Por Emilio Maldonado Noviembre 19, 2010

"En 1987 yo no era abogado, pero confiaba en Juan Agustín Figueroa. Un día, cuando surgió la controversia por el Hotel Neruda, él dijo que ellos (la fundación) eran los únicos herederos del legado de mi tío. En ese instante, se rompió la confianza".

Rodolfo Reyes Muñoz (61 años), sobrino de uno de los autores literarios más reconocidos de habla hispana, no oculta su molestia. Sentado en su oficina del décimo piso en la casa matriz de Codelco, donde se desempeña como abogado del staff jurídico de la estatal, entre los papeles y contratos de la cuprera aparecen escritos y actas relacionadas con su mayor cruzada personal: recuperar los derechos que él y su familia reclaman de la herencia del vate.

Desde 2006 que Reyes, a nombre de la sucesión de herederos de Neruda, ha iniciado diversas acciones civiles y penales contra la fundación que preside Figueroa, y en contra del empresario Ángel Maulén, por el uso indebido -a su juicio- de la "marca" Neruda en su cadena de hoteles.

La disputa, lejos de terminar, se reactivó hace un mes, luego que la jueza árbitro Laura Novoa les hiciera llegar un fallo que podría convertirse en la punta de lanza de la ofensiva final de los herederos.

Redactada el 12 de octubre, la resolución de Novoa -fruto de un arbitraje iniciado en junio de 2009- arroja humo blanco, aun cuando siembra dudas que ambos bandos interpretan como una victoria para sus respectivas causas.

Un fallo, dos lecturas

En simple, el dictamen de la abogada establece que la escritura firmada entre los herederos y los representantes de la entidad sin fines de lucro en septiembre de 1987 (en la cual se establecía la cesión de los derechos de los descendientes a la fundación) no es un contrato de compra y venta, sino un acuerdo de cesión de derechos respecto a la herencia de Neftalí Reyes.

Rodolfo Reyes ha tratado de averiguar cómo se gestó el traspaso de la casa en Isla Negra, a inicios de la década del noventa, bajo el gobierno de Patricio Aylwin -en el cual Figueroa se desempeñó como ministro de Agricultura-, y que obvió a los descendientes.

Novoa cita el acta del 16 de septiembre de 1987 e insiste en que si aparecen bienes no culturales, éstos serán de exclusiva propiedad de los reclamantes: los Reyes.

Al mismo tiempo, en el punto cuarto del fallo, se deja constancia que se excluye de la cesión el porcentaje proporcional de ingresos por la venta de obras literarias, fijado en un 25% de lo recaudado en beneficio de los descendientes. "Esto nos reconoce el rol de herederos", dice Reyes. "Lo hicimos como un acto de buena voluntad el dejarles el 25%", alega Figueroa.

Al recibir la notificación por correo, Reyes llamó de inmediato a Bernardo Reyes, poeta al igual que su tío Neftalí, y se pusieron en contacto con el resto de los integrantes de esta sucesión. El fallo era para celebrar.

Mientras tanto, en las dependencias de la Fundación Pablo Neruda, cuyas oficinas se emplazan en "La Chascona", a los pies del cerro San Cristóbal, la resolución también fue leída favorablemente. Según los directivos de la fundación, el escrito de 43 páginas de Novoa les daba la razón y ponía un freno definitivo a las pretensiones hereditarias de los Reyes. Craso error.

Como viento sobre fuego, el fallo arbitral avivó las pretensiones de los sobrinos y sobrino-nietos del premio Nobel, quienes esperan que por fin, luego de 23 años, se les reconozca su derecho como últimos tenedores del legado del poeta nacido en Parral.

Es tanta su confianza que ya diseñaron una estrategia. Primero, conseguir que la Corte Suprema clarifique su estatus de herederos. Luego de esto, enfocarán su puntería en Ángel Maulén, para finiquitar una millonaria causa contra el uso de la "marca" en el hotel del empresario. Como capítulo final, se proponen revisar minuciosamente los contratos entre la Fundación Neruda y privados, no descartándose la revocación de ciertos poderes a Figueroa y compañía. La pelea recién comienza para los sucesores del Nobel.

La última batalla por el Nobel

Conversaciones con el régimen

Luego de la muerte de Neruda, en septiembre de 1973, Matilde Urrutia comenzó a tener cercanía con la familia del abogado Juan Agustín Figueroa, a quien conoció en un campo en Coelemu.

