Por Ana María Sanhueza Noviembre 10, 2011

En Combarbalá, "la NASA" es una sencilla casa amarilla de un piso. Tiene una puerta color madera y bajo ella, tres ranas de yeso, con sombrero y pantalón, adornan uno de los escasos antejardines de cactus y plantas que se ven en las calles de esta calurosa ciudad. Hasta allá, y varias veces a la semana, incluso algunos sábados y domingos, es posible ver entrar y salir niños que suelen andar muy concentrados: visten delantales blancos y cargan libros y maquetas con curiosos experimentos e investigaciones que tienen asombrados a varios de sus vecinos.

En rigor, la NASA de Combarbalá no es lo que se entiende internacionalmente por NASA. Pero en algo se parece: adentro pasan muchas cosas y, constantemente, se arman proyectos, preparan ponencias y desarrollan pruebas. Porque, al fin y al cabo, lo que algunos en Combarbalá llaman la NASA es la casa de la profesora de ciencias de la escuela municipal América, Ximena Villanueva.

padre hijo

El artesano Carlos Puelles junto a su hijo Ronal

Hasta allá, y al caer la tarde, llegan los niños a trabajar, minutos después de que cierran su biblioteca escolar. Se trata del centro de operaciones de un grupo de alumnos que no supera los 13 años y que son parte del Taller de Astronomía que Ximena Villanueva fundó el 2010 y cuyos integrantes  en menos de 12 meses ya han ganado un primer y un tercer lugar en concursos nacionales de ciencias con innovadoras ideas. Una de ellas, creada por César Araya Aguilera y Ronal Puelles Villalobos, del 8°B, incluso podría solucionar un grave problema que afecta a parte de la ciudad: combatir la contaminación local, reciclando el polvo que producen los artesanos de la piedra combarbalita y convertirlo en ladrillos y en fertilizantes para las plantas.

"Son niños muy esforzados y buenos alumnos" dice el director de la escuela, René Munizaga.  "Son muy curiosos, quieren saber y conocer. Y eso es muy importante, porque los científicos son así", añade Juan Seguel, ingeniero del Observatorio Interamericano Cerro Tololo de La Serena y quien conoce de cerca el proyecto.

"Tenían el polvo en el patio de la casa y se preguntaron cómo buscar una solución para un problema cotidiano. Muchas veces la ciencia y la tecnología vienen de la observación diaria de cosas que pasan desapercibidas", destaca el ingeniero del Observatorio Cerro Tololo Juan Seguel.

Ronal es hijo de un artesano en piedra combarbalita y su mamá, tal como la de su amigo César, trabaja haciendo aseo. "Ellos tenían el polvo en el patio de la casa y se preguntaron acerca de cómo buscar una solución para un problema tan cotidiano como ése. Muchas veces la ciencia y la tecnología vienen justamente de la observación diaria de cosas que pasan desapercibidas", destaca Seguel.

Niños de blanco

Hoy, ambos niños son célebres en Combarbalá. La fama la ganaron en noviembre del año pasado, cuando viajaron a Antofagasta junto a su profesora y ganaron, entre 16 colegios de todo Chile, un concurso escolar de astronomía con un proyecto de nombre rimbombante: "Polvo en suspensión y astronomía local: Factores que se contraponen", el mismo que los tiene a 48 horas de volar a Lima para participar en un torneo internacional.

"Fue emocionante. No lo podíamos creer cuando nos nombraron", cuenta Ximena, sentada en su escritorio en la sala de ciencias de la escuela. En las paredes de la habitación hay un corazón, un intestino y un estómago fabricados por los niños en masa encolada, lana y semillas. Además, se observa una cartulina con distintos tipos de hojas de árboles y un acuario de tortugas; un hámster que mordió a la profesora la semana pasada y una caja de vidrio repleta de caracoles tratando de escapar.

Para el aniversario de Combarbalá, el alcalde los premió como ciudadanos destacados junto a un médico, un ingeniero, un vecino que participó en el rescate de los 33 mineros y una mujer que a sus 100 años fue condecorada como la más longeva.

Por estos días, César y Ronal -de promedio 6,9 y 6,6, respectivamente- trabajan a full en su proyecto estrella, perfeccionándolo y afinando detalles. "Estamos bien preparados", afirma Ronal con seguridad, mientras camina bajo el intenso sol de Combarbalá. "Después de Lima, queremos acreditarnos para ir a España o México", agrega César. "O a Paraguay o Rusia", se apura en complementar su amigo.

niños

Ronal, César y sus ladrillos.

Desde que ganaron el concurso, hay gente que reconoce a César y a Ronal cuando andan por la calle, sobre todo si visten con sus delantales. "¿Y cuándo se van a Perú?", les preguntan. A ellos, les siguen los pasos otros dos compañeros del 6°C de la escuela América: Constanza Salinas y Diego Alberto Plaza, quienes el fin de semana pasado ganaron en Antofagasta el tercer lugar en un congreso nacional de astronomía con el trabajo "Cometas amigos o enemigos".

A todo el grupo, en la escuela le llaman "los científicos".

Para estar en el taller, Ximena Villanueva puso una exigencia: los niños deben tener promedio sobre 6. Este año, aunque mantuvo el requisito, la nota más baja es de 6,2.

