Por Ana María Sanhueza Noviembre 26, 2010

Apenas el ex minero Jorge Orellana supo que 33 mujeres de Lota se habían tomado El Chiflón del Diablo, en protesta por el fin de los 12 mil empleos de emergencia post terremoto en la VIII Región -de los cuales 1.000 son de Lota-, recordó sus viejos tiempos de manifestaciones. Agarró su casco, se vistió con su overol azul marino y bajó a la mina. "De esto, salen en andas o pisoteadas", les advirtió el martes 16 de noviembre 150 metros bajo tierra.

Orellana es un "experto en movilizaciones". Si alguien en Lota sabe de huelgas y protestas, es justamente él: "Soy hijo y nieto de mineros y nací en cuna comunista", dice mientras camina por el frontis del malogrado edificio del Sindicato N° 6 de mineros y donde cada dos pasos -literalmente- lo saludan lotinos de todas las edades. Está vestido con su característica boina roja, su chapita del Che Guevara y un teléfono celular con la imagen de Salvador Allende en la pantalla. En 1997, ante el cierre de la Empresa Nacional del Carbón (Enacar), no sólo fue el vocero de la huelga de hambre de sus compañeros del sindicato. También, en medio de las protestas en Santiago, se tomó los edificios de la Corfo y el Ministerio del Trabajo; le puso velas al caballo de Manuel Baquedano en Plaza Italia e, incluso, fue parte de una comitiva que apagó la Llama de la Libertad con un paño mojado. "Siempre he sido activista de masas", relata.

Hoy, a casi 14 años del cierre de la mina, Orellana tampoco deja de protestar. Si antes lo hizo por el fin de Enacar, hoy lo hace porque Lota es una de las zonas con mayor pobreza y cesantía en Chile. Este complejo escenario se generó a partir del cierre de la mina, donde trabajó por 16 años, y es, para muchos, la razón de por qué la ciudad no ha despegado, pese a su alto potencial turístico. Así, la huelga que protagonizaron las 33 mujeres, respaldadas por Orellana -quien les aconsejó cómo sobrevivir en una mina durante toda la semana-, fue reflejo de esta precariedad. La acción puso a esta zona en la mira nacional, tal como ocurrió en 2007 con la toma del "Liceo Acuático", bautizado así por las inundaciones de sus salas y pasillos todos los inviernos. Lota tiene un 28,2% de pobreza y un 11% de desempleo, que las autoridades locales consideran "disfrazado". El argumento: la ciudad también encabeza el ranking de ser la zona con más empleos de emergencia. Entre ellos el Programa de Mejoramiento Urbano (PMU), que funciona aquí desde el cierre de la mina y que, en el mejor de los casos, entrega $ 150 mil al mes.

Lota tiene un 28,2% de pobreza y un 11% de desempleo, que las autoridades locales consideran "disfrazado". El argumento: la ciudad también encabeza el ranking de ser la zona con más empleos de emergencia.

Luis Zambrano, presidente de la Cámara de Comercio, está seguro que la cesantía es mucho más alta que la cifra oficial. De hecho, índices históricos hablan que en la ciudad el desempleo siempre ha bordeado el 17%. Las tiendas de la ciudad a las que representa Zambrano resienten las cifras rojas. "Me gustaría que Lota hiciera noticia por otras cosas, pero lamentablemente la realidad es otra", afirma.

Pero donde más afecta la pobreza y la falta de empleo es en el corazón de la economía de la ciudad: la enorme feria que ocupa más de once calles en pleno centro y la única en Chile -el orgullo local- que está abierta los 365 días del año. "Nuestros clientes son personas que trabajan en empleos de emergencia. Nosotros vivimos gracias a ellos", dice María Pedreros, presidenta de la feria, que agrupa a 600 locatarios y aporta unos 2.400 puestos de trabajo, sin contar los vendedores ambulantes que viven en torno a ese mercado.

El diagnóstico de María sobre la ciudad donde nació es el de una especialista: "Lota ya no es la que era cuando trabajaban los mineros. Esta feria era el gentío más grande, porque tenían plata dos veces a la semana. Pero todo eso se perdió y ahora lo que levanta Lota son los empleos de emergencia".

Lota en huelga

La frase del cartel que recibe a los turistas en El Chiflón del Diablo parece una ironía dada la huelga de hambre que duró hasta el pasado lunes: Lota Sorprendente, el proyecto de rescate patrimonial que financia desde 1998 la Fundación Chile, uno de los primeros planes para levantar la ciudad tras el cierre de la mina de carbón.