A inicios de los ochenta, Figueroa comenzó a asesorar a Urrutia. Finalmente, la última mujer del poeta, le encomendó la misión de crear una fundación que perpetuase su legado y que, al mismo tiempo, constituyera una garantía de que los bienes adquiridos en vida por el poeta y  su obra intelectual, quedase resguardada y blindada ante posibles pretensiones expropiatorias del régimen militar que gobernaba el país.

Tras la muerte de Urrutia en enero del 85, la Fundación Neruda, presidida por Figueroa, comenzó su funcionamiento. Reuniones con altos personeros de gobierno, y diversas intervenciones y cartas, terminaron por convencer a Pinochet de que la organización no sería un apéndice del Partido Comunista, donde militaba el Nobel.

Con la personalidad jurídica ya en sus manos, en mayo de 1986, la tarea de Figueroa se concentró en lograr que la totalidad de los bienes del ex candidato presidencial del PC quedase en manos de la fundación. Para ello, tomó contacto con Rodolfo Reyes Muñoz, hijo de uno de los cuatro hermanos de Neruda.

Tras inventariar los bienes y las obras del poeta, el 15 de septiembre de 1987 ambas partes acudieron a la calle Mac-Iver a firmar un contrato de acuerdo ante el notario Raúl Undurraga Laso. En el tercer piso del céntrico edificio donde funcionaba la Notaría, tanto Reyes (en representación de los herederos), como el arquitecto Raúl Bulnes Calderón y el economista Flavián Levine Bowden, miembros del directorio de la naciente entidad cultural, firmaron un acta bajo el rótulo "Cesión de Derechos Hereditarios". Este título es el que, precisamente sirve hoy de base para el reclamo de exclusividad que arguye la fundación.

El objetivo principal de esta guerra de sucesión son los contratos que ha realizado la Fundación Neruda con empresas, los cuales no han sido conocidos, según Reyes, ni por él ni por sus representados. En la entidad rechazan de plano esta acusación.

Al día siguiente, Reyes Muñoz acudió a la misma notaría con el fin de redactar una nueva acta, donde quedara constancia que la cesión no incluía aquellos bienes que le hayan pertenecido al vate, pero que a la fecha de la firma, fuesen desconocidos por las partes y que no hubiesen sido incluidos en el inventario. Reyes y sus hermanos se aseguraron de dejar la ventana abierta para conservar los derechos patrimoniales de futuros artículos no culturales del fallecido tío. Con la presencia de Bulnes y Levine, la nueva escritura fue firmada.

Son precisamente estas actas las que sirvieron de base de análisis al fallo de Laura Novoa, escrito que fue reclamado por los Reyes, presentando un recurso de casación en la forma ante la Corte Suprema  hace un par de semanas, para que no quede lugar a dudas ni a interpretaciones su supuesto derecho sobre la herencia del Nobel.

Una cuestión de marca

Precisamente la definición de qué es un bien no cultural es la piedra de tope que enciende los bríos en ambos bandos. Reyes sostiene que la marca "Neruda" no fue cedida, porque es un bien económico no incluido en el inventario del 87 y, para que exista, debe alguien inscribirla y crearla, tal como lo hicieron los herederos en 2006. Figueroa rechaza este punto de forma categórica: "Ellos no son dueños de ninguna marca, ni lo serán. Somos los únicos herederos del legado de Neruda y así consta en el fallo de la señora Novoa y en las actas del 87".

Es en la marca donde está el mayor potencial del "negocio Neruda" y así lo entiende la sucesión. Durante los últimos años ha aparecido una serie de productos y establecimientos con el seudónimo del Nobel, como el salón VIP de Lan Airlines en el aeropuerto de Santiago; la cepa de un vino y hasta chocolates, además de la cadena de cuatro hoteles de Maulén, conocido por los colegios Pedro de Valdivia y el preuniversitario de mismo nombre.

Convencido de que tenía el derecho a autorizar el uso de la marca de su tío, Rodolfo Reyes acudió a fines de 2006 a las oficinas del Instituto Nacional de Propiedad Industrial (Inapi) e inscribió para la categoría "hoteles" el nombre Neruda. Acto seguido, envió un correo a Maulén, informándole de su titularidad sobre ese nombre, y cuestionándole que bautizara su cadena bajo este rótulo. La respuesta del empresario, mediante el mismo correo, fue simple. La Fundación Pablo Neruda, "la única titular de este derecho patrimonial", había visado en 1998 el nombre.

