Por Alberto Fuguet* Abril 30, 2010

Una revolución está ocurriendo en el cine nacional, y al parecer el líder se llama Che Sandoval, un chico joven, que ya tiene un mundo absolutamente propio. Con quizás el título más alucinante, sonoro, comercial y, luego de ver el filme, más acertado en décadas, Te creís la más linda (pero erís la más puta) es algo así como una comedia de adolescentes de autor (a diferencia de mucho de sus pares, Sandoval escribe y dirige). O quizás es neorrealismo pop. La cinta se inscribe en lo que ahora se está llamado cine garage o cine B, pero quizás lo más acertado sería tildarla de cine-blog. Sandoval usa los pocos recursos que tiene no para hacer política (aunque su retrato de un cierto Chile es perfecto) o para divagar con metaforones, sino que se la juega 110% por su alterego, el inolvidable, torpe y entrañable Javier, un chico que se niega a creer que es un loser porque, la verdad, de loser tiene poco. Con una inteligencia y un humor que van en absoluta contradicción con su dentadura dadaísta y su cuerpo que tiene algo de calcetín roto, pocas veces he visto un filme chileno que crea tanto en su protagonista. Javier, en manos del no-actor y debutante Martín Castillo, transforma lo peor del más básico lenguaje chileno en algo parecido a una poesía que le podría gustar a Nicanor Parra. Esta cinta sobre chicos carreteros, de rockeros onderos con nanas, disecciona el mundo "abajista" de jóvenes-con-dinero-sin-dinero con humor, creatividad y un final sencillamente romántico, el que delata que Sandoval no es tan duro como se muestra. El filme no es perfecto, tal como la piel del protagonista, pero tiene verdad y complicidad. Javier camina y recorre la ciudad toda una noche con una polera vieja con una pequeña foto de James Dean en el pecho. Pero este chico no es tan rebelde ni tan fracturado, y no tiene causa. A lo más está muy al este de un paraíso que, en rigor, estaba bastante más cercano a sí de lo que esperaba. Este chico se va a salvar. Sandoval también.

* Escritor y cineasta.

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