Por Yenny Cáceres Abril 7, 2017

Fue una mujer la que cambió todo en Sebastián Lelio. Con Gloria el director chileno se instaló en el mapa del cine internacional y trajo una bocanada de aire fresco al mostrar a una mujer que pasados los 60 tenía sexo sin culpa y se sentía más viva que nunca. Y ahora es otra mujer la que nos trae la confirmación de que Lelio está para desafíos mayores.

En su nueva película, Una mujer fantástica,

Marina Vidal (Daniela Vega) es una mujer transexual que, tras la muerte repentina de su pareja, Orlando (Francisco Reyes), debe soportar las humillaciones, la discriminación y el clasismo de la policía y de los familiares de él.

Por acá hay ráfagas de los anteriores trabajos de Lelio, como ese afán por desnudar el conservadurismo de la sociedad chilena de La sagrada familia y, por supuesto, de Gloria. Marina y Gloria son mujeres fuertes puestas en una encrucijada y el motor de ambas películas. Así como Rara —de Pepa San Martín, otra muy buena cinta chilena inspirada en el caso de la jueza Karen Atala— no era una película militante sobre el lesbianismo, Una mujer fantástica no se limita a mostrar el mundo transexual. Más que eso, la cinta busca meterse en el cuerpo y la cabeza de Marina, esta mujer fantástica que Lelio filma con veneración, como un enigma que en todo momento se resiste a ser revelado.

Marina trabaja como mesera, pero su mayor secreto es su talento como cantante lírica, aunque ni ella misma parece creerlo, como se lo reprocha su profesor de canto, interpretado por Sergio Hernández, actor fetiche de Lelio que construye un secundario entrañable. Que Marina sea una cantante no es una anécdota ni un mero dato trivial. Si en Gloria las canciones ochenteras eran parte de la fuerza de la película, acá la música juega un rol esencial. Desde la banda sonora, envolvente y sugerente, compuesta por el músico inglés Matthew Herbert, hasta las canciones que acompañan el viaje mental de Marina, como “(You Make Me Feel Like) A Natural Woman”, de Aretha Franklin o “Time”, de The Alan Parsons Project, que desborda melancolía y determina el tempo de la película. Aquí la música es un espacio de liberación y la única oportunidad de salvación para Marina.

Nuevamente en dupla con Gonzalo Maza en el guión —que fue premiado en el Festival de Berlín—, Lelio describe el dolor irremediable del amor perdido, una travesía cruzada por la añoranza, donde el mundo de los vivos y los muertos, como en Vértigo de Hitchcock, a veces se mezcla de manera inesperada.

Resulta estimulante ver a un director chileno que triunfa en el extranjero apelando a obsesiones propias, a sus búsquedas y a sus tropiezos, sin un libreto prefabricado ni buscando satisfacer apetitos festivaleros. Una mujer fantástica es una película profundamente de Sebastián Lelio, y eso es lo que la hace tan honesta y conmovedora a la vez.

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