La última batalla por el Nobel

Doce años después Juan Agustín Figueroa relata el episodio. Efectivamente autorizaron el nombre porque no es propósito de la fundación, sostiene, entrar al rubro hotelero. "Y se hizo gratis. Acá no hubo pago de por medio ni canje ni nada, como cree el señor Reyes. La autorizamos porque somos los dueños de esa facultad, desde que ellos (la sucesión) cedieron sus derechos hereditarios en 1987", afirma el jurista.

Fue luego del episodio de 2006 que las cosas no se arreglaron jamás. La confianza que tenían en el presidente de la fundación de su tío, asegura Reyes, se perdió. Ante la negativa del cambio de nombre, demandaron al hotel por 155.000 Unidades de Fomento (casi US$ 6,7 millones), caso que espera su fallo en el 11° Juzgado Civil de Santiago.

La respuesta de Maulén fue doble: atacó pidiendo la nulidad de la marca ante el Inapi y consiguió que la Fundación Neruda solicitara lo mismo. "La sucesión cedió los derechos de herencia a la fundación y por lo tanto no tenían derecho a pedir esa marca", comenta el abogado de la fundación, Rafael Covarrubias, del estudio Porzio, Ríos y Asociados. Durante 2011, según los tiempos que manejan todos los involucrados en el "affaire Neruda", podría resolverse el misterio de quién es el verdadero dueño de la marca.

El quiebre de las relaciones y el hecho que la propia organización cultural los demandara ante el Inapi, hizo irreconciliables las posturas, lo que gatilló el arbitraje de la abogada Novoa. Y hoy la paz no parece estar cerca.

La última cruzada de los Reyes
En la fundación creada por petición de Matilde Urrutia reconocen la persistencia del clan Reyes para recobrar el papel de herederos. Rol que en la vereda opuesta, aseguran nunca haber perdido.

El objetivo principal de esta guerra de sucesión son los contratos que ha realizado la Fundación Neruda con empresas, los cuales no han sido conocidos, según Reyes, ni por él ni por sus representados. En la entidad rechazan de plano esta acusación.

"Ellos quieren publicitar una preponderancia que no tienen", dispara el presidente de la entidad cultural, Juan Agustín Figueroa.

Tal persistencia o "porfía" como lo catalogan en la fundación, ha sido casi personal de Rodolfo Reyes, quien en representación de 13 personas y con la ayuda de su hija Paola y de su socia Elisabeth Flores, ambas abogadas, ha dedicado días completos a buscar alternativas y formas de asegurar el derecho patrimonial pretendido.

Han inscrito las marcas que utilizan el seudónimo; llevado el juicio ante el Inapi; presentaron la demanda civil contra el hotel y, posteriormente, en marzo de 2009, una querella criminal contra el dueño del establecimiento, acción parcialmente detenida a la espera de lo que ocurra en el 11° Juzgado con la reclamación civil. "Dependiendo del resultado, reactivaríamos la querella criminal", enfatiza Reyes.

Y no se dan por vencidos. Una vez que vayan cerrando etapas, como relata el sobrino, se analizarán las próximas acciones a seguir.

"Si el fallo contra el hotel sale como esperamos, podríamos iniciar acciones contra otras empresas que han utilizado el nombre de mi tío sin nuestro consentimiento", explica.

Pero esa sería apenas la punta del iceberg. El objetivo principal de esta guerra de sucesión son los contratos que ha realizado la Fundación Neruda con algunas empresas, los cuales no han sido conocidos, según Reyes, ni por él ni por sus representados. En la entidad sin fines de lucro rechazan de plano esta acusación. "Están ahí (los contratos) y de hecho es tal la transparencia que los dineros por los derechos de autor ni siquiera pasan por nosotros. Tanto la Sociedad Chilena de Derecho de Autor (SCD) como la agencia de Carmen Balcells, que negocia las publicaciones de Neruda en el mundo, les deposita su 25% de manera directa a ellos. No entiendo sus críticas", afirma Figueroa, defendiendo el actuar de la entidad, que maneja el catálogo de obras del Nobel desde 1987.

