Por Ana María Sanhueza Diciembre 1, 2011

El 29 de agosto de este año, para celebrar que nuevamente había arrancado de los detectives de la Brigada del Cibercrimen de la Policía de Investigaciones (PDI), Pablo Mauricio Leyton Fuentes subió una foto suya a su página de Facebook. En ella aparecía burlón, sonriendo y sacando la lengua. También, mostraba el "trofeo": en su mano derecha exhibía un abanico con decenas de billetes de 20 mil pesos.

"Pensar que he tenido todo eso en mi mano", posteó minutos después su polola, de 16 años. "Y pensar que estoy acostado en el triple" agregó Pablo y dibujó un sonrisa.

Parecían hablar de un chiste. Pero no lo era.  El inspector José Acuña y  los subcomisarios  Juan Hernández  y Felipe Rodríguez seguían sigilosamente sus pasos. Estaban seguros de que Leyton era el mismo hacker que hace meses robaba desde cientos de cuentas corrientes de varias partes de Chile, según las denuncias que las primeras  víctimas han realizado al fiscal de Rancagua, Carlos Fuentes.

Dos semanas antes, el 11 de agosto, Pablo Leyton ya había alertado a la PDI al subir otra foto: su notebook repleto de billetes.

Las fotografías tenían un sello: las iniciales YST, las mismas que tatuó en su espalda bajo una calavera que tenía estampado el signo peso en el cráneo. También, eran las  iniciales que los policías encontraron cuando navegaron por internet: YST resultó ser un conocido hacker que llevaba  años dando consejos en distintos foros de seguridad en los que contaba con lujo de detalles cómo se podía violar todo tipo de sitios, especialmente de empresas y bancos.

Pero esas pistas no eran suficientes para llegar a él. A diferencia de lo que ocurría en Facebook, en el Registro Civil no figuraba ningún chileno como Pablo Mauricio Leyton Fuentes. Tampoco había huella de los dineros que robaba. No así de los cientos de jóvenes que reclutó para que prestaran sus cuentas RUT, quienes sí operaban con sus nombres verdaderos a cambio de un porcentaje.

Mientras tanto, las denuncias en su contra aumentaban y ya se sabía que algunos días hasta podía llegar a robar más de 10 millones de pesos.

Testigos lo describían como un joven moreno, bien vestido, con mucho desplante  y que usaba un lujoso reloj. También, contaron que era común verlo en un local de Puente Alto llamado Flipperin, jugando en unas máquinas de baile conocidas como Pump It Up. Pese a eso, nunca estaba allí cuando trataban de atraparlo: desde marzo pasado, cuando Enzo Fuentes, su mejor amigo, cayó detenido por el mismo delito, se cambiaba de casa cada dos o tres meses.

Los policías estaban esperando la oportunidad de que alguien cometiera un error. Hasta que en el Facebook de uno de sus amigos un día apareció la foto de varios pasajes en avión hacia Concepción, donde viajó el grupo de YST, la mayoría invitados por él, para participar en un torneo nacional de Pump It Up.

Aunque tomó la precaución de que en la imagen no apareciera el ticket con su nombre, la lista de pasajeros reveló que sí estaba en el vuelo: Pablo Mauricio Leyton Fuentes (YST) era en realidad Marco Simón Almonacid Marchant. Tenía entonces 17 años, vivía en Las Condes y era hijo de una profesora y un ingeniero.

Según la PDI, este mismo joven, junto al  grupo,  cometió estafas que sobrepasarían los US$ 1,5 millones, hasta el momento el mayor fraude que se ha cometido en Chile por medios electrónicos. La cifra, en todo caso, podría subir: "Hay muchas víctimas que aún no denuncian. Otras no se han dado cuenta de que les han robado, sobre todo las que  tienen mucho dinero en el banco", explica el fiscal.

El niño hacker

La primera vez que Marco Almonacid trató de hackear una página, tenía 11 años. Fue para sacar más puntos y acumular más dinero en el Scape, un juego de rol que estaba de moda en 2005. De ahí en adelante, le tomó el gusto por entrar sin permiso a donde quisiera: bancos, empresas,gobiernos, partidos políticos, etc.

Rápidamente le interesó aprender a programar. Entró al sitio www.elhacker.net y allí se encontró con cientos de expertos que comentaban sobre seguridad -e inseguridad- en la web. Pasaba horas encerrado en su dormitorio conectado al chat, primero preguntando y luego él resolviendo dudas a los demás.

