Por Marisol García Mayo 5, 2017

La trenza, de Mon Laferte.

Cuando se habla del salto profesional que a la chilena Mon Laferte le trajo su decisión (autónoma, arrojada) de mudarse hace diez años a México, no es tan importante la expansión de audiencia que eso pudo haberle significado como la definición de estilo a la que la llevó intentar batírselas en un mercado competitivo y cosmopolita, con equipos de trabajo dispuestos a diferenciarse a través de lo creativo. Es algo que en torno al disco Mon Laferte vol. 1 (2015) quedaba en evidencia ya en sus videos (coloridos, recordables), en su imagen de fresca coquetería, en un delgado filo erótico; en fin, en marcas que suponían elecciones estéticas firmes, ya sin tanteos, apoyadas en los colaboradores correctos para una amplificación distintiva.

mon la ferte - la trenza-portadasola.jpgVuelve a estar todo aquello, y mejor, en La trenza. Es un disco de formas, arreglos y citas reconocibles de inmediato por cualquier latinoamericano (sobre todo, las lecciones del vals peruano y el bolero-pop; alternados por extraordinarias irrupciones de bronces), que sin embargo consigue afirmar una identidad de intérprete, y que como tal merece la huracanada atención en marcha hacia su nombre. Mon Laferte es estrella de proyección segura; la única cantante chilena joven que hoy puede permitirse invitar en un disco suyo a dos figuras de fama iberoamericana (Juanes y Enrique Bunbury), pero que además comprende los códigos de lo popular como pocos connacionales nacidos después de 1980. Cierta cantautoría local venía desviando en los últimos años una factura cancionista escindida de la tradición, más atenta a la búsqueda que a la conexión, e ignorante de las raíces y los códigos de masividad (en el mejor sentido de la palabra) que acumula el cancionero latinoamericano que se vuelve de verdad entrañable. La viñamarina, en cambio —y aunque todavía está en deuda con una composición de letras que a veces cede a reiteraciones y tópicos—, comprende que la música popular es una cadena, y no ha dudado en ensamblarse a ella como parte de una continuidad que tributa a grandes géneros del pasado y que sabe qué guiños hacerle al presente. La novedad de este disco no está en su ingenio sino en esa lúcida incorporación a un flujo mayor, dispuesta perfectamente a un alcance continental.

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