Por Juan Pedro Pinochet Noviembre 17, 2011

Durante diez años, el sacerdote jesuita Felipe Berríos y el administrador público Juan Pedro Pinochet fueron las dos caras de una misma moneda. El primero fue la voz y el carisma de Un Techo para Chile, hasta que decidió partir a Burundi a asumir una nueva misión en su vida. El segundo fue la cabeza, el orden, la planificación y el gestor de una de las organizaciones sociales más exitosas de nuestra historia reciente: un organismo no gubernamental que movilizó a 240 mil jóvenes, que sacó a miles familias de los campamentos chilenos y que hoy día hace lo mismo en 19 países de América Latina.

A partir de ahora, ninguno de los dos estará presente. Juan Pedro Pinochet dejó la dirección ejecutiva y fue reemplazado por Javier Zulueta. No volverá al lugar de donde vino (en 1999 había dejado la gerencia de Parmalat y al poco tiempo fue invitado por Berríos para un proyecto que en esos días se llamaba simplemente "2.000 Mediaguas para el 2000"). Su objetivo es producir la síntesis entre lo que hizo en la empresa privada y en "El Techo". Se hará cargo de la consultora Gestión Social, sociedad entre Tironi y Asociados, Javier Zulueta, Felipe Machado y el propio Pinochet. Ahí buscará, según sus palabras, "meter la responsabilidad social en el corazón del negocio de cada empresa".

En 1999, fue el primer contratado de lo que en poco tiempo pasaría a llamarse Un Techo para Chile. El desafío de las 2.000 mediaguas para el jubileo fue superado con creces: construyeron 5.700. Se ganaron miles de amigos. Y también varios enemigos. Porque hicieron visible una realidad que, según Pinochet, Chile quería esconder: la existencia de 120 mil familias viviendo en campamentos. Doce años más tarde, quedan sólo 30 mil familias, pero sacarlas de esa condición cuesta tanto o más que en el primer día. Y siguen siendo, según Pinochet "la máxima expresión de la exclusión que existe en Chile".

- Hubo varios ministros de Vivienda a los que la presencia del "Techo" no les hacía ninguna gracia…

- Cierto, pero nosotros les decíamos: "Somos los mejores enemigos que pueden tener". Igual el ministro Jaime Ravinet se indignaba, terminábamos a garabatos.

- ¿Qué problema le producía?

- Eran dos: le mostrábamos al país que existía esta realidad que todos querían tapar. Y lo segundo es que la construcción de mediaguas para él era afianzar los campamentos. Y no solamente le molestaba a él: gran parte de la sociedad pensaba igual. Y nuestra respuesta era: "Sí, lo importante es la vivienda definitiva... ¿pero qué pasa por mientras? ¿Cómo se puede vivir dignamente?".

- Ustedes ponían énfasis en que las personas por lo menos sacarían los pies del barro...

- Claro, ¡imagínate levantarte de la cama y pisar barro!

- Por eso las mediaguas se transformaron casi en sinónimo del "Techo"...

- Y hoy día nos pesa. El año pasado, como volvimos a hacer mediaguas por el terremoto, el prestigio de la marca Un Techo para Chile, según Adimark, se fue a pique: la sociedad nos castigó por la asociación con las mediaguas. ¡Y eso que fue épico lo que hicimos!

- De todas formas, lograron una gran penetración entre los jóvenes, especialmente de sectores medio-altos...

- Sí, yo creo que obedeció a un momento histórico... y no sé si lo lograríamos hoy día. La juventud de fines de los noventa era mucho más concreta, menos ideologizada. Los partidos no daban respuestas a la necesidad de participación que había en el país. Y a esos jóvenes les interesaba la relación personal, individual, con las familias con las que estaban trabajando. Nunca vas a ver una marcha de los voluntarios del "Techo"; ellos se identifican con cada campamento en particular.

"En los blocks y las villas hay un altísimo nivel de violencia. Es gente que viene de campamentos en la que ya se hizo una inversión social, por lo tanto no tienen esperanza de salir de ahí", advierte Juan Pedro Pinochet. "De ahí puede salir un nuevo estallido social".

