Por Diego Zúñiga Enero 25, 2017

Reconstitución de escena, de Manuel Vicuña.

Reconstitución de escena (Hueders) empieza con tres sepultureros exhumando el cadáver de una joven en el Cementerio General de Santiago, a principios del siglo XX. No lo saben todavía, pero ese cuerpo que se está descomponiendo fue envenenado y el principal sospechoso del crimen es un abogado, socio del Club de la Unión. El detective a cargo del caso, poco tiempo después publicará El asesinato de Sara Bell y, entonces, de alguna forma, explica el historiador Manuel Vicuña (1970), aquí empieza el vínculo indisoluble que habrá entre crímenes reales y literatura: más tarde aparecerá La muerte misteriosa de José Marini, de Januario Espinosa, considerada la primera novela policial chilena, y el resto es la historia de un género que Vicuña reconstruye en este ensayo hasta ver cómo se desarrolló en nuestro país.

Vicuña abordará la historia desde clásicos como Poe, Conan Doyle, Hammett y Chandler, hasta algunos imprescindibles chilenos —Alberto Edwards y René Vergara, protagonista excepcional de este libro—, pasando también por autores como Manuel Rojas, Gómez Morel, Luis Rivano y Méndez Carrasco, narradores que tangencialmente se acercaron al género, sobre todo retratando a delincuentes y situando sus ficciones en el mundo del hampa y de los bajos fondos.

Pero Vicuña no sólo recurre a los libros. Como ya lo había hecho en sus trabajos anteriores, busca en diversas fuentes el desarrollo de un género que en Latinoamérica nunca ha brillado tanto como en el mundo anglosajón. Revisa prensa, lee memorias de detectives, recurre a los archivos de Investigaciones y de esa forma busca —como si fuera él también un detective— todos los detalles que lo ayuden a reconstruir esta escena del crimen.

No cometemos ningún exceso al decir que Manuel Vicuña es uno de los mejores ensayistas chilenos de la actualidad. Tampoco, al decir que su trabajo como historiador se adelantó, indudablemente, a todo el boom que vive hoy el género. Basta leer libros como La belle époque chilena (2001), Voces de ultratumba (2006) o Un juez en los infiernos (2009) para saber que Vicuña viene abordando la historia de Chile desde lugares inesperados, deteniéndose en personajes extravagantes y en pasajes olvidados que hablan perfectamente de quiénes somos. Lo que hace más valioso su trabajo es cómo ha ido depurando su lenguaje hasta delinear un estilo elegante, cercano, alejado de los lugares comunes. Y, de paso, ha encontrado en el ensayo un género lleno de libertades, que le permite poner sus conocimientos a disposición de una narración que fluye constantemente, donde de pronto, en medio de la historia del género policial, nos encontramos con un perfil extraordinario sobre René Vergara —un escritor-detective que se convirtió en una leyenda de la literatura policial chilena, un hombre que escribía novelas como una forma de luchar contra la escritura burocrática que le exigía su trabajo— y todo calza perfectamente.

Vicuña divaga, ensaya, narra y así, sin aspavientos, va construyendo una obra que se ha vuelto imprescindible para entender nuestro lugar de origen.

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