Por Diego Zúñiga Diciembre 1, 2017

Joseph Mitchell fue, durante varias décadas, el cronista estrella del New Yorker. El hombre que se conseguía las mejores historias de Nueva York, los personajes más extravagantes, el que reconstruyó, con un innegable talento literario, la vida secreta de una ciudad que no se acababa nunca —esa misma ciudad y esos mismos personajes que años después registraría con su cámara fotográfica Diane Arbus—.

Mitchell fue dejando, en las distintas crónicas y perfiles que publicó en New Yorker, el registro de un vagabundeo eterno por una ciudad a la que había llegado siendo un joven y que lo terminó alucinando. Mitchell se formó en la calle, escuchando a la gente, escribiendo contra el tiempo. En 1942 firmaría uno de sus textos más impresionantes y que le darían un lugar central en el periodismo norteamericano: “El profesor gaviota”, la historia de Joe Gould, un hombre que aseguraba estar escribiendo una obra monumental sobre Nueva York, un libro del que muchos habían escuchado, pero del cual nadie había leído una sola página. Un personaje fascinante, que sería el protagonista de El secreto de Joe Gould (Anagrama), la obra más importante de Mitchell, un clásico del periodismo contemporáneo y la única a la que teníamos acceso en castellano hasta ahora, pues acaba de empezar a circular por librerías chilenas La fabulosa taberna de McSorley. Y otras historias de Nueva York (Jüs), una recopilación de sus mejores crónicas, perfiles y relatos autobiográficos, entre las que se incluyen, por supuesto, “El profesor gaviota”, y una suma de historias delirantes.

Aquí encontramos el registro de una época, de una ciudad y de una vida literaria que se iría extinguiendo lentamente, pues luego de brillar entre los periodistas y escritores norteamericanos, alrededor de 1966 publicó su último texto antes de guardar un silencio literario tan desconcertante como único: durante treinta años siguió yendo a la redacción del New Yorker, se encerraba en su oficina y trataba de escribir, pero era inútil. Cuando murió en 1996, ya se había convertido en un mito, en un personaje perfecto para ese libro que escribió Vila-Matas hace ya tantos años: Bartleby y compañía. La historia de los escritores que un día, inesperadamente, dejaron de escribir. Y uno lamenta más esa decisión después de leer La fabulosa taberna…, pues estos relatos muestran a un escritor excepcional. Ese que era capaz de escribir sobre una mujer barbuda y luego sobre unos cavernícolas que se instalaron en Central Park, y después sobre la historia de la taberna más antigua de Nueva York y hacerlo siempre con elegancia, inteligencia y con la gracia de quien sabe que en cada línea se está jugando la atención del lector, es decir, la vida.

A $ 31.000 en librería Metales Pesados.

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