Por María José López Mayo 26, 2011

Está lejos de ser el Besós. Sin embargo, el río de Barcelona sí es la inspiración real y causa directa de que hoy día Santiago esté cerca de tener un Mapocho navegable. Cierto: el Besós es el origen de  este proyecto que terminó convirtiéndose en el "capricho" urbano más emblemático de Sebastián Piñera, su antojo más conocido, su símbolo de campaña presidencial, la causa de varios de sus elogios, pero también el foco de duras críticas y parodias.

Todo comenzó hace unos 13 años, durante un viaje de amigos, cuando el arquitecto Cristián Boza sostuvo una conversación con el entonces senador de RN. "Pienso que Santiago debe recuperar su alma, el río Mapocho, tal vez haciéndolo navegable", le comentó el arquitecto según él mismo recuerda. Piñera no disimuló su entusiasmo e hizo los contactos pertinentes. Al poco tiempo, el alcalde de Barcelona, Pasqual Maragall, y los ejecutivos de AgBar -ejecutores de Río Besós y dueños de Aguas Andinas-, los invitaron para analizar in situ el funcionamiento de aquel río.

En España, Piñera y Boza retomaron su diálogo. Eso sí, esta vez el telón de fondo era el río catalán y comenzaron a soñar con la idea de que Chile tuviera su propio Besós: un Mapocho navegable, con juegos de luces y piscinas.

Siguieron recopilando experiencias exitosas. Luego de Barcelona viajaron a Japón, a cargo del suministro de esta tecnología. Boza comenzó a desarrollar la idea con más fuerza desde la Fundación Futuro, de Sebastián Piñera, pero tuvo poca recepción en los organismos públicos de la época. Esto cambió cuando Piñera fue electo presidente y encomendó a su Ministerio de Obras Públicas -encabezado por Hernán de Solminihac- sacar el proyecto antes de 2014.

¿Capricho o necesidad?

Desde entonces la idea de un Mapocho navegable fue objeto de críticas de urbanistas y arquitectos: se cuestionó la factibilidad de hacer navegable el torrente, el riesgo de privatizar sus riberas o el impacto negativo que generarían las obras hidráulicas sobre un territorio tan sensible del paisaje santiaguino.

Uno de los críticos más visibles ha sido Christian de Groote, premio nacional de Arquitectura. A su juicio, que el río sea un torrente cordillerano que arrastra enormes cantidades de lodo y piedras, es un problema. Además ha argumentado que  las "piscinas" serían de agua turbia.

"Para mí era esencial hacer parques urbanos sustentables en torno al río, y que éste, por su parte, no perdiera su esencia de río cordillerano. Este va a ser un proyecto útil y urbano, sin lanchas ni barquitos, como había sido pensado antes", asegura Cristián Boza hijo.

Su otra preocupación, ha dicho, es que si el proyecto se realiza con un sistema de concesiones, el retorno de la inversión mediante el arriendo de botes y motos de agua por sí solo no aseguraría su rentabilidad. Entonces su temor es que pronto aparecerían las "playas", los quioscos de venta de todo tipo, de comida, algodones, dulces, artesanías, salvavidas y toallas, y los arriendos de propaganda que terminarían convirtiendo el río y sus parques, principal espacio público de Santiago, en un verdadero bazar. A ello, ha comentado, habría que sumar la música, regatas,  el concesionario al que se le echaría a perder la esclusa justo durante un invierno inusualmente lluvioso. Este tipo de críticas se repiten en foros especializados como Plataforma Urbana.

Por todo esto hay quienes aseguran que la obra no se ajustaba a la realidad de Santiago, y que más que todo era el capricho -el más caro, de US$ 30 millones- de Piñera.  Por lo mismo se comentó que el ministro del MOP no era partidario de esta iniciativa.