La última batalla por el Nobel

La desconfianza está instalada en ambos bandos. El 18 de marzo de este año, en la notaría de Osvaldo Pereira, Rodolfo Reyes realizó una limitación de los poderes encomendados a Figueroa, impidiéndole actuar por sí solo sin la firma de la sucesión. "Previo a suscribir cualquier contrato, deberá remitir a Rodolfo Reyes la copia de dicho contrato para su aprobación o modificación", reza la inscripción propuesta por el sobrino de Neftalí.

A la semana siguiente, dice Figueroa, él mismo respondió mediante una carta a Reyes, rechazando la limitación de poderes, por el carácter de irrevocables de los mismos y de la cesión firmada en 1987. Reyes desconoce la existencia de la misiva.

Donde sí podría abrirse un flanco que incomodaría a la fundación es en el mandato de administración sobre los derechos de autor.

Actualmente el mandato recae en la organización, y esto no podría ser modificado hasta noviembre de 2015. "Ellos (los Reyes) tuvieron una ventana de tiempo para alterar este mandato y no lo hicieron, el cual automáticamente se renovó por cinco años la semana pasada (8 de noviembre)", explica uno de los abogados de la Fundación Pablo Neruda, y socio de Figueroa, Francisco del Río.

Las dudas sobre Isla Negra

En cualquier caso, no son los libros ni la venta de productos asociados a la obra maestra del poeta los que generan mayores ingresos a la fundación. Las tres casas que construyó, una en Santiago y dos en la Quinta Región, aportan el 80% de los recursos de esta institución, cuyo director ejecutivo es el escritor Fernando Sáez.

Más de 250 mil personas, entre extranjeros, colegios y turistas nacionales, circulan cada año por estos museos, siendo la casa en Isla Negra la más visitada. Es, precisamente, este inmueble, que no fue cedido en vida a Matilde Urrutia, como sí lo fue "La Sebastiana" en Valparaíso y "La Chascona" en la capital, el que quita el sueño a los herederos.

No son los libros ni la venta de productos asociados a la obra maestra del poeta los que generan los mayores ingresos a la fundación. Las tres casas que construyó Neruda, una en Santiago y dos en la Quinta Región, aportan el 80% de los recursos de esta institución.

Rodolfo Reyes ha tratado de averiguar cómo se gestó el traspaso de la casa, a inicios de la década del noventa, bajo el gobierno de Patricio Aylwin -en el cual Figueroa se desempeñó como ministro de Agricultura-, y que obvió a los descendientes, teniendo como resultado la entrega del 100% de la propiedad a la fundación. "Tendremos que evaluar si nos corresponde algún porcentaje de esta propiedad, ya que no estaba en el inventario ni tampoco en lo que Pablo dejó a Matilde", cuenta el líder de la sucesión.

Juan Agustín Figueroa no disimula su asombro ante la pregunta. Prende un cigarro y realiza una pausa para mirar por el ventanal de su oficina con vista al cerro Santa Lucía. "A ver. Esa casa es nuestra porque el Estado de Chile nos la otorgó. Ellos no tienen nada que pretender sobre ninguna de las tres casas de Neruda. Pablo cedió en vida esta propiedad al Partido Comunista, del cual era militante, a través de la sociedad Inmobiliaria Casa Propia. Obviamente, llegando la dictadura, todos los bienes del PC fueron confiscados, incluyendo la mencionada sociedad y, por supuesto, la casa. Eso es sabido por todos", explica el abogado y agrega: "Cuando vuelve la democracia, el gobierno de Aylwin quiso devolver a sus dueños los bienes confiscados por Pinochet. Para ese entonces, los dueños del legado de Neruda éramos nosotros. Y no sólo eso, sino que además el Fisco nos entregó un terreno contiguo, que perteneció a un doctor quien no dejó herederos y, como mandata la ley, el Estado se quedó con esa propiedad".

Poco más de 37 años han pasado desde la muerte del poeta y casi 26 desde el fallecimiento de Urrutia, pero las posiciones entre los herederos del legado y del apellido de Neftalí Reyes no están ni cerca de llegar a un punto en común. Todo hace presagiar que la cruzada se mantendrá, tanto en tribunales como fuera de ellos, a medida que la herencia del Nobel vaya adquiriendo un mayor valor.

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