Por Marisol García Diciembre 23, 2016

“Encuentros y despedidas“, de Elizabeth Morris.

Se espera a estas alturas de un disco de Elizabeth Morris diversidad de timbres, instrumentos y tonos, en parte por su condición de multiinstrumentista, en parte por la autoexigencia que hasta ahora ella se había impuesto en tres discos previos, en los que ejerció de intérprete, autora, arregladora y productora. Morris es, de hecho, una de las creadoras populares chilenas mejor preparadas en actividad, pero su carga de estudios y oficios sería inconducente si no pudiera encauzarse en composiciones de estilo propio, que es lo que mejor demuestra este nuevo trabajo, Encuentros y despedidas.

El apego a la raíz latinoamericana no deja a las canciones en formatos predecibles según cuoteo de géneros ni de países (una opción frecuente y aburrida en muchos discos de otros músicos), sino que da el impulso para canciones distinguibles como creación suya, reveladoras de sensibilidad y gusto particulares.

Probablemente ése sea el más significativo avance de este disco sobre los anteriores de la autora: ánimos, climas, melodías y arreglos (hay casi veinte instrumentos repartidos con once invitados) que suenan personales, y que ya son los de una autora propositiva. “Porque un árbol sin su raíz / buen fruto no puede dar” es uno de los versos, hacia el final del disco, y la idea puede aplicarse a la propia Elizabeth Morris: desde la tradición levanta música madura y ya completamente suya.

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