Por Constanza Urrejola Enero 29, 2016

“Bienvenidos”, dice un sonriente François López-Ferrer hacia el público que asiste al ensayo de la Orquesta Sinfónica de Chile. De completo negro y peinado impecablemente hacia atrás, se para frente a los músicos, mientras toma su batuta y cuenta los cuatro primeros tiempos de compás del himno de la Universidad de Chile.

De madre cubana y padre español, François nació en Suiza, pero se formó musicalmente en Ohio, EE.UU., donde se licenció de Composición. Siempre estuvo ligado a la música, con su padre director de orquesta y su madre soprano. Luego de tomar una clase de dirección coral, decidió que era eso lo que quería hacer y contactó a Leonid Grin, quien comenzó a darle clases en Filadelfia.

A los dos años de estudiar con él, Grin fue nombrado director titular de la Orquesta Sinfónica y decidió traer a López-Ferrer como su asistente. La próxima semana, por primera vez, le tocará estar al frente de la Sinfónica en las Semanas Musicales de Frutillar.

—Tienes sólo 25 años, ¿pensaste alguna vez que siendo tan joven podías llegar a dirigir fuera de Europa?
—Si me hubieras preguntado hace seis años hubiera dicho que no, sin duda, pero me siento muy afortunado. Es una profesión difícil porque siempre estás viajando, pero al mismo tiempo, no haría nada más en la vida. Me pongo ansioso cuando estoy en un lugar demasiado tiempo, me gusta mucho viajar, conocer culturas diferentes y aprender idiomas también.

—¿En qué te ha beneficiado el haber estudiado Composición a la hora de abordar las obras que diriges?
—La composición es como estudiar arquitectura, tú puedes apreciar la estética de un edificio, pero si no sabes de arquitectura no lo puedes construir. Es muy importante poder ver los elementos importantes musicalmente y poder así “desarmar” una obra para volver a reconstruirla. Es como en un ensayo, tocas todo primero y luego se tiene que corregir paso por paso: ritmo, notas, instrumentación y balance, para luego enfocarte en la musicalidad y en el sentido de la obra.

—¿Cómo fue la elección del repertorio de Frutillar, que va desde Verdi hasta Piazzolla?
—Siempre converso el programa con Leonid, indudablemente. Yo estaba muy abierto a los tipos de música que íbamos a tocar, vi por YouTube al acordeonista Grayson Masefield y quise hacer algo con él, por lo que elegimos el programa de Piazzolla.

—¿Cómo ha sido tu relación con los músicos de la Sinfónica?
—Hay un fuego en esta orquesta que no todas tienen y eso es lo que me encanta. Todos son mayores que yo, pero han sido muy respetuosos. Para un director joven es muy difícil al comienzo ponerse al frente, pero acá no ha sido para nada así. Yo tomo lo que ellos hacen y me adapto, a la vez que propongo mi propia interpretación de cada obra. Esta es una tremenda orquesta, me encanta tener la oportunidad de hacer música de un nivel tan profesional.

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