Por Álvaro Bisama, escritor Marzo 26, 2014

Una secta se forma alrededor de un poeta ciego. Un peluquero transforma su local en un hospicio para enfermos terminales de una plaga. Un hombre inválido mantiene un criadero de perros pastores belgas. Un entomólogo japonés descubre un insecto que se devora a sí mismo. Hay más: fotos intervenidas, retazos de performances, anotaciones fantasmas, narraciones sobre cómo funcionan las mutaciones del cuerpo y sus dobles, sobre cómo opera la belleza en el paisaje y los engaños de la memoria y la fotografía. Todo eso está en Obra reunida, el volumen de novelas y textos del mexicano Mario Bellatin que Alfaguara acaba de reeditar y que incluye casi veinte obras de su autor, desde Salón de belleza hasta Los fantasmas del masajista, pasando por Flores y Bola negra. La suma de todo es, por supuesto, un oscuro tesoro.

“Hay universos paralelos que hacen que se esté en varios lugares al mismo tiempo. La escritura muchas veces es capaz de develarlos”, anota Bellatin en Underwood portátil: modelo 1915, texto que puede funcionar como confesión de sus procesos creativos. Hay que creerle: la suma de los libros que componen esta Obra reunida habita los intersticios de espacios que creemos conocer, devolviéndonos la mirada sobre abismos impensados que coquetean con lo cotidiano. Así, su escritura desafía una y otra vez cualquier idea preconcebida sobre la literatura y la tradición, que se convierte en una frontera nueva, en un terreno lleno de espejos rotos, pero también en algo donde habita un humor negro, una especie de desolación, una melancolía artificial, una extrañeza; en una literatura sobre cómo las naturalezas muertas de la ficción son más hermosas que lo real, más tangibles, infinitamente más peligrosas.

“Obra reunida”, de Mario Bellatin.

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