Por Antonio Díaz Oliva Abril 23, 2010

El escritor Sergio Galarza (Lima, 1976) inmigró a España hace unos años. Para sobrevivir, pasó por varios empleos. Entre otros, el que da nombre a su novela: Paseador de perros. Publicada en Perú el 2008 por Alfaguara, se reeditó con gran éxito en España. Y ahora llegaron algunos ejemplares a Chile.

-¿Qué tanto de perdedor tiene el narrador de esta historia?

-Yo diría más bien que es un antihéroe. Además, el paseador de perros es un inmigrante que se queja de otros inmigrantes porque éstos no se ajustan al modelo de Madrid. Lo otro es que si bien es un inmigrante, sabe que el trabajo como paseador lo puede dejar y hallar otro. Pero empieza a tener ciertas relaciones con los dueños y con los perros. Establece una codependencia.

-¿Cómo fue ese trabajo?

-Fueron dos años en que estuve esclavizado por los perros. De lunes a domingo. Es duro, pues tu vida social se limita a charlar con los dueños de las otras mascotas. Al principio a uno le puede gustar lo del trabajo solitario, pero luego se puede volver deprimente.

-El narrador de la novela pasa por varios trabajos de "inmigrante" antes de pasear perros. ¿Fue tu caso?

-Sí, lavé platos en un restaurante. Pero me echaron porque el dueño me dijo que no tenía actitud para eso (aunque siempre me he considerado la persona más limpia). Luego fui chofer de una familia. Tenía que llevar a sus hijos al colegio.

-¿A uno donde iban los hijos de la elite española?

-Bueno, era un colegio, supuestamente, de izquierdas (para mí, era más de derecha que cualquiera). Lo divertido es que un día una compañera le dijo a una de las niñas: "Ah, mira, ahí viene tu chofer". Y ella dijo: "No, no es el chofer, es el chico que nos lleva al colegio". Se había establecido una relación de colega, de amistad. El tipo de cosas que no suele establecerse en Perú, donde la gente que tiene chofer lo trata como esclavo. Yo, en cambio, intentaba inculcarles mis gustos de música, las radios que me gustaban o les grababa canciones.

-¿Y es cierto que hoy trabajas en la sección de perros de una librería?

-Sí, me hago cargo de la parte de ciencias naturales, que es donde está el apéndice de perros. Además, ésta es una de las pocas librerías donde se puede entrar con mascotas. Imagínate: no me basta con haber escrito una novela sobre un paseador de perros, ahora los veo pasar todo el día al lado mío.

El opio de Barnes

Nada que temer

Una recomendación: leer a Julian Barnes como la contraparte de Christopher Hitchens. Esto porque si el último autor se pone furibundo a la hora de juzgar la religión (recordar sus lapidarios títulos Dios no es bueno y Dios no existe), los argumentos de Barnes son más delicados cuando duda sobre cualquier existencia divina. Así, podríamos catalogar Nada que temer como un híbrido de memorias y ensayo, en el cual el autor británico desarrolla tanto su vínculo con Dios como el eterno conflicto que se producía en su familia con ése y otros temas (su madre era atea y su padre agnóstico; él de izquierdas, ella de derecha). Y si bien a veces uno espera menos intelectualidad y más autobiografía, de vez en cuando hay frases, como la que sigue, que hacen eco: "Cuando me preguntan qué hacen las novelas, suelo responder que 'cuentan mentiras hermosas, seductoras, que contienen verdades duras y correctas'".

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