Por Ana María Sanhueza Octubre 20, 2011

En marzo, poco después de iniciadas las clases, cuando los profesores del Liceo Bicentenario San Pedro de Puente Alto vieron los resultados de las primeras pruebas de Lenguaje y Matemáticas aplicadas a los alumnos de séptimo básico, se llevaron una sorpresa: los conocimientos que traían eran apenas los de un estudiante de tercero. "No sabían las tablas de multiplicar, leían a empujones y tenían cero comprensión lectora", recuerda la directora, Paulina Jiménez. En cuanto a Lenguaje, la profesora Daniela Orozco cuenta que había niños que aún no sabían separar las sílabas.

El colegio San Pedro es uno de los 30 Liceos Bicentenario que en septiembre de 2010 fueron anunciados por el gobierno como el proyecto estrella para mejorar la educación, buscando imitar el modelo del Instituto Nacional y del Carmela Carvajal: se comprometieron a lograr,  al 2016, subir un 10% en el Simce y 5% en la PSU.

Tal como en Puente Alto, un año después muchos de ellos han tenido que enfrentar problemas, ya sea por la falta de matrículas, infraestructura o las tomas. Pero el elemento común ha sido la mala base con que venían los escolares, a pesar de que en muchos casos eran los mejores alumnos de sus colegios. Esto ha mejorado paulatinamente: hoy 12 de ellos ya han sobrepasado el 80% de conocimiento en las materias; 10 están entre el 70% y el 79%; siete entre el 69% y el 60%, y sólo uno tiene menos de 60%.

"Queremos restaurar en gloria y majestad el gran liceo chileno de todos los tiempos y también al gran profesor  de todos los tiempos", dice Alan Wilkins, asesor del Mineduc y encargado de la iniciativa a nivel nacional.

Ahora, para la nueva camada de Liceos Bicentenario,  postularon 95 establecimientos de todo el país. El ministerio adjudicó 13 nuevos colegios, 17 liceos ya existentes que serán reconvertidos y cuatro establecimientos técnico-profesionales. Una de las instituciones que obtuvieron la licitación fue la Sociedad de Instrucción Primaria, que tomó un recinto que había quedado inutilizable después del terremoto -el Liceo Polivalente Italia, en calle Nataniel Cox-, en el que esperan tener más de mil alumnos. Según plantea la directora de instituto, Lily Ariztía, el sello pasará por su nivel de exigencia: "Los alumnos firmarán un compromiso de responder a un alto nivel de trabajo".

Sin embargo, el proyecto tiene severos críticos. Para Mario Waissbluth, de Educación 2020, este tipo de iniciativas suelen tener buenos resultados, pero no son la salvación de la educación pública, ya que llegan apenas a entre un 0,5% y 1% de la matrícula de educación media. "La pregunta es si estamos desvistiendo a varios santos pobres para vestir a un santo rico". Y agrega: "el buen profesor no es el que educa alumnos aventajados, sino el que sabe sacar adelante a los desaventajados".

Apenas la profesora Rosa Vega llega a clases en el liceo de Rengo, los niños le preguntan: "¿Cuál es el objetivo de la clase?, ¿qué vamos a aprender hoy?".

Nivelación urgente

Pese al bajo nivel con que llegaron sus alumnos, el Liceo San Pedro de Puente Alto es uno de los colegios que se han superado: pasaron de entender el 30% de sus correspondientes materias al 87%.

Paulina Jiménez, su directora, dice que para ello no aplicaron una fórmula, sino una estrategia.  Y muy arriesgada: a diferencia de otros establecimientos, decidieron saltarse por tres meses el currículo oficial y nivelar a los estudiantes con los contenidos que tenían incompletos.

Lo ocurrido en Puente Alto ha sido la realidad de varios Liceos Bicentenario que aceptaron la postulación de alumnos sin importar las notas. "Era la única forma de que fuera un liceo que diera oportunidades a todos", explican Miguel Figueroa y Tania Alvarado, gerente de Educación y coordinadora de Educación Media de la Corporación Municipal de Puente Alto.

Así, mientras en el San Pedro fueron seleccionados alumnos que tenían promedios tan bajos que apenas sobrepasaban el 4,6, en San Antonio el requisito para postular era tener como mínimo un 6,0. Aun así, tuvieron que nivelar a sus alumnos durante dos semanas de reforzamiento.

Ha sido un año de adaptación.  Muchos niños, que eran los mejores alumnos en sus colegios anteriores, hoy han bajado su promedio por el nivel de exigencia. "Pero estamos seguros que ahora aprendemos más", dice Francia Candia (16), estudiante del Liceo San Pedro. Hoy tiene promedio 6,4, pero recuerda el balde de agua fría que fue ver su primera nota de matemáticas: un  4.

Promedio 6 en San Antonio

El caso de San Antonio es distinto: su directora, Gianella Pellizzari, y el jefe técnico, Oscar Céspedes, pusieron como requisito que los alumnos tuvieran promedio 6. De ahí que entraron,al menos en los dos séptimos, muchos de los mejores alumnos de los colegios particulares subvencionados (76%) y de los municipales (24%) de la comuna.

Los resultados de la primera prueba del Mineduc arrojaron que los alumnos tenían un 60% de conocimiento de las materias,  los que subieron a un 87%. Los ayudó la nivelación de dos semanas que les hizo el colegio.

El nivel de exigencia es fuerte: tienen 42 horas semanales de clases, en vez de las 38 de los demás colegios.

