Por Evelyn Erlij Marzo 12, 2014

© Sebastián Hoppe

“El Düsseldorfer Schauspielhaus es