Por Álvaro Bisama. Julio 8, 2016

Hay pocas masacres tan desaforadas como la que abre el sexto capítulo de Preacher, la serie que AMC lanzó sobre el cómic que hizo célebres a Garth Ennis y Steve Dillon. Es una pelea demencial: un predicador, su amigo vampiro y dos ángeles luchan contra otro ángel, y al cabo de unos minutos la pieza del motel termina convertida en una montaña de cadáveres, sangre y vísceras.
La escena no está en la historieta original, pero conserva su tono salvaje y polémico. Preacher es, antes que una adaptación, la versión libre de sus temas y personajes, como si el traslado de las viñetas a la TV fuese una excusa para reescribirla.
En este relato coral sobre Annville, un pueblito de Texas tan normal como olvidado, los tres personajes centrales (el predicador, su novia pistolera y el vampiro) son lanzados al centro de una comunidad que, conforme avanza el relato, pone en evidencia su costado bizarro. Así, la trama sobrenatural permite la aparición de los monstruos de lo cotidiano (asesinos, pedófilos) para desatar el horror.
Preacher en apariencia luce como una alegre oda al gore, pero en realidad es bastante más. Hay una condición irreal y pesadillesca, que quizás es el espíritu de la serie; una tensión entre el caos y el terror, como si el hecho de poner en pantalla un mapa de la deformidad y la perversión moral fuese, en realidad, una reflexión sobre el funcionamiento de la fe.

"Preacher".

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