Por Jade* Noviembre 14, 2009

Cada cierto tiempo la chica que me cuida llega con libros sobre gatos. Su favorito, Bad Cats, es una seguidilla de grotescas fotos de gatos serviciales en poses igualmente grotescas. Sólo una vez me gustó uno que le prestaron. Era un cómic, Sandman creo que se llamaba, sobre un mundo en que las cosas volvían a ser como antes, con los gatos dominando a unos diminutos humanos. El punto es que ahora cayó en sus manos uno que se llama Yoga para gatos. Gente malintencionada le ha dicho que estoy gorda. Y mi cuidadora, una chica influenciable, se lo cree. Está convencida de lo que dice la solapa del libro, de que este es un manual para gatos que se han vuelto "lentos, perezosos y ariscos". Como si hubiera algo de malo en eso.

Mi cuidadora intenta que estire mi cuerpo siguiendo unos ridículos dibujos que trae el libro. Me habla de los chakras felinos y de posiciones como el dragón o el anzuelo, que se parecen sospechosamente a posturas que ya conocía. El dragón es cuando me engrifo dando saltitos, para llamar su atención, y el anzuelo es una de mis preferidas: me tiro al suelo y el piso masajea exquisitamente mi lomo, mientras ella se cree que le estoy dando la bienvenida. Error. Es sólo un asunto de comida y supervivencia.

Lo mejor de hacer yoga es estirar mis uñas en la mat. Pero esta chica no entendió nada. Apenas me vio afilando las garras en su mat, la guardó y me gritó. La ataqué por detrás, por sorpresa, como me gusta hacerlo. ¿Qué les pasa a los humanos? Quizás les falta una buena dosis de un atún medianamente decente.

Yoga para gatos (Océano), de Christiénne Wadsworth. Dibujos de Lynn Chang-Franklin. A $ 12.500.

*Gata a tiempo completo.

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