Por Antonio Díaz Oliva Junio 24, 2016

Decía Aldous Huxley —el gruñón Huxley— que los mejores vecinos son los que uno nunca se topa al salir de casa. Y lo más probable es que Huxley nunca tuviera una vecina como Rose Byrne, la actriz australiana que recientemente hemos podido ver por partida triple: en The Meddler actúa como la hija de la siempre guapísima Susan Sarandon, en la nueva X-Men regresa como la agente Moira MacTaggert, y en Buenos Vecinos 2 uno la ve en todo su esplendor. Y, por supuesto, Buenos Vecinos 2 no es una gran película, pero como toda comedia pasajera dice más de los tiempos y ansiedades contemporáneas que esos estudios que se publican en los suplementos de tendencias. Así las cosas, en esta secuela seguimos a una pareja que —pese a estar a la espera de su segundo hijo— aún se pasea por el limbo de la inmadurez. Eso hasta que, a punto de vender su casa, una vez más llega un grupo de estudiantes (esta vez mujeres) que celebra fiestas todos los días, y ahí comienza la guerra vecinal. Al lado del entrañable gordo que es Seth Rogen, Byrne actúa como la mamá-joven-guapa-perfecta; empoderada, afilada y siempre flirteadora (especialmente con Zac Efron). En otras palabras, la vecina que uno siempre espera toparse al salir de casa.

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