Los niños científicos de Combarbalá

No es fácil mantenerse. Además de las buenas notas, "hay que tener buen comportamiento, disciplina y buena presentación personal", cuenta Constanza Salinas. El primer año, postularon 25 alumnos. "Pero en diciembre sólo quedaban seis", explica Ximena, entre ellos César y Ronal. En 2011, los premios de los niños duplicaron las postulaciones, y hoy son muchos los que quieren entrar.

En Combarbalá, César y Ronal se hicieron conocidos por el premio, y porque los entrevistaron en la radio Progreso. También  porque, para el aniversario de la ciudad, el alcalde, Solercio Rojas, los premió como ciudadanos destacados junto a un médico, un ingeniero, un vecino que participó en el rescate de los 33 mineros y una mujer que a sus 100 años fue condecorada como la más longeva.

radio

El texto de la bajada

Pero en Combarbalá, César y Ronal son sobre todo reconocidos porque plantearon una idea que hasta ahora no se le había ocurrido a nadie: reutilizar el polvo que hoy queda dentro de las casas de los artesanos y en basureros legales y clandestinos, la que ayudará a evitar la contaminación. También, despejará el cielo al Observatorio Cruz del Sur, la mayor atracción turística junto con la artesanía en piedra. "Su proyecto es muy innovador, me dejó impresionado", dice el encargado técnico del observatorio local, Rodrigo Marín. "En Combarbalá, en general los niños son muy tímidos, en cambio, ellos son muy curiosos y buenos para preguntar. Hasta ahora, a nadie se le había ocurrido reciclar el polvo", añade el ingeniero.

Marín, junto a Juan Seguel, ha monitoreado de cerca el proyecto. El primero los recibe usualmente en el observatorio, mientras que el segundo los aconseja para seguir con su investigación y aplicar el método científico. "Ellos dieron un primer paso, ahora lo que faltan son las consideraciones técnicas. Hay que guiarlos para que sus ideas brillantes lleguen a buen puerto", dice.

El 2012, ambos alumnos por primera vez no serán compañeros. Quieren llegar a la universidad y pidieron a sus familias ir a estudiar a La Serena la enseñanza media. César lo hará primero: ya está becado en un colegio particular subvencionado. Su objetivo es Odontología. Ronal lo hará en 2013: Ingeniería Informática o Astronomía.

César y Ronal pusieron en la agenda un tema recurrente en la ciudad: los vecinos se han quejado históricamente por el ruido y porque todo lo que tocan tiene polvo. Los artesanos están inquietos, pues no saben cuánto les afectan los residuos de la combarbalita.

Llenos de polvo

César y Ronal pusieron en la agenda local un tema que es recurrente en la ciudad: los vecinos se han quejado históricamente por el ruido y porque todo lo que tocan tiene polvo; mientras que los artesanos están inquietos, pues aún no saben cuánto les afecta respirar los restos de combarbalita. "Entre nosotros hemos conversado y estamos muy preocupados. Nos gustaría que nos hicieran exámenes de salud", dice Carlos Sarmiento, miembro de los Toro, uno de los clanes familiares más emblemáticos de la ciudad por su trabajo en la piedra. Su taller está lleno de polvo. Lo mismo su radio y Tormenta, una perra galgo de 14 años cuyo pelaje ya se mimetizó con el color café rojizo de la piedra.

Aun cuando hasta ahora no se han comprobado casos graves, en la ciudad reconocen los riesgos. "Hay enfermedades silenciosas y debemos urgentemente tener una respuesta por parte de nuestras autoridades políticas para dejar de contaminar y, además, no perder la tradición de la artesanía en combarbalita, que forma parte de nuestro patrimonio cultural", explica el alcalde Rojas.

El problema viene de años, al punto que hace una década se construyó un barrio artesanal en Combarbalá con 100 locales, con el fin de que los artesanos dejaran sus casas y trabajaran allí para no contaminar. Sin embargo, insólitamente, su construcción no previó algo clave: los locales son cerrados y sin ventilación.

polvo

Carlos Sarmiento

Una de las escasas investigaciones que se han hecho sobre los efectos del polvo de combarbalita fue en 1996. Según detalla Jorge Aguilera, inspector de saneamiento de Combarbalá, ese año profesionales del Servicio de Salud Coquimbo y del hospital de la ciudad examinaron a varios artesanos. Entre los datos que pesquisaron en el estudio está el que el 93% de los talleres excedían el nivel de ruido permitido y que, de 20 radiografías a artesanos que tenían más de 15 años de exposición, un 40 % presentaba imágenes patológicas, aunque aún no eran graves. Por ello, hoy la seremi de Salud entrega mascarillas y anteojos de protección a los artesanos. También los capacita para que cuiden esos elementos.

De las conclusiones de 1996 surgió la idea de crear el barrio artesanal, hoy "un elefante blanco" dentro de Combarbalá: está desierto, con unas pocas cabras comiendo maleza, y apenas un artesano instalado allí. Su nombre es Hugo Adares, el único de Combarbalá que inventó una máquina que atrapa el polvo. Único hasta ahora, porque César y Ronal trabajan a full en la tercera parte de su proyecto: un moderno extractor de polvo de combarbalita. "Estamos a punto de terminarlo", dicen mientras caminan a trabajar rumbo a  "la NASA" vestidos con su delantal blanco.

Son las 5 de la tarde de un lunes y aún les espera una dura jornada de investigación.

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