Decía Aldous Huxley —el gruñón Huxley— que los mejores vecinos son los que uno nunca se topa al salir de casa. Y lo más probable es que Huxley nunca tuviera una vecina como Rose Byrne, la actriz australiana que recientemente hemos podido ver por partida triple: en The Meddler actúa como la hija de la siempre guapísima Susan Sarandon, en la nueva X-Men regresa como la agente Moira MacTaggert, y en Buenos Vecinos 2 uno la ve en todo su esplendor. Y, por supuesto, Buenos Vecinos 2 no es una gran película, pero como toda comedia pasajera dice más de los tiempos y ansiedades contemporáneas que esos estudios que se publican en los suplementos de tendencias. Así las cosas, en esta secuela seguimos a una pareja que —pese a estar a la espera de su segundo hijo— aún se pasea por el limbo de la inmadurez. Eso hasta que, a punto de vender su casa, una vez más llega un grupo de estudiantes (esta vez mujeres) que celebra fiestas todos los días, y ahí comienza la guerra vecinal. Al lado del entrañable gordo que es Seth Rogen, Byrne actúa como la mamá-joven-guapa-perfecta; empoderada, afilada y siempre flirteadora (especialmente con Zac Efron). En otras palabras, la vecina que uno siempre espera toparse al salir de casa.
Una obsesión
Mi vecina favorita
En Buenos Vecinos 2, Byrne actúa como la mamá-joven-guapa-perfecta; empoderada, afilada y siempre flirteadora. La vecina que uno siempre espera toparse al salir de casa.