La lucha de los liceos estrella

Además, los niños de primero básico que ingresaron este año vienen en su mayoría del jardín infantil municipal Rayito de Sol, desde donde seleccionaron a los más destacados. A ellos ya los motivan a competir: en la sala de clases hay un mural con fotos de los niños rankeados por sus avances en Cálculo Mental en las categorías "automático", "rápido", "mediano", "lento" y "muy lento". También en su capacidad de lectura: el mejor rango es "yo leo rápido y no me equivoco" y el peor "leo muy pocas palabras".

En el otro polo está el Liceo Bicentenario Eduardo Cuevas, de Lo Barnechea, cuyos avances han sido más lentos. Es uno de los dos establecimientos técnico-profesionales que participan en la iniciativa. A la sombra del Cerro 18, sus alumnos provienen de familias con bajos niveles de escolaridad. "Sus mamás son asesoras de hogar en el 95%y sus padres trabajan en la construcción o jardines", explica la directora, Gloria Obregón.

Cuando los 82 alumnos hicieron su prueba de diagnóstico, los resultados fueron peores de lo esperado. Manejaban apenas un 30% de las materias que deberían conocer a su edad. A las diez horas de Matemáticas y diez horas de Lenguaje (que un técnico-profesional normalmente no tiene) sumaron reforzamientos individuales y seguimiento a cada alumno. Los estudiantes llegaban a las 8 a.m. y salían un cuarto para las cinco y además tenían horas extras los sábados si era necesario.

"Se han visto exigidos, pero se acostumbraron rápidamente", explica Obregón. Hoy todavía no llegan a la meta del ministerio. En la última evaluación lograron un 78%.

La sala de clases es sagrada

En la cordillera de Nahuelbuta, al noroeste de La Araucanía, está el Liceo Bicentenario Indómito de Purén. Es una de las zonas más pobres del país. El 96% de los alumnos están en situación vulnerable. Los resultados de la prueba de diagnóstico que hicieron en marzo tampoco fueron alentadores: los niños de séptimo apenas sabían un 40% de los conocimientos que deberían manejar a su edad. Sin embargo, la situación ha cambiado. "Hoy no bajamos del 80%", explica Isabel Pradenas, jefa de la Unidad Técnico Pedagógica de la escuela. Era la meta para fin de año. "Esto ha significado mucha disciplina en el trabajo, mucho sacrificio de los docentes y mantener el aula cien por ciento en función de la sala de clases", explica.

La clave para mejorar, según los expertos del Mineduc, está en esto último: la sala de clases es sagrada. No se "mancha" ni con actos cívicos ni con ensayos de cueca. Y  si el rector tiene que dar un anuncio, debe avisar con tiempo al profesor jefe.

"Los problemas de la educación se resuelven en la sala de clases. La equidad o la inequidad, se establece ahí", explica Raúl Leiva, asesor del Mineduc.

Esto cobra aún más importancia en casos de familias vulnerables, donde se hace difícil el estudio en la casa. Las tareas se mantienen limitadas y se trata de aprovechar cada momento del día. Colegios como el liceo de San Antonio toman al pie de la letra esta idea. "Acá nunca se pierde una sola hora de clase y, junto al jefe técnico, si falta un profesor hacemos la clase nosotros. Don Óscar de Matemáticas y yo de Lenguaje", dice Gianella Pellizari.

Para los alumnos, las reglas han sido un cambio drástico respecto de sus antiguos colegios. "Al principio fue muy brusco", dice Gonzalo Ugalde, de séptimo básico del liceo de Rengo. Un poco más allá, Marilia Cid (12), de anteojos y dos chapes negros, habla decidida: dice que llegó al colegio por voluntad propia y que cuando grande quiere estudiar Medicina forense. "En mi colegio anterior regalaban las notas. Sólo tenías que repasar del libro, memorizarlo y decir exactamente eso, acá no".

Alumnos y profesores comprometidos

Cuando escogieron a los alumnos, en la mayoría de los liceos no sólo fueron clave las buenas notas, también la entrevista personal. Fue eso lo que llevó a Mónica Olivera a matricular a sus tres hijos al liceo de Puente Alto. "No porque estén en un colegio municipal significa que tengan una familia que ocupa el colegio como guardería. Nosotros somos distintos, nos intersa su educación".

A su lado Esteban Jara, padre de los gemelos Sebastián y Brian, asiente. "Acá hay una gran diferencia con su otro colegio. Un ejemplo muy básico es que si antes leían un libro cada tres meses, hoy es uno al mes".

El perfil de los alumnos también es fundamental. Suelen ser curiosos y  buenos para preguntar. "Son niños motivados, que no se quedan con lo básico, sino que  quieren aplicar los contenidos a la realidad", dice Magdalena Caroca, profesora de Lenguaje del Liceo San Pedro.

Rosa Vega, del liceo de Rengo, ha vivido lo mismo en la sala. Apenas llega, los niños le preguntan: "¿Cuál es el objetivo de la clase?,¿qué vamos a aprender hoy?". Y su colega, Francisca Morales, agrega: "Son exigentes. Independiente de su nivel sociocultural, quieren aprender".

Otra característica son las reglas que algunos colegios han implementado: en Puente Alto, si llegan atrasados, deben quedarse los viernes a estudiar, y si sacan su celular en clases, lo requisan por todo el semestre.

Pero no todos necesitan la misma disciplina. Es el caso del segundo medio del Instituto José Miguel Carrera de San Antonio: el 21 de mayo de este año, cuando estaba a punto de empezar el desfile de las Glorias Navales por la ciudad, un grupo del curso llegó hasta la oficina de la directora para decirle que no podían ir a desfilar. No querían perder la clase de Física.

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