Hace rato que Un Techo para Chile no construye mediaguas. Lo volvió a hacer después del terremoto del 27 de febrero del 2010. Pero fue una excepción: hoy su actividad es acompañar a las familias de campamentos en todo el proceso hasta que obtienen su casa definitiva. Pero la preocupación va más allá de los campamentos: hoy se extiende a las villas y a los blocks que se levantaron en los ochenta y los noventa. Según Pinochet, "son el peor de los males: no hay redes sociales, no hay juntas de vecinos, hay más alcoholismo, drogadicción. A las villas mandaron gente de todas partes y los metieron ahí sin que se conocieran. Y lo primero que hicieron fue enrejarse, protegiéndose unos de otros".

- ¿Son los nuevos campamentos?

- Sí, pero peor. En los campamentos la gente se cuida, mientras que en los blocks y las villas hay un altísimo nivel de violencia. Es gente que viene de campamentos en la que ya se hizo una inversión social, por lo tanto no tienen esperanza de salir de ahí. Y viven hacinados.

- ¿Hoy ese grupo de gente está botado?

- Sí, y ese mundo recién está asomando la nariz. De ahí puede salir un nuevo estallido social: de los allegados, de los deudores habitacionales, de la gente de las villas. Este año, Un Techo para Chile ha levantado varias veces la voz para que no los olviden. Pinochet asegura que "como país tenemos recursos para atender los dos problemas. No deben destinarse recursos para la reconstrucción en desmedro de las familias de campamentos".

- ¿El terremoto les quitó recursos o atención política?

- Es que la atención política es un recurso. La capacidad de gestión está más concentrada en la reconstrucción. Eso agiliza los procedimientos.

- ¿Pero el nombramiento de Felipe Kast como delegado presidencial no cambió las cosas?

- No, todo sigue igual.

Un modelo para desarmar

Con experiencia en el mundo de los negocios y el de la acción social, Juan Pedro Pinochet mira las dos caras de la desigualdad: la  pobreza y también la  riqueza: "No basta con pagar los impuestos, ni con generar empleo... Tienes un rol social y tienes que responder a una necesidad de la sociedad de más participación. El lucro se ha convertido en exceso, en abundancia. El lucro en sí lo encuentro bueno", dice. "Si no, ¿qué mensaje les estamos entregando a los jóvenes que quieren emprender y quieren una justa recompensa por lo que hacen?". El nombre del problema, agrega, no es lucro, sino codicia.

- ¿Nos convertimos en una sociedad codiciosa?

- Así es. Y la mayoría de quienes tienen esa codicia son católicos. Se produce una disociación. Recuerdo que antes de entrar al "Techo" yo era igual: el miércoles a las 11 de la mañana ¡era una bestia en la pega!, pero el domingo a las 11 era un santo. Eso es lo que está pasando. Somos bestias, no tenemos contemplación, queremos ganar y ganar.

- ¿Cómo se termina con esa disociación?

- Tenemos que meter la responsabilidad social en el corazón del negocio de cada empresa. La responsabilidad fundamental de una empresa se ejerce hacia adentro. Por ejemplo, la responsabilidad de un supermercado con su proveedor es cuidarlo, no explotarlo hasta que no dé más. El negocio tiene que ser inclusivo.

- Es mucho más que la filantropía...

- Claro, la filantropía implica que yo voy a hacerte un cheque, pero no te metas en mi negocio. La verdadera responsabilidad es hacia adentro, con tus trabajadores, con tu área de influencia, con tus clientes. Por eso no me gusta la filantropía, porque perpetúa las cosas como están.

- ¿Cómo se instaló en el empresariado esta cultura?

- No es un tema exclusivo de la clase empresarial: hoy en Chile desde prekínder partimos compitiendo,  porque eso nos asegura que el niño entre a determinado colegio y eso le permitirá generar las redes necesarias para la vida, entrar a la universidad y después el posgrado. Una carrera destinada a generar recursos.

- ¿Es el modelo el problema?

- Se ha idolatrado al modelo. Hemos sido superpuristas. Pero, además, como sociedad hemos ido evolucionando hacia el consumismo, la codicia, el clasismo. Por algo somos el país más desigual. Por eso la exclusión que existe. Es cierto que hemos crecido, pero eso no ha ido acompañado de una evolución adecuada en nuestros valores. El crecimiento se ha convertido en nuestra perdición.

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