Por Alberto Fuguet, escritor y cineasta Mayo 13, 2015

“Montage of Heck” se podría traducir como un “montaje del infierno” o un “montaje de puta-madre” (algo así). Pues eso es. Puro montaje y puro infierno y la mezcla de los dos produce un filme donde la estrella no es tanto Cobain, sino el montaje.

El asombroso e invaluable y hasta agotador documental de Brett Morgen, Kurt Cobain: Montage of Heck (¿qué valor tiene el acto de resucitar, de volver a la vida?, ¿cómo se mide el poder de la memoria cuando, en vez de gatillar sensaciones y momentos, cobra vida y hace del pasado presente?), no tiene traducción y quizás no hace falta. ¿Alguien se dio el trabajo de traducir Nevermind o In Utero o “All Apologies”? Este glorioso y doloroso y fascinante (y sí: morboso, intrusivo y casi pornográfico) documental que ya está circulando por HBO, la red, el mundo y que se estrenará en Chile en funciones acotadas (como si fueran conciertos) a fin de mes, en cines en pantalla ancha (26 y 28 de mayo en la cadena Cinemark) y sacándole partido al Dolby (el documental tendrá algo como del recital que nunca se realizó en Santiago), le hace honor a su título (que en realidad es del propio Cobain adolescente y es como rotuló uno de sus casetes). Kurt Cobain: Montage of Heck es justamente eso: es Cobain como una obra de montaje, como un collage en progress, como el retrato de un artista que, más que evolucionar, es la suma de todas sus influencias (¿duda: uno crece y madura o acaso uno no es más que una serie de montajes o la labor de una edición adecuada?).

Montage of Heck se podría traducir como un montaje del infierno o un montaje de puta-madre (algo así). Pues eso es. Puro montaje y puro infierno y la mezcla de los dos produce un filme donde la estrella no es tanto Cobain (más allá del impresionante material inédito cedido por la familia y por la propia Courtney Love) sino el montaje. Por lo general hay filmes donde lo que destaca es la fotografía o el sonido o quizás los efectos especiales. El cine al final es montaje. Eso es y ver una cinta donde lo que más impresiona es el montaje (y la libertad de recursos con que se monta la narración y los estados de ánimo) es algo no menor y un evento francamente curioso. Montage of Heck lleva ideas vanguardistas acerca del documental, el llamado found footage (la apropiación de material diverso ya existente) y el montaje en sí, a un público masivo y ajeno a los magísteres académicos o el gueto del Fidocs. Éste es un documental que es popular y masivo y que, aprovechando la figura de Cobain y el material obtenido, respeta la mente errática y creativa del líder de Nirvana, usa recursos que no alejan al público, sino muy por el contrario lo acercan y lo insertan en “la moral grunge”.

Es curioso que una de las grandes demostraciones de montaje no venga del cine comercial (que sigue pegado en la moral MTV) sino de una cinta que “documenta” (quizás la última vez que ocurrió este despliegue de un montaje creativo fue en Toro salvaje de Scorsese). Aunque sería deshonesto creer que un documental armado con material inédito (trozos de Super-8 de Cobain de niño, grabaciones de audio del artista componiendo, o lateado en su casa, o incluso narrando su propia historia, ensayos, temas-en-vías-de-composición, videos íntimos de la pareja Cobain-Love en pleno trip de heroína) puede ser catalogado de under. Pero lo es o al menos es jugado, creativo y sorprende por lo leal que es al propio Cobain. El filme es indie y se arma con todo tipo de material que -insisto- ha sido montado directo desde el infierno, pero apuntando al cielo (impagables los momentos de recreación animada al óleo, donde Cobain es mostrado de adolescente en Aberdeen o encerrado en su casa intentando crear o tratando de intimar con una chica). Pero es lo respetable y jugado: este material pudo transformarse en una cinta-fan o cinta-selfie que iba a funcionar comercialmente sí o sí. Pero no. La película usa animación, material de segunda unidad (de la filmación del clip “Smells Like Teen Spirit”) y le saca un partido inimaginable a los cuadernos y dibujos que Cobain dejó detrás (además de todo, Cobain era un gran y particular dibujante). Algunos han criticado que el filme fue aprobado por “la familia”, pero toda la última parte  (que es la más débil por lo demás) hace dudar si eso es tan así (las imágenes de Kurt en el baño con Courtney son de ésas que uno hubiera preferido no ver).

Los documentales ya no son lo que eran (por suerte) y acá Brett Morgen (que ya había recreado la vida del productor de cine Bob Evans en el notable documental/adaptación de su autobiografía The Kid Stays in the Picture) entiende que, más que intentar explicar a Cobain, su oportunidad es crear la sensación de estar con él, de tocarlo y olerlo, de componer a su lado, de entender lo que es sentir el infierno de la soledad y el infierno de la fama. ¿Es objetivo? Quizás no. ¿Hace falta? No creo. Monta como fan, pero también entiende que el tipo estaba dañado y que su desenlace fue anunciado incluso antes de alcanzar el estrellato. No destroza a Courtney Love ni la acusa de “asesinato”, aunque la deja como una figura intensa, adicta (a las drogas, a la fama, a Cobain), y hasta insinúa que quizás se transformó en algo así como su escudo y guardaespaldas personal.

Kurt Cobain: Montage of Heck dejará a los transversales fans de Nirvana en éxtasis, pero también a los que le piden al cine algo más. Cuenta de manera creativa y dolorosa y energética una de las grandes historias: la del niño perdido, la del chico que es superior al resto, la del que por no tener un lugar termina creando uno nuevo, donde él ya no puede participar.

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