La última rebelión de Lota

Además del pique que se tomaron las lotinas, la Fundación administra el Parque Isidora Cousiño, el Museo de Lota y la hidroeléctrica Chivilingo. Se trata de un plan turístico que proyectó para replicar los procesos de reconversión en Gales en 1981, en el cual contrató a ex mineros como guías turísticos para mostrar la mina. Los ingresos anuales por concepto de venta de entradas son de $200 millones, pero el costo total es de $400. De esto, la mitad lo subsidia Corfo. Lo grave es que el programa se acaba dentro de seis meses. Una razón por lo que en Lota ya existe un plan para convocar turistas y que está truncado por la falta de recursos y por el terremoto. "Se nos cayeron 2.500 casas y otras 3.500 quedaron en mal estado", explica Vasili Carrillo, jefe de gabinete de la municipalidad.

El alcalde Venegas asegura que fue el terremoto el que congeló sus planes. Su idea es convertir a la ciudad en polo turístico de la zona: instalar, en 140 hectáreas, un zoológico, un teleférico, un parque jurásico, canopy, una laguna artificial y un circuito gastronómico para aprovechar su patrimonio histórico. Pero falta inversión: la única construcción nueva es la remodelación, en agosto pasado, del "Liceo Acuático" y que se consiguió tras las movilizaciones de los secundarios que lideraron la Revolución Pingüina: los escolares lotinos se jactan de ser los primeros en protestar del movimiento nacional.

"Hace años que no veo algo nuevo en Lota. Antes, el teatro era un ícono de la ciudad, pero ya no funciona. Faltan recursos y que venga gente y dé trabajo", dice María Pedreros.

Hoy, en Lota sólo hay cuatro hoteles y tres residenciales. Además de varias fuentes de soda, bares, dos modernos pubs y algunos restoranes en el sector de Lota Alto. También, un importante centro cultural, el Pabellón 83, que es financiado con aportes privados. "A Lota cada año vienen 170 mil personas a conocer El Chiflón y el Parque, pero es gente que viene y se va. Si acá se estableciera un circuito, la gente se quedaría por dos días o más. Pero para eso se necesita gastronomía y hotelería", explica Mauricio Torres, jefe de Planificación de la municipalidad.

De minero a peluquero

La falta de recursos e infraestructura no son los únicos problemas que la ciudad arrastra desde 1997: en Lota hay consenso que la reconversión de los mineros fue un fracaso. Un ejemplo es el Parque Industrial, pensado como polo de desarrollo y que hoy está casi deshabitado tras la estampida que provocó la crisis asiática. De la docena de empresas que se instalaron, entre ellas dos fábricas de calzados, hoy quedan dos pesqueras, una maestranza y Cecinas Lota, un emprendimiento local exitoso que tomó la decisión de seguir invirtiendo acá. Pero del Parque, muchos empresarios se fueron luego que terminaran los beneficios tributarios y el subsidio a la mano de obra de Corfo.

Tras el cierre de la mina, un buen momento de Lota fue la llegada de dos universidades privadas: Arcis y Viña del Mar. También la instalación de los talleres culturales para jóvenes "Balmaceda 1215", que integraron a una generación que hoy marca pauta en la ciudad. Pero hoy ninguna de las tres instituciones funciona.

Según el ex edil de Lota Patricio Marchant (ex DC), lo mejor de la ciudad tras la fallida reconversión, fue la instalación de la banca a distancia del BancoEstado, la cual creó más de 500 puestos de trabajo, y el Centro de Formación Técnica de la Universidad de Concepción, que permite a los jóvenes cursar carreras técnicas y terminar las ingenierías en ejecución en la universidad. "Con la reconversión entró mucha plata, con capacitación para los mineros, pero con carreras sin asidero porque no había interés ni expertise. Hubo mucho negociado en becas, se botó mucha plata y hubo poco control. El rol fiscalizador fue tenue", critica Marchant, quien de antemano anuncia que quiere volver a ser alcalde.

Uno de los mineros que intentaron distintos emprendimientos es Orellana: fue carnicero y luego probó con una empresa de seguridad. Pero tras un confuso incidente con Carabineros, perdió el permiso. Hoy vive junto a su mujer y a dos de sus tres hijas -ambas son estudiantes- con $ 300 mil al mes. Y en una mediagua, pues su casa se cayó con el terremoto. De ellos, $ 200 mil corresponden a su pensión como ex minero y el resto lo recibe por su artritis: "Trabajé muchos años arrodillado".