Según explican desde su entorno, lo primero que se conoció del proyecto eran esas imágenes de aguas cristalinas, cosa que a él no le gustaban. Como él es ingeniero se preocupó de que éste no sólo fuera un proyecto decorativo inútil, sino que tuviera un objetivo claro y de servicio a la sociedad. Además, aseguran en el ministerio, De Solminihac vivió en San Antonio, Texas, y tenía esa referencia de río ciudadano. Entonces, decidió hacer cambios.

Oficialmente, en el MOP resumen así la opinión del ministro: "Hemos hecho modificaciones a la idea original, con el objetivo claro de que este parque tuviese una misión de servicio para la ciudad. Que convocara, reuniera y 'devolviera' el río Mapocho a los santiaguinos y sus visitantes. Y que las familias de Santiago disfrutaran y aprovecharan, también, los rasgos que le son característicos: este es un río cordillerano, que tendrá un parque con vegetación acorde".

Fue en enero, luego de la simbólica instalación de la primera piedra, cuando se anunciaron esos cambios: el proyecto se haría en varias etapas, y en vez de transformar todo el curso del río de una vez, limitaron su primera intervención a un tramo de 1 kilómetro, concentrando las obras mayores en un gran terreno eriazo ubicado al final del Parque de Los Reyes. Se incorporará un curso de agua al interior del parque, para generar un "balneario urbano" que estará rodeado de canchas deportivas, museos, embarcaderos y paseos.

Esta primera etapa del proyecto está a pasos de concretarse: a mediados de junio el arquitecto Cristián Boza hará entrega de las carpetas e imágenes con su diseño final al MOP. Por su parte, en agosto, Arcadis -a cargo de la parte ingenieril de la obra- hará entrega de sus estudios. En tanto, el ministerio prepara el proceso de licitaciones para adjudicar la construcción de la obra y así comenzar el movimiento de tierra a principios del próximo año.

Boza no disimula su alegría. "Santiago va a recuperar su río. La inconmensurable extensión de Santiago ha hecho que pierda su alma, y, por fin, ahora volverá a ser aquel lugar que vio Pedro de Valdivia cuando llegó: un río que bajaba de la cordillera al mar", señala.

Río abajo

Boza junior sube a bordo

Estos cambios, en parte, se deben a que en 2010 el Mapocho Navegable tuvo un giro. Con todas las críticas a mano, la oficina ejecutora del proyecto, Boza Arq -encabezada por Cristián Boza Díaz- le pidió a su hijo, Cristián Boza Wilson (32), paradójicamente crítico del proyecto, que se integrara a su oficina para trabajar juntos en este tema. Boza jr., arquitecto con estudios en la Universidad Católica y Máster en Paisaje e Infraestructura de la Universidad Diego Portales, aceptó el desafío con un compromiso: que sus ideas fueran consideradas. "Para mí era esencial hacer parques urbanos sustentables en torno al río, y que éste, por su parte, no perdiera su esencia de río cordillerano. Este va a ser un proyecto útil y urbano, sin lanchas ni barquitos, como había sido pensado antes", fue lo primero que dijo.

Él trabajó con un equipo de ocho personas -Diego Labbé, Eduardo Ruiz, Michel Carles, Víctor Alegría, Javier Moya, Pedro Pedraza y Roberto Incristie-, además de Ricardo Gazitúa, de la Dirección de Arquitectura del MOP: todos monitoreados por Cristián Boza padre. Juntos se encargaron de que esas fotografías fueran parte del pasado y le encargaron a Aguas Andinas que estudie el tratamiento de las aguas y a la empresa Arcadis, que encabece los análisis ingenieriles correspondientes. Desde entonces Boza se reúne semana a semana con ellos, con Loreto Silva, subsecretaria del MOP y brazo ejecutor del proyecto, y con el ministro para afinar detalles.

Lo primero que hicieron fue descartar la opción de un Mapocho transportable y navegable: decidieron que era inviable. "Tiene un torrente de agua pedroso, sedimentoso y de gran corriente, además de una tremenda extensión", indica Boza Wilson. Por lo tanto, rebautizaron el proyecto con el nombre Parque Renato Poblete.

