Por Rodrigo Fresán, escritor. Febrero 11, 2015

Según Bruce Springsteen, Roy Orbison fue “el verdadero maestro de ese apocalipsis romántico al que nunca querrías enfrentarte, pero sabías que tarde o temprano te alcanzaría después de esa primera noche en la que le susurraste un ‘te amo’ a tu primera novia”. Según Bob Dylan, “su voz te daban ganas de arrojarte con tu auto desde el acantilado más alto. Cantaba como un criminal profesional y su voz podía estremecer a un cadáver y siempre te dejaba diciéndote a ti mismo algo como ‘Hombre, no puedo creerlo’. Orbison sonaba como alguien cantando desde el Olimpo”. Según Barry Gibb, de los Bee Gees, “la suya era la voz de Dios”. Según Elvis Presley, él fue “el mejor cantante de todos los tiempos”.

Justo antes de morir y luego de haber protagonizado uno de los más contundentes y encomiables retornos a lo más alto (su redescubrimiento como musa musical de David Lynch, su dueto con k. d. lang, su especial nocturno y en blanco y negro para TV junto a discípulos, y su participación en la superbanda más súper de todos los tiempos: The Traveling Wilburys), Roy Orbison dejó como testamento aún vigente y despedida póstuma esa cumbre de la música ochentera que fue y es y sigue siendo Mystery Girl (1989). Orbison había muerto a finales de 1988, pero ahí continuaba latiendo su magia y esas gafas oscuras de hombre con visión de rayos X y esas canciones que parecían simples y clásicas, pero al escucharlas detenidamente revelaban pasadizos secretos, golpes bruscos de volante, curvas peligrosas y ascensos de vértigo.  Y ahora, Mystery Girl es una de esas reediciones que vale la pena tener: sonido mejorado, un buen documental, demos y temas extras y lo que ya estaba ahí.

La magia de Orbison y la ayudita de amigos como Tom Petty, Ringo Starr, Jeff Lynne, Elvis Costello y clásicos instantáneos, como “You Got It”, “In the Real World”, “Dream You”, “A Love So Beautiful” y “She’s a Mystery to Me” de la que  -en el documental- Bono cuenta una gran historia. A saber: Bono se va a dormir, sueña con la canción, se despierta y la escribe y se la canta a sí mismo y se dice que, seguro, es una canción de Roy Orbison de la que no se acuerda y que ha plagiado inconscientemente. Lo mismo piensan sus compañeros de U2 en los ensayos de un concierto que darán esa noche. Pero rastrean la cuestión y no: no es de Orbison, pero es como si lo fuese, y luego del concierto alguien llama a su camerino y es Roy Orbison, quien se presenta y le dice a Bono: “Tengo entendido que tienes una canción para mí, ¿verdad?”. Y, por suerte, Bono se la dio. Y Roy Orbison nos la dio a nosotros.

Reedición: “Mystery Girl”, de Roy Orbison.

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