Por Nicolás Alonso Marzo 2, 2018

Musas Vol. 2, de Natalia Lafourcade.

Natalia canta bajito, cada vez más cerca del micrófono. A veces ni siquiera canta, sólo te susurra al oído, como si no quisiera que alguien más escuche. Parece saber que no hay otra voz en español tan dulce como la suya, y que las guitarras sobre las que esa voz va bailando tocan como ya no se toca: sin indiscreciones, sin trucos, con una elegancia de otro tiempo.

Todo es delicadeza en Musas Vol. 2, el luminoso segundo álbum con que Natalia Lafourcade (34) quiso continuar su homenaje a los grandes espíritus de la música de raíz latinoamericana. Un proyecto grande, que partió con una lista de 150 canciones, y que luego se fue afinando hasta llegar a algo más de treinta grabaciones. No es la primera ni será la última cantante pop que intenta aportar su voz a la tradición, un sendero en el que muchos derraparon. Sin embargo, Natalia lleva años coqueteando con sus raíces, con respeto y sobrada gracia. Si en 2012 le dedicó un disco a los amores y desamores del gigante del bolero Agustín Lara, tres años después dejó entrar aires folk a sus composiciones pop en Hasta la Raíz, el álbum que le valió un éxito inesperado y que la puso debajo de todos los focos. Por eso, necesitó retraerse: volver a bucear en sus cimientos musicales, en las canciones viejas que le cantaban sus padres de niña. Entre medio, convocó a los dos guitarristas de cabecera de la irrepetible Chavela Vargas: el dúo Los Macorinos, formado por los veteranos Miguel Peña y Juan Carlos Allende, dos músicos que guardan en sus dedos todo el folklore de la región.

Impulsada por esa herencia, se propuso revisitar el canon y sumarle su propia voz, mezclando clásicos con composiciones propias. Un juego de espejos arriesgado que sin embargo funciona con naturalidad, transitando por el grácil puente de doce cuerdas de Los Macorinos y por arreglos de contrabajo y percusión grabados en directo, en busca de un sonido íntimo.

Luego de la gran recepción que tuvo el Vol. 1 el año pasado, este segundo viaje asume más riesgos: abre con el son cubano “Danza de gardenias”, de firma propia, se pasea por el bolero, por la trova yucateca y por el vals, se atreve con Atahualpa Yupanqui en una versión exquisita de “Duerme negrito” y con la propia Chavela en el clásico “La llorona”, uno de los puntos altos del disco, en una versión tan fúnebre y hermosa como la original.

Este fin de semana Natalia llevará toda su gracia hasta la ceremonia de los Oscar, donde interpretará la canción “Recuérdame”, de la película Coco, acompañada por Gael García Bernal. Ella cantará bajito, lo sabemos. Y todos pensaremos que nos canta sólo a nosotros.

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