Por Alberto Fuguet Septiembre 25, 2015

Estaba sumergiéndome en el Planeta Tao Lin para prepararme para conversar con él en el marco de la Filba, este domingo 27, cuando me llegó su primer libro de no-ficción o de ensayos (¿autoficción?) que tiene el bello título de Nadie sabe por qué estamos aquí (Lin titula siempre bien y a veces sus títulos son verdaderos haikus). Me alegró no tener que entrevistarlo, porque ya me estaba aburriendo de las ridículas y patéticas preguntas del tipo ¿Es tan depresivo e infeliz como presume en sus libros? Tao Lin responde a tonteras como ésas con este tipo de respuestas: Puede ser. Pero otra gente deprimida es incapaz de hacer nada. Yo he publicado seis libros. Y tomo antidepresivos por diversión.

No debe ser fácil ser Tao Lin, un tipo más reseñado y diseccionado que leído. Que es un “niño terrible hipster” y/o “la estrella de la literatura alt-lit americana” o quizás “el Carver digital”. Justo estaba fascinado e intrigado leyendo sus relatos completos titulados Sexo tras unos días sin vernos (que lleva el mismo nombre que el precioso y triste cuento erótico/porno/explícito), cuando me llegó su libro de ensayos, editado en Chile por la muy independiente Los Libros de la Mujer Rota (y con una traducción tan elegante como transparente). Por lo que averigüé vía Google (esto lo cito porque Tao Lin al parecer siempre está conectado y su nación son las redes sociales), este libro de ensayos nunca ha existido como libro en sí en su natal inglés, pues es la suma de una docena de particulares e íntimos (y también generacionales, de ahí el título en plural) textos que a veces se parecen a sus cuentos, lo que deja claro que Tao Lin es un escritor de verdad (al final su tema es sí mismo) y no sólo un escritor de moda.

En sus ensayos se fija en los mismos temas en que explora de manera no-tan-ficticia en sus claramente autobiográficos cuentos y novelas como Robar en American Apparel o la más ambiciosa y jugada Taipéi, novela celebrada/atacada por Bret Easton Ellis, que considera a Tao Lin algo así como un genio y un artista contemporáneo imprescindible, pero algo aburrido (Lin al parecer se aburre en la vida real y no tiene miedo de latear a veces en su ficción). Los temas son la vida urbana del Primer Mundo, la imposibilidad de amar o de conectar, la tecnología del siglo XXI, Twitter (anoche terminé algo hipnotizado con un libro que recoge sus tuits completos), la ropa tipo Gap, los MacBooks, el porno, la literatura de Ryu Murakami (notable ensayo que puede ser leído como una suerte de autopsia espejo de su propia obra), la familia suburbana y todo aquello que es cercano o “segunda piel” para los millenials. En ese sentido, Tao Lin cumple con creces: escribe con una prosa minimalista pero segura desde los malls o multitiendas tanto para los que no nacieron con internet como para aquellos que no serían capaz de vivir sin ella (perfectamente podría ser el hijo-heredero de Douglas Coupland). Lin es tan severo con los suyos como con los autores mayores, con los que ejerce un parricidio sangriento (para ser tan supuestamente antiliterario, la verdad es que el Planeta Lin es ultraliterario e intensamente consciente de sí mismo y de su lugar en el canon y se nota que es fan de Pessoa y Ann Beattie). Tao Lin debutó en esto muy tempranamente (a los 32 reunió todos sus cuentos), sin miedo, y quizás con no tanto que decir pero con muchas ganas de decirlo. Y ahora lo está diciendo. Mejor leerlo más que leer acerca de él, ¿no?

Domingo 27 de septiembre: encuentro de Tao Lin con Alberto Fuguet en Estudio Panal, a las 20 h.

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