Por Pablo Illanes Julio 21, 2011

Una familia en apariencia bien avenida se prepara para celebrar la noche de Reyes. Ander, el padre viudo y emocionalmente abúlico (Sergio Hernández), sólo quiere que las festividades pasen rápido y evitar todo posible conflicto con un grupo humano impredecible y cargado de resentimiento. Ane (Coca Guazzini), su hermana solterona y neurótica, se esfuerza por darle a su familia postiza una festividad inolvidable, con cartas cursis y nostalgias incluidas. Ian (Álvaro Viguera), el hijo rebelde, tiene una sorpresa preparada para los suyos. Lu (Ignacia Baeza) opta por desconectarse de una realidad enfermiza, representada por Uxue (Antonia Santa María), la hija afectada por el síndrome de Asperger. A través del texto, la incansable Elisa Zulueta, autora y directora de este impresionante estreno teatral, se dedica a desmenuzar los cadáveres de una familia en ruinas, opacada por un secreto pretérito, que es el que Ian tiene preparado para transformar esta fiesta en una noche inolvidable. Gladys (Catalina Saavedra), hermana de Ander y Ane que ha sido desterrada en San Diego -y que también padece el síndrome de Asperger-, aparece de improviso para decir unas cuantas verdades.

Lo cierto es que no soy espectador habitual de teatro, seguramente porque me he llevado demasiadas decepciones en la sala oscura, pero al ver Gladys de inmediato me acordé de lo placentero que es ver por fin una obra entrañable, sin pretensiones, una obra que se dedica a contar una historia, con personajes reconocibles y conflictos claros, una obra donde ni los actores ni la dramaturgia le temen al realismo, esa tendencia que inexplicablemente nuestro teatro se ha empeñado en satanizar como a la lepra. Elisa Zulueta y el extraordinario elenco de Gladys creen en el realismo como creen en el teatro y saben con certeza que el trabajo que están haciendo conmueve, emociona y a menudo también enfurece. En Gladys hay risas, gritos y una notable disección familiar, además de un puñado de actuaciones extraordinarias y tremendamente arriesgadas. Ver a Álvaro Viguera como el hijo provocador o a Coca Guazzini estallando en una histeria navideña sólo es comparable a la risa nerviosa que provoca la entrada de la siempre notable Catalina Saavedra, el puntapié definitivo para esta celebración trágica.

Si estás cansado de ver teatro concebido para actores, si te aburriste como ostra la última vez que intentaste ver una obra nacional, si te gusta que en el escenario los actores coman paella cuando se supone que deben comer paella, entonces sólo debes llamar al Teatro del Puente y reservar para Gladys, la obra del invierno. Y si me apuran, del año.

Teatro del Puente. Hasta el 7 de agosto. Viernes y sábado a las 21:30 h. Domingo 20 h.  

Relacionados