Por Rodrigo Fresán Agosto 25, 2011

Pregunta: ¿Hay algo que Dan Simmons no haga bien? Respuesta: Todo parece indicar que no. Este prolífico autor arrancó con el terror étnico (Song of Kali) y después se las arregló para explorar y, de paso, renovar, la novela de vampiros (Carrion Comfort y Children of the Night), la novela de fantasmas (A Winter Haunting), el techno-thriller (Darwin's Blade), el existencialismo con astronautas (Phases of Gravity), la historia de amor paranormal con asesino en serie (The Hollow Man), la novela de aventuras con Hemingway como protagonista (The Crook Factory) o la comedia loca y sobrenatural con Mark Twain como héroe (Fires of Eden),  la serie negra ultraviolenta (Hardcase, Hard Freeze y Hard as Nails, las tres protagonizadas por el peligroso Joe Kurtz), la épica de niños-contra-monstruos estilo Stephen King (Summer of Night) y, tal vez, los libros por los que, con justicia, será más y mejor recordado: la formidable tetralogía space-opera compuesta por los cuatro tomos de la saga Hyperion/Endymion y el díptico Illium/Olimpos en que -a lo largo de casi dos mil páginas- un par de androides fans de Proust y de Nabokov decidían escenificar La Ilíada a lo largo y ancho de los canales de Marte con el asesoramiento de un abducido y terrestre profesor de Historia. A continuación, Simmons se volcó en la aproximación bizarra a la novela histórica con tres libros enormes: primero fue The Terror (donde combinaba las expediciones polares victorianas con los horrores ancestrales estilo Lovecraft), siguió Drood (donde investigaba la patológica relación de Wilkie Collins y Charles Dickens), y remató esta suerte de trilogía laxa con Black Hills (retrato de la "construcción" del patriótico monte Rushmore con una pizca abundante de magia nativo-americana). Y ahora llega -nuevo golpe de timón de Simmons- Flashback. Thriller futurístico-noir-alucinógeno que sale directamente de todo aquello alguna vez patentado por el insuperable Philip K. Dick, con drogas imaginarias como el Chew-Z en Los tres estigmas de Palmer Eldritch o la Sustancia D en Una mirada a la oscuridad. El compuesto químico más o menos ilegal que trafica Simmons se llama, sí, flashback. Y tiene la virtud o el pecado de -una vez ingerida- conseguir que el adicto vuelva a experimentar una y otra vez, como en un loop lisérgico, los mejores momentos de su vida. Así, dentro de veinte años, el 85% de la población de los Estados Unidos está enganchado a este eterno retorno. Y, ahí, el ex detective de policía caído en desgracia Nick Bottom, destruido por la muerte de su esposa en un accidente de tráfico, buscando refugio en recuerdos artificiales. Hasta que un miembro top del gobierno le pide que investigue la muerte de su hijo, ocurrida hace ya varios años, que reabra el caso en el que Bottom alguna vez estuvo involucrado y al que podrá volver cortesía del flashback. Y, de pronto, Bottom descubre que el presente es mucho más peligroso que el pasado. Y que nadie sabe lo que puede llegar a pasar mañana. Lo próximo del autor -ya anunciado para el 2012- será The Abominable: novela con escaladores de montañas tibetanas y, por supuesto, el yeti contemplándolos subir y esperándolos en lo más alto, junto a Simmons.

Relacionados