Por Diego Zúñiga Abril 16, 2014

Adolfo Couve (1940-1998) tenía poco más de 20 años cuando empezó a escribir Alamiro, su primer libro. Practicaba, en ese entonces, la pintura. Ésa era su vocación, su talento innegable. Pero también escribía, hacía anotaciones, pequeños bosquejos que lograban captar imágenes bellas y frágiles, como las que conforman ese primer libro, publicado en 1965.

Pero ya en esa obra se pueden rastrear algunas de sus obsesiones y casi todo su talento, también: una mirada privilegiada, una construcción de imágenes inolvidable, una escritura delicada y silenciosa, una obsesión por la infancia, por la oscuridad que se esconde en esos años: “A alguien he amarrado al poste del parrón. No estoy solo, somos varios. Su madre ha venido por él, se lo lleva y nos dice algo duro. No puedo volver sobre el asunto; lo olvido en este instante al recordarlo con tanta intensidad”.

Después vendrían más libros valiosos y en los que profundizaría en esa infancia -El picadero, El tren de cuerda, La lección de pintura- hasta llegar a su libro más ambicioso y desconcertante, La comedia del arte, pocos años antes de morir. Novelas breves, cuentos, historias  que ahora se reúnen, por fin, en Obras completas (Tajamar Editores). Aquí está todo Couve, están sus notas de artes, sus textos dispersos y esas novelas que lo transformaron en uno de los mejores secretos de la narrativa chilena. Un escritor excéntrico, autor de una obra fuera del tiempo, obsesionada con el realismo, con la luz y las sombras, con las vidas mínimas. Y que sigue escondiendo una belleza que el tiempo no ha sido capaz de opacar.

“Obras completas”, de Adolfo Couve. A $32.760 en librerías.

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