Por Yenny Cáceres Agosto 29, 2009

El inicio de este documental es prometedor: vemos a Colombina cortándole las uñas a su hijo, mientras Nicanor Parra lee Hamlet en su casa de Las Cruces. Acto seguido vemos a Parra chocheando con su nieto. Esa promesa inicial se desvanece con la aparición de la voz en off (del propio director), contando que hasta 1997 nunca había leído a Parra y que luego, a lo largo del metraje, deriva en pedagógicas explicaciones sobre la importancia de la antipoesía. El problema es que Víctor Jiménez nunca decide cuál es la historia que va a contar, y su relato se disgrega entre el Parra íntimo, la antipoesía y el poeta rockstar de los discursos. Es un documental fallido que carece de punto de vista y su principal valor radica en haber seguido una década a Parra. Los mejores momentos son los de Parra hablando, ya sea en entrevistas y discursos, consciente del personaje que ha construido en torno a sí mismo. Como el viejo zorro que es, Parra advierte en un momento: "No se puede observar la realidad". Lo mismo podemos decir de él: es una figura fascinante, pero inasible, difícil de capturar en los 72 minutos de un documental.

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