Por Por Gonzalo Maier Julio 15, 2016

La traición es un arte que los protagonistas de Gomorra dominan de las mil maravillas. La exitosa serie de mafiosos napolitanos, que se coló entre lo mejor de 2015, regresa ahora con un festival de cuchillazos por la espalda. Nada ha cambiado, en todo caso: los mafiosos siguen siendo hoscos y machistas, tipos que mencionan sin pudor la palabra familia antes de apuntar con un ojo cerrado y dispararle a su madre. Por un lado están los Savastano, antiguos dueños y señores de Nápoles y, por el otro, una suerte de cooperativa democrática a cargo de Ciro Di Marzio, el traidor de traidores. Ya ven, esta segunda temporada toma las cosas tal como quedaron el año pasado y enfrenta a Genny, el hijo inútil y sentimental que se convirtió en un mafioso sin corazón, con don Pietro, su temido padre. Gomorra todavía conserva un ánimo de opereta y esos decorados que abusan de las pieles de jaguar y del dorado. Un mundo pequeño y cerrado como el traje de un astronauta. A fin de cuentas, los mafiosos podrían lavar la plata, largarse de ese Nápoles violento y hostil, pero prefieren quedarse y morir en esas calles. En realidad, es como si sólo buscaran ser queridos.

“Gomorra”. Por Max.

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