"Yo no empecé siendo un criminal, partamos por eso" aclara sentado en un café en el centro de Santiago. Es la única entrevista que ha dado desde que fue detenido el 27 de octubre pasado: la policía lo encontró apenas tres días después de cumplir 18 años, por lo que será juzgado como menor de edad.

YST viste sencillo: pantalón y camisa color café. Le gusta la ropa de marca. Tiene el desplante de un gerente y la desfachatez de quien maneja una billetera abultada a los 18.  Cuando habla de sus delitos, lo hace con una naturalidad desconcertante.

Yo soy tú

Marco Almonacid tenía 16 años cuando lo detuvieron por primera vez. Había hackeado la página web del Partido Socialista, poniendo en el medio del sitio una foto del actual presidente Sebastián Piñera votando en una urna. Sin saber que tras el ataque estaba YST, el PS emitió un comunicado de prensa donde, muy molesto y suspicaz, atribuía la acción al "nerviosismo" electoral de la época. "Han atacado nuestro principal medio de expresión institucional con el  fin de silenciar el mensaje socialista al país y al mundo", decía ingenuamente el texto.

"YST es una ironía: significa Yo Soy Tú, porque siempre me presentaba con nombres falsos. Por ejemplo, Pablo era por un amigo, Leyton por una compañera de curso y Fuentes, por Enzo. Creo que tuve como 10 nombres distintos: Pablo, Pedro, Julio, Simón".

Luego, siguió con la página web del gobierno peruano: en ella instaló una imagen de la Esmeralda. Después arremetió contra el sitio de Farmacias Cruz Verde, cuando estallaron las denuncias por colusión.

Almonacid heredó el fanatismo por los computadores de su padre, un ingeniero que se separó de su madre cuando Marco tenía ocho años. Recuerda que el primer equipo que conoció fue "un notebook de 40 MB y un disco duro de un GB". Estaba en su casa, incluso antes de que él naciera. Era un lujo tenerlo en 1993.

"Soy hijo único. Pero no he sido para nada consentido. Tal vez un poco por mis abuelos y mis tíos, pero por mis padres, no. Nunca fui el típico niñito de Las Condes, aunque estuve en buenos colegios, primero en el Compañía de María y después en el San Patricio. Tenía promedio 5,8, pero no estudiaba nada", dice Almonacid.

Tuvo una infancia complicada. A partir de los 12 años varias veces se fue de su casa. Vive solo desde los 16. Y hace tres meses lo hace junto a su polola en un departamento en el centro de Santiago.
Dejó de ir al colegio en segundo medio, aunque está matriculado para hacer tercero y cuarto medio en un año. Dice que su mejor amigo es como su hermano: Enzo Fuentes Silva, de 19 años, una de las seis personas que formalizó el fiscal Fuentes.

Marco recuerda que de niño empezó a leer los manuales de computación que su papá dejó en la casa. Pasaba días encerrado leyendo libros de hasta 800 páginas. Así fue como aprendió a programar. "Y no me considero un programador malo", agrega con escasa modestia.
De los juegos pasó rápidamente a sacar dinero ajeno. La primera estafa la cometió a los 14 años, cuando vulneró -explica- el sistema de súpergiros de un banco. "Ese día gané $ 4 millones.  Me los gasté en carretes y en un computador".

-¿Y en tu casa no te preguntaban de dónde sacabas tanta la plata?
-Sí. Pero dije que la gané programando para empresas.

También se dio cuenta de que ya no podía actuar con su verdadera identidad. "Al final, YST es una ironía: significa Yo Soy Tú, porque siempre me presentaba con nombres falsos. Por ejemplo, Pablo era por un amigo, Leyton por una compañera de curso y Fuentes, por Enzo. Creo que tuve como 10 nombres distintos: Pablo, Pedro, Julio, Simón. Una que otra vez me presenté con mi nombre, pero cambiaba los apellidos".

No es todo: su nombre sólo lo conocían su amigo Enzo y, recientemente, su polola.  También se aprendió tres RUT de memoria por si le preguntaban cuál era su carnet.

Atrápame si puedes

Cuando lo detuvieron,el 27 de octubre, Marco arrendaba un departamento en Reñaca en 600 mil pesos mensuales. La televisión lo exhibió caminando esposado, con la cabeza en alto. Estaba junto a su polola y a un amigo. "Era bonito, amoblado, con plasmas por todos lados y dos equipos de música. Quedaba a dos cuadras de la playa" cuenta YST.

En el computador tenía abierta la página de un banco. "Prácticamente lo sorprendimos in fraganti. Tenía un bloc de notas con los clientes afectados. Aparecían sus nombres, sus RUT, sus claves de transferencia y el monto que tenían en sus cuentas. Él sabía a quién atacar ", explica el subcomisario Felipe Rodríguez.