Luego, y debido al corto plazo que tenían para desarrollar el proyecto, desecharon la idea de trabajar en una sola etapa los 34 kilómetros que recorre el Mapocho en su totalidad, de la Plaza San Enrique a Pudahuel: optaron por hacerlo por fases y sectores específicos. Tras meses de investigación, decidieron trabajar en el tramo que va desde el Parque de los Reyes hasta el centro cultural Matucana. Se trata de un trazo de un kilómetro, y 22 hectáreas, exactamente entre el puente Bulnes y La Máquina, que corresponde a un lugar estratégico de la ciudad: en este punto convergen cuatro comunas populares -Santiago, Quinta Normal, Renca e Independencia-, carentes (a excepción de Quinta Normal) de espacios verdes recreacionales, deportivos y paisajísticos.

En esta zona hay un brazo del río que se desvía del cauce principal. Ahí se creará la laguna que tendrá como máximo 400 metros de extensión. Para ello se instalarán cuatro esclusas de goma, que según explican el el ministerio, son una especie de flotadores que se inflan y se desinflan, para que desvíen el agua hacia adentro, o afuera de la laguna, dependiendo del caudal. "La creación de este brazo del río se debe a la  instalación de esclusas en el Mapocho. Estas permitirán el ingreso de agua desde el río y su posterior salida, para devolverla a su lecho", señala el ministro.

Para Cristián Boza hijo, esta operación implicaba la generación de grandes áreas verdes y acuáticas, por lo que comenzó a investigar cómo funcionaban parques sustentables internacionales y así aplicar su tecnología en Chile. Al mismo tiempo habló con expertos en paisajismo sustentable de última generación, la inclusión de ciclovías, e iluminación respetuosa. "Especialistas nos dijeron que no basta que la luz sea eficiente, sino que no contamine: que no impida ver las estrellas, ni que afecte la vegetación y su proceso de fotosíntesis", señala.

Así se diseñó este primer tramo, que contempla ocho áreas clave: la zona de acceso a la plaza -que incluye restoranes, canchas de fútbol y camarines-; la isla y el embarcadero; el parque botánico; el museo del agua; el anfiteatro; el balneario; juegos de niños; y fuentes de agua y géiser (ver imágenes).En total la inversión será de US$ 30 millones y se está desarrollando una corporación -integrada por el MOP, Aguas Andinas y las municipalidades- que se hará cargo de la gestión.

Eso sí, lo del balneario aún está por verse: a pesar de que sí serán limpias, no está decidido si serán aptas para el baño. Pero de lo que sí hay certeza, es que que una vez concluida esta primera etapa -en 2014-, se continuará trabajando el resto río: el proyecto en total contempla 36 esclusas y 34 kilómetros de extensión.

Respecto a los plazos, el panorama es incierto: dependerá de los otros gobiernos o municipalidades a cargo. De todas formas, hasta el momento se proyectan, además de la ya mencionada, otras cuatro áreas más para intervenir: Oriente -área que se piensa como un lugar con enfoque recreacional y turístico-; Providencia -sería un polo turístico y comerial-; Santiago Centro -con perfil cultural y gastronómico-; y la zona de Quilicura y Pudahuel, pensado como sector de apoyo a las industrias de la zona.

Con todo, siguen las críticas, y Boza Wilson reprocha aquellas que considera poco constructivas: "quienes se oponen no ofrecen soluciones. Si mi padre y el presidente no se arriesgaban tal vez nunca se hubiera hecho. Mi padre sabe que está haciendo cosas que son controversiales. Lo importante es atreverse", afirma. De todas formas, asegura que trabajaron con poco tiempo. "El mensaje del presidente fue claro: quiere que este proyecto esté listo durante su gobierno, y de acuerdo a ese timing, nosotros desarrollamos este esquema. Hay quienes dicen que este es el capricho más caro de Piñera, y yo les encuentro la razón. Yo también tengo una visión crítica de la iniciativa, pues es difícil hacer proyectos ágiles, pragmáticos y de buena calidad en corto plazo".

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