De sus ex compañeros, cuenta que muy pocos se reinventaron, salvo algunos mueblistas que aún trabajan en Lota. "Hubo cursos de peluquería, de barman y repostería, pero prácticamente ninguno prosperó, salvo algunos mueblistas. Hoy muchos son taxistas y otros se fueron al norte", explica.

La última rebelión de Lota

"Sindicato" de abstemios

Es sábado 20 de noviembre y el sector donde fue filmada "SubTerra", la película de Marcelo Ferrari que revolucionó a gran parte de los 49 mil habitantes de Lota, está repleto de mujeres con los overoles que usaron en los ocho meses que duraron los empleos de emergencia: barrían calles, cargaban carretillas y recogían escombros, entre otras funciones. Frente al cartel que dice "ex locación" -colgado para que los turistas vean que allí se hizo cine-, está la olla común que abasteció al improvisado campamento que se instaló hasta el lunes 22, cuando más de 70 personas fueron desalojadas por Carabineros.

Abajo, en el frío ambiente de El Chiflón del Diablo, las mujeres se mantienen firmes en la huelga y envueltas en frazadas. Una de ellas es Eugenia Sepúlveda. A sus 44 años, tiene una hija y dos nietos que mantener con los $150 mil que gana al mes. "En Lota no hay trabajo. Llegué hasta cuarto básico y esto es lo único que tengo", dice.

Mónica Torres vive en Lota. Ella fue una de las mujeres que accedieron a los puestos de emergencia creados después del terremoto y que administró el Cuerpo Militar del Trabajo. Ella es un caso curioso dentro de Lota: nunca antes había participado de un movimiento social en una ciudad donde hay más de mil organizaciones, entre ellas clubes de rayuela, centros deportivos e, incluso, una agrupación de abstemios. Además, hay 30 sindicatos -pese a que ya casi no quedan empresas- y 110 juntas de vecinos. "Acá hay hasta un sindicato de extras de la película SubTerra", dice el alcalde Venegas. "¡Agrupación!", lo corrige rápido Luis José Gajardo Silva, un hombre de no más de 1.50 metro de estatura que actuó de minero y que acaba de quedar desempleado nuevamente. "Yo estaba cesante en ese tiempo. Me pagaron $ 8 mil diarios por seis días y nos daban desayuno, almuerzo y té. Salgo hasta en los afiches y en primer plano", se jacta.

Gajardo recuerda que cuando estaba por terminar la filmación, "nos dio por organizarnos. Fue idea de los mismos compañeros, porque éramos 600 extras. Yo era el encargado de las relaciones públicas. Lo hicimos por si hacían una nueva película. Ya no nos pueden pagar lo mismo", dice.

"Los lotinos tenemos en nuestro ADN las manifestaciones sociales, y las emprendemos cuando el diálogo no se genera", dice Daniel Carrillo, hoy estudiante de Derecho en Concepción y quien en 2005 fue líder del "Liceo Acuático". Carrillo es un botón de muestra de la situación social de muchos de los jóvenes de Lota. Su madre trabaja en un PMU y durante años vivieron él y sus dos hermanas con los $ 150 mil mensuales que gana hasta hoy. "¿Y quién puede vivir con eso?", recalca. "Para mí, hoy Lota está en condiciones paupérrimas y en un escenario muy complejo. En vez de avanzar, retrocede. No hay inversión de privados y uno de los pocos edificios que había en el centro hay que demolerlo por el terremoto", añade el actual presidente de la Juventud Socialista.

Según Daniel, la huelga de las 33 mujeres "es una muestra del retroceso económico y social que vivimos en Lota. Porque en vez de seguir luchando por empleos de emergencia, deberíamos estar peleando por mejores condiciones laborales". Para Jorge Orellana, en tanto, la toma tiene mucho de positivo, porque el país volvió a mirar a Lota y su pueblo retomó el espíritu de lucha. "Este movimiento es inédito incluso aquí. Yo nunca vi a mujeres soportar tantos días bajo una mina y en huelga de hambre. Después de esto, quedaron preparadas para todo", dice.

La huelga terminó el lunes pasado cerca de las 23 horas, cuando consensuaron un plan con el gobierno. "El compromiso es transformar a corto plazo estos empleos de emergencia en trabajos productivos. La idea es que los cupos pagados por el Estado no se eternicen, como ha sido la tónica de Lota desde 1997", explica el seremi del Trabajo de la VIII Región, Alejandro Reyes.

Así, en los próximos días las "33" sabrán si finalmente salieron de la huelga "en andas o pisoteadas". Al menos, ya hubo una primera señal al respecto, cuando la noche del lunes sus compañeras las ovacionaron cuando salían una a una desde El Chiflón del Diablo.

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