El grupo usaba los métodos de phishing y pharming. Ambos tienen la misma finalidad: redireccionan  a los clientes a una página falsa del banco y así roban su contraseña. En el caso de YST su "especialidad" era un virus troyano que se enviaba como mail y que, al hacerle clic, se introduce en el computador. Generalmente mandaban una noticia impactante que la gente la abría de inmediato. Una de ellas anunciaba la muerte del futbolista Alexis Sánchez en un accidente automovilístico.

"Él creó un virus que luego envió a unos 50 mil correos y que se diseminó por la red. Entonces, el delito puede ocurrir desde Arica a Punta Arenas", detalla el detective Acuña. "También logramos determinar que hay víctimas a las que se les  giraba el sueldo apenas lo depositaban. Por eso es recomendable cambiar la clave de internet el día antes de recibir una alta suma de dinero", añade.

Marco no se resistió a la detención. Tampoco negó los hechos. Pero respondió irónico cuando los policías le preguntaron con qué dinero había comprado el notebook que tenía sobre la mesa. "Hago magia en la esquina", les contestó.

Mientras lo trasladaban a Santiago, Marco no dejaba de preguntar  cómo lo habían encontrado si tomó tantas precauciones. "Por magia", le respondieron los detectives.

"Hacía todo con la plata en la mano. La gente me miraba el fajo de billetes y veía que podía pagar. Además, andaba bien vestido, como una persona decente".

Más tarde, averiguó cómo fue que dieron con él: se jactó en su Facebook que su departamento estaba frente a un gimnasio. "¡Y en Reñaca hay sólo dos gimnasios! Uno frente a la playa y el otro frente a un edificio… En todo caso, me pillaron por errores policiales, no informáticos", dice mientras toma un jugo de piña.

Pero no fue tan fácil ubicarlo. "Cada vez que uno somete a una persona a investigación, más aún cuando es alguien que se cuida tanto, se buscan los errores en su vida diaria, los que cometa él o sus amigos.  Éste fue un trabajo largo y en equipo", explica el inspector Acuña.

Al menos a la vista, Marco ha perdido parte de sus "lujos". "Lo que más gasté fue en joyas. Tenía un reloj Rolex de dos millones y medio de pesos y una cadena de más de un millón. Pero me los robaron. Ahora me tengo que acostumbrar a andar con menos plata".  Y añade: "Me gusta la buena vida. Ése es mi vicio".

Para ocultar su identidad, siempre evadió mostrar su carnet: "Hacía todo con la plata en la mano. La gente me miraba el fajo de billetes  y veía que podía pagar. Además, andaba bien vestido, como una persona decente. Jamás iban a pensar: 'este huevón es un estafador, un criminal'".

Junto a sus amigos iban a restoranes y hacían fiestas a diario en un departamento que arrendaba en la calle Marín. El dinero inicial lo gastaron en comprar las mismas máquinas de humo y láser que había en las discotecas que frecuentaban. Marco además viajó por  Chile en avión. "En Antofagasta me quedé en el hotel Radisson", dice.

No se compró un  auto por su edad. Pero se hizo adicto al taxi. La policía supo que viajaba en taxi a Viña sólo para ir al casino. "Una vez me gasté seis millones de pesos allá", cuenta.

-¿Y cuánto es lo más que sacaste de una cuenta?
-Lo máximo que saqué en un día fue $ 10 millones. Y el 90% de esa plata se carreteó. A veces con el Enzo salíamos con dos millones de pesos y volvíamos con 10 lucas. Me acuerdo que una vez salí con tantos billetes que no me cabían en el bolsillo.

-¿Qué pensabas hacer con tanto dinero?
-Mi idea era cumplir 18 y poner un restorán. Quería retirarme a los 20 años. Fue bastante bonito mientras duró, pero ya fue.

-¿Estás arrepentido?

-Sí, un poco. Por ejemplo, en la formalización escuché que una señora no se pudo operar porque le robaron el dinero para su intervención. Ahí me viene el cargo de conciencia, pero nunca voy a saber si fui yo o no.

Marco camina por el centro de Santiago. En la puerta de la PDI lo espera su polola. Es una adolescente de pelo oscuro, con audífonos grandes por los que la música suena a todo volumen. Juntos parecen un par de escolares.

De pronto, YST reflexiona sobre su futuro:"Lo he estado pensando, y si quedo con los papeles limpios quiero trabajar en la Brigada del Cibercrimen".

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