Por María José López Febrero 27, 2010

© José Miguel Méndez

En la casa de Justo Pastén los televisores casi nunca se apagan. Ni el aparato que está en el comedor, ni el del dormitorio. No se trata, en todo caso, de un consumidor de espacios de farándula y matinales. De hecho, dice que no está al día en esos temas. Pastén y su mujer, con quien lleva 43 años casado, sintonizan casi exclusivamente la Televisión Diocesana de San Bernardo (ISB), señal católica para los habitantes de esa comuna. Allí, las 24 horas, se emiten programas cristianos y los rezos del rosario, la santa misa, el ángelus, el Evangelio y vía crucis.

A la una de la tarde de sábados y domingos dan uno de los programas que a Pastén más le gustan. Uno de los que más lo emocionan: "Consejos para el Camino", cuyo eslogan dice "un recado del Sr. Obispo para despejar nuestra senda angosta". Pastén espera este programa porque ahí escucha a monseñor Juan Ignacio González, obispo de San Bernardo y quien, al igual que él, pertenece al Opus Dei.  Justo se acercó a este movimiento hace casi veinte años, cuando era cajero de Ferrocarriles del Estado. En 2007 se convirtió en supernumerario.

En honor a Josemaría Escrivá de Balaguer, Justo tapizó su casa con revistas, santitos, imágenes, medallas y cruces. "Es una manera de rendirle honor, conectarme con el Señor y hacer permanente oración", dice Pastén, quien hace quince años trabaja con su esposa en el kiosco de un liceo de San Bernardo. Dice, convencido, que se equivocan los que afirman que el Opus Dei sólo tiene espacio para el ABC1.

-¿Cuándo se acercó al Opus Dei?

-En los 90 recibí una invitación anónima. Al abrir la puerta de mi casa, ahí había un papelito en el piso que decía: "Te invito a un retiro en la capilla del hospital". Fui al retiro y me pareció interesante. Ahí me invitaron a unos cursos básicos de doctrina cristiana en la casa de una persona de la Obra, todos los sábados. Participé ahí como dos años.

-¿Qué lo motivó a hacerlo?

-Antes yo era catequista de comunidades de bautismo, matrimoniales, de todo…., pero nunca había sentido lo que sentí durante esas clases de doctrina. Era muy diferente, porque en la Obra se invita a tener presente a Dios en cada momento de la vida, las 24 horas y los 365 días. Había una coherencia espiritual que se lleva en la vida: en el trabajo, en la calle, en el hogar, en todas partes. Eso produjo en cambio profundo en mi interior, en lo espiritual. Hay un recogimiento y una perfección total.

-¿Tiene amigos que también son parte del Opus Dei?

-No. Nosotros tampoco nos topamos en los retiros, porque son separados de hombres y mujeres.

-¿Sus familiares pertenecen al movimiento?

-No, pero son católicos.

-¿En qué consiste su rutina en el Opus Dei?

-Los miércoles tengo círculo, dura 40 minutos. Voy a una casa que se llama Carén, en la calle Seminario. Vamos gente de Santiago y de San Bernardo. Incluso estando de vacaciones nos reunimos.

-¿Cuál es su rol allí?

-Soy un hombre más de la Obra. Ingresé el 23 de mayo de 2007. En ese minuto ya tenía mi vocación muy madura; yo necesitaba pedir la admisión.

-¿Y por qué se demoró tanto en inscribirse definitivamente? ¿Había algo que no lo convencía?

-Me demoré porque en ese momento yo trabajaba en la pastoral de la iglesia de San Bernardo, y si me inscribía en el Opus Dei tenía que cortar con la pastoral familiar. Cuando uno pide la admisión, la Obra pide cierta exclusividad. No podía estar haciendo lo mismo en dos caminos. Yo me sentía comprometido con la pastoral, entonces lo dilataba. Hasta que opté por lo que más me llamaba: el Opus Dei. Y me hice supernumerario.

-Se dice que el Opus Dei está ligado a empresarios, a la elite y al ABC1. ¿Qué opina?

-Ésa es su fama. Puede haber unos empresarios, pero en lo que a mí respecta y lo que conozco, no es así. Por lo menos aquí en San Bernardo estamos lejos de esa realidad. A veces son opiniones un poco exageradas, por las apariencias. En la Obra somos todos iguales. Nadie pregunta de dónde eres ni de dónde vienes. Yo he conversado con mis cercanos acerca de estos rumores, les he dicho que no es tan así.

-Y cuando usted vio esa invitación bajo su puerta, ¿también pensaba así?

-No. Todo lo que sea de Dios es bien recibido.

-¿Diría, entonces, que el Opus Dei es un movimiento con base popular?

-De todas maneras. Yo diría que el Opus Dei es un movimiento popular. Yo conozco allí a mucha gente de clase media. Aunque también tengo contacto con los miembros de otros sectores. Por ejemplo, en verano todos nos juntamos en Alborada. Pero lo cierto es que en la Obra uno más que nada se reúne con su círculo. No es que tengamos convivencia con la gente de Las Condes.

-También se dice que el Opus Dei es una congregación estricta y muy conservadora…

-Así debe ser. Defendemos a morir todo lo que hacen y la forma en que lo hacen. El Evangelio está tan presente ahora como hace 2 mil años y hay que ponerlo en práctica de igual manera. ¡Es lo que el Señor dejó establecido aquí en la Tierra! La gente se ha relajado, se sale un poco de los márgenes. Pasan desobedeciendo los mandamientos.

-¿Le gustaría que su mujer se inscribiera en la Obra?

-Mucho.

-Ustedes trabajan juntos. Y la santificación del trabajo es uno de los principios del Opus Dei...

-Nos parece bien trabajar juntos, nos ha unido más. Nos santificamos juntos. Nuestro padre, Josemaría, lo que más nos habló y sigue hablando a través de sus escritos es que por la santidad debemos trabajar. La santidad existe sólo en el cielo, pero aquí tenemos la obligación de caminar hacia allá frecuentando los sacramentos, viviendo cristianamente, cumpliendo los mandamientos.

-¿Y sus tres hijos?, ¿ha intentado que participen?

-Sí, una vez lo intenté, pero mi hijo me respondió: "Ya, yo te aviso"… (risas). Hemos tratado de cumplirle al Señor en lo que podemos: nuestras hijas casadas están con el sacramento del matrimonio, nuestros hijos tienen todos los sacramentos y nuestros nietos son bautizados. Nuestra idea siempre ha sido darles una educación muy cristiana.

-¿Qué aporta el Opus Dei a su vida?

-Me hace vivir con los pies muy puestos en la tierra, pero la cabeza en el cielo. Yo despierto y hago el ofrecimiento y las oraciones de inmediato, antes de levantarme. Abro los ojos y me "conecto" haciendo oraciones a la Trinidad Santísima, a la Virgen Santa, a San José y al ángel custodio. Luego me voy a la capilla. Ahí la santa misa es a las 7:50 a.m., de lunes a viernes. La Pocha (su mujer) me acompaña cuando puede. En el día hago las lecturas, meditaciones y oraciones junto al Santo Evangelio, el ángelus al mediodía y el santo rosario diario. Generalmente rezo el rosario después de almuerzo, en cualquier lugar, donde esté.

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