Por Evelyn Erlij //Fotos:Marcelo Segura Octubre 9, 2015

La noche del 7 de septiembre de 1986, como muchos otros niños chilenos, Juan Ignacio Sabatini (1978) estaba sentado frente al televisor. La emisión de El regreso del Jedi tenía a medio Chile frente a la pantalla, pero el entusiasmo por ver a Luke Skywalker duró poco. “Buenas noches. Un grupo terrorista atacó esta tarde, en el sector de Las Vertientes, a la escolta de su excelencia el Presidente de la República” se oyó en un extra, el primero de varios que terminaron por sacar la película del aire. Sus padres cerraron las cortinas y las luces se apagaron.

—Me acuerdo del silencio en el departamento, de la orden de estar lejos de las ventanas. Mi recuerdo más nítido es el de Pinochet mostrando el vidrio de su Mercedes, donde, según él, estaba la imagen de la Virgen del Carmen —rememora hoy, casi tres décadas después del atentado con el que el Frente Patriótico Manuel Rodríguez quiso eliminar al general. El desenlace es conocido: los guerrilleros no reescribieron la historia de Chile, pero la llamada Operación Siglo XX se convirtió en algo así como una leyenda, no tanto por lo que pasó esa tarde en la cuesta Achupallas, sino por lo que pudo haber pasado.

En agosto, Juan Ignacio Sabatini estuvo en el Festival de Locarno, en Suiza; y mientras en Chile se hablaba sobre la muerte de Manuel Contreras, el cineasta aprovechó de buscar potenciales coproductores extranjeros para el financiamiento de la película sobre el día en que casi murió Pinochet. La historia, dice, se volvió una obsesión cuando leyó Los fusileros. Crónica secreta de una guerrilla en Chile (2007), del periodista Juan Cristóbal Peña, pero pasó mucho tiempo antes de que se decidiera a llevarla al cine. En el intertanto, exploró la no-ficción con Más allá de estos muros (2009), película sobre su tío abuelo, el artista visual Juan Downey, y codirigió Ojos rojos (2010), el exitoso documental sobre la selección chilena que se convirtió en el más visto de la historia nacional.

Su arribo a la ficción se lo debe al realizador Nicolás Acuña —hasta julio director de Programación de TVN—, quien le confió la dirección de algunos episodios de Cárcel de mujeres 2 y, luego, de varios capítulos de las dos temporadas de Los archivos del cardenal. Poco después, Rony Goldschmied, productor ejecutivo del área de ficción de TVN, lo citó a su oficina. “Quiero hacer esto contigo”, le dijo, y puso sobre la mesa el libro Solos en la noche, del periodista Rodrigo Fluxá. Su misión: usar el formato miniserie —que su padre, Vicente Sabatini, instaló en 1985 con Marta a las ocho— para filmar Zamudio: Perdidos en la noche, la aplaudida ficción televisiva sobre uno de los crímenes más impactantes del último tiempo.

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2015 ha sido un buen año para Juan Ignacio Sabatini: a las buenas críticas de Zamudio, estrenada en marzo pasado, se sumó la responsabilidad de codirigir Sitiados, megaproducción de Fox y TVN que lo tuvo a la cabeza de un equipo de 300 personas y más de 2 mil actores. Para TVN, en cambio, 2015 ha sido su peor año: a los despidos masivos y pérdidas millonarias, se suman los malos ratings y una crisis interna que Sabatini, como director y productor, ha visto de cerca. Su nexo profesional con el canal data de los días en que trabajó en el programa infantil Tronia, en 2003, pero una buena parte de su historia personal ha estado ligada al edificio de Bellavista 0990.

—Si el trabajo de tu viejo es el mismo durante 25 años, y yo tengo 36, significa que durante casi toda mi vida he ido a ese lugar. Mi viejo ahora está de vuelta ahí y estoy megafeliz por él, porque quería volver. Siempre se sintió parte de TVN y su misión, y está fascinado de volver a su casa —cuenta, sobre el regreso de su padre a la conducción del área dramática del canal. Juan Ignacio Sabatini cree que lo esencial para salir de la crisis no sólo es repensar el modelo de televisión pública, sino también volver a conectarse con el público.

—El canal debe poner el foco en lo relevante que es para el público ver, desde la ficción, temas que han sido trascendentes para la sociedad. Zamudio apuntaba a eso: fue un crimen con eventuales motivaciones homofóbicas, ¿pero qué pasa si no es sólo eso? La idea era ir un poco más allá, mirarnos en el espejo y pensar cómo está articulada la sociedad. La gracia de las teleseries de TVN en los 90 fue que, desde el género, dialogaron con el público, nos revelaron cómo éramos, nos mostraron distintas realidades de Chile. Eso hay que volver a pensarlo —dice el cineasta. Y eso es lo que quiere volver a pensar él desde el cine.

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Un millón y medio de dólares costará “Los fusileros”, que debería filmarse en 2016. Además, la productora de Sabatini tiene otros proyectos: un documental falso sobre Roberto “Cóndor” Rojas, y “El fantasma”, película sobre José Abello, el mayor ladrón de bancos de Chile.

Juan Ignacio Sabatini volvió a encontrarse con el atentado a Pinochet en algunos episodios de Los archivos del cardenal. Pero la experiencia lo dejó con gusto a poco: invitó a Juan Cristóbal Peña a almorzar y le ofreció adaptar su libro al cine. Hasta la fecha, la única película que había tratado el caso había sido Cicatriz (1996), de Sebastián Alarcón, una coproducción chileno-rusa. Dos series de televisión también habían tocado el tema: Amar y morir en Chile (2012) y el episodio “Balas para el general” (2011), de la serie 12 días que estremecieron a Chile (2011). Ninguno de esos trabajos cumplió las expectativas de Peña. Ninguno, hasta que Sabatini le planteó su propuesta.

—Estoy muy entusiasmado y curioso de lo que pueda resultar del trabajo con Juan —dice Peña sobre Los fusileros—. Por alguna razón, la historia del FPMR no ha sido bien resuelta desde la ficción. Cicatriz y Amar y morir en Chile fueron producciones que dejaron mucho que desear. No creo que haya sido un problema de presupuesto. Ocurre a veces que las películas de fuentes históricas, donde hay una épica de por medio, caen con facilidad en la caricatura. La no ficción ha resuelto mucho mejor que la ficción el tema de la lucha armada contra la dictadura —afirma el periodista.

Peña ha aportado detalles inéditos, lo que ha ayudado a los guionistas Enrique Videla (Prófugos, Zamudio), Pablo Paredes (Las analfabetas) y al propio Sabatini a construir mejor el guión, cuyo consultor ha sido Adrián Caetano, el reconocido cineasta uruguayo-argentino que compitió en Cannes con Crónica de una fuga (2006). Cuando se concrete, Los fusileros se convertirá en el proyecto más ambicioso de Villano, la productora que Sabatini creó junto a los directores Juan Pablo Sallato e Ismael Larraín, con los que hizo las series documentales para la televisión Adictos al claxon (La Red) y La cultura del sexo (TVN).

—Partimos en 2003 con Ojos rojos, un proyecto que sentíamos que nos quedaba grande por un tema de conocimiento de la industria. Nos juntamos con mucha gente, tocamos mil puertas, y siempre salíamos de las reuniones pensando “¿y qué pasa si lo hacemos nosotros?”. Así terminamos encargándonos de todo, producción, distribución, ventas internacionales, y lo logramos: la película llegó financiada antes del estreno y todo el corte de tickets se convirtió en utilidades. Con Los fusileros está pasando algo similar. Es un proyecto grande, pero en el camino nos hemos ido convenciendo de que podemos hacerlo.

Uno de los grandes obstáculos a los que se enfrentará Sabatini en esta película será la reconstrucción del Santiago de los 80. Será uno de los aspectos más costosos del proyecto, pero si algo aprendió como asistente de dirección de Ricardo Larraín —a quien considera un maestro y con quien trabajó en la serie Héroes y en el telefilme Alberto: ¿quién sabe cuánto cuesta hacer un ojal?—, fue que hay que pensar en grande. En los 90, Larraín fue el cineasta que dio a Chile su primer Oso de Plata en la Berlinale con La frontera (1991), y el que se atrevió a traer al país a Carmen Maura y Maribel Verdú para protagonizar El entusiasmo (1998), uno de los filmes chilenos más caros de la década.

—Ricardo se fue en una volada de autor heavy con El entusiasmo. Pero el cine tiene mucho de ensayo y error. Hoy veo más arrojo en el cine chileno. Están Matías Bize, Sebastián Silva. Y ni hablar de Pablo Larraín —opina el director, quien por estos días trabaja en conseguir lo que queda del millón y medio de dólares que necesita para filmar Los fusileros en 2016. Ya obtuvo 135 millones de pesos del Fondo Audiovisual 2015, y por ahora la prioridad es conseguir el resto con coproductores extranjeros.

La cifra no está lejos de las de otros filmes locales, pero es un reto para una productora joven que aún no incursiona en publicidad para autofinanciarse. Sabatini dice que en el futuro lo harán, pero en el intertanto no pierden tiempo: Villano trabaja en Simulacro, un documental falso sobre Roberto “Cóndor” Rojas, y en El fantasma, filme basado en un reportaje de Rodrigo Fluxá sobre José Abello, el mayor ladrón de bancos de Chile.

—Si hay un sello de la productora es este vínculo con lo real, con la historia de Chile reciente o pasada. Por eso estamos trabajando con Rodrigo en varios proyectos —explica sobre el equipo de trabajo que formaron junto al periodista, con quien colaboraron en Zamudio para decidir las licencias que se tomaron a partir de los hechos reales. En cuanto a Los fusileros, es poco lo que quiere revelar de la historia —más allá de que estará contada desde el punto de vista de los guerrilleros—, pero sí adelanta que romperá un tabú del cine chileno: Pinochet aparecerá como un personaje en pantalla. Ya lo demostró en Zamudio: Sabatini no tiene miedo a encarar la realidad.

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