectores de centro que votaban por el PSOE no se sintieran cómodos con los rasgos populistas del momento inicial de la campaña, y se fueran directamente con el PP.

"Si fracasa el euro, se produce la ruptura del proyecto de la Unión Europea, y yo creo que eso no se va a producir, porque los males serían muy grandes".

Europa en crisis

- ¿Te parece que lo que ocurrió en España es extrapolable a lo que está sucediendo en el resto de Europa: que siendo los socialdemócratas los inspiradores del Estado de bienestar europeo, la crisis vinculada a la incapacidad de financiar este nivel de protección a los ciudadanos los haya puesto en franca desventaja y estén proliferando  los gobiernos de derecha?

- Lo que ha pasado en Europa tiene que ver con la crisis global del capitalismo y la falta de respuesta por parte de los gobiernos. La socialdemocracia europea tenía un proyecto relevante que era la Tercera Vía de Giddens, Brown y Blair. Pero creo que el prestigio de Blair desapareció con la invasión a Irak. La respuesta a la crisis del 2008 de la Europa continental, fundamentalmente de la Zona Euro, es muy débil, porque el liderazgo político es muy endeble en esa región y también porque priman las pulsiones nacionalistas desde el principio. En fin, las promesas de Londres y Pittsburgh (reuniones de G 20) sobre las reformas del sistema financiero cayeron en el saco roto y no se ha hecho prácticamente nada. Es verdad que en Europa y en Occidente en general el sistema capitalista ha generado un gran endeudamiento, imposible de mantener, y es verdad de que parte de ese súperendeudamiento ha ido en enriquecimiento de especuladores y promotores inmobiliarios, y otra parte ha ido a financiar a partidos políticos, y una parte muy importante fue a financiar servicios ciudadanos. Es obvio que Europa no puede financiar de la manera que lo ha venido haciendo el sistema de protección social. Esto no quiere decir que no lo vaya poder financiar en el futuro, pero tiene que cambiar el sistema de funcionamiento y tiene que basarse en un sistema diferente, que tenga participación de los ciudadanos.

- Puestas así las cosas, ¿sobrevive la Unión Europea a este proceso?

- Creo que la UE va a sobrevivir y se va a potenciar. Lo que pasa es que podría hacerlo de manera mucho más rápida y dramática de lo que lo está haciendo, si los líderes europeos fueran más conscientes de la situación, fundamentalmente Ángela Merkel. Desde mi punto de vista, teóricamente es posible una ruptura de la Zona Euro o un fracaso del euro  en la medida que contemplemos cómo hace Grecia frente a sus multimillonarios vencimientos de deuda que tiene en los próximos meses. Si fracasa el euro, se produce la ruptura del proyecto de la Unión Europea y yo creo que eso no se va a producir, porque los males serían muy grandes.

- Específicamente, ¿males para quién?

- Primero para Europa, especialmente para Alemania, porque la economía europea, que es el 25% del PIB mundial, haría un crack. Si se desfonda Europa, EE.UU. no queda muy lejos, porque las economías europeas con la estadounidense están muy integradas -las dos economías siguen siendo más del 50% del PIB mundial-. Por lo tanto, si hay un colapso de las economías europeas y norteamericanas, hay un colapso de la economía mundial. Entonces es muy improbable que se rompa la Zona Euro. Pero si no se rompe tiene que dotarse de instrumentos que garanticen que se pueda salir de esta crisis.

- A propósito de cómo se sale de esta crisis, ¿no te impresiona la influencia política de las instituciones financieras globales que, en los hechos, sacaron a Berlusconi y Papandreu, para imponer a Monti y Papadimos?

- Desde Stuart Mill sabemos que los mercados tienen que ser regulados. Las promesas de reformas del sistema capitalista tampoco exigen grandes medidas. Por ejemplo, establecer una tasa mínima sobre las transacciones internacionales, lo que ayudaría a regular y ordenar el mercado y la disciplina. Entre otras cosas, porque evitaría el crecimiento de las transacciones automáticas, que van generando una distorsión formidable. Como ésas, muchas cosas hay que hacer, pero el principal problema es que los políticos no están gobernando los mercados y ésa es su primera obligación.

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