Por Alejandra Costamagna escritora y periodista Enero 24, 2013

Lo difícil, lo realmente difícil, es transmitir el silencio. No se trata de escenas mudas, sino de esas atmósferas como en sordina que producen la tristeza o el arrobo extremos. Es lo que logra con las palabras el escritor Alessandro Baricco en su aplaudida novela Seda (1996). Y es lo que consigue también el actor y compositor chileno Angelo Solari junto a su par Santiago Meneghello y a los músicos Natalia Martorell (flauta), José Tomás Moscoso (piano) y Alejandro Barría (violonchelo) en la adaptación del libro de Baricco. La historia del comerciante francés de gusanos de seda que en un viaje a Japón, a mediados del siglo XIX, se enamora de la concubina de un hombre millonario y queda embelesado por este amor sin palabras hasta el día de su muerte, es trabajada con sutileza y sensualidad por Solari. La narración toma distintos caminos, paralelos y ensamblados: los instrumentos musicales en vivo, el relato oral de algunos pasajes a cargo de Meneghello y la proyección de textos e imágenes alusivos a la historia. “Hervé Joncour comprendió en aquel instante que continuaría oyendo aquellas palabras durante el resto de su vida”, leemos en algún momento. Y escuchamos la melodía del silencio irradiada en la sala.

“Seda”. Hasta el 3 de febrero en el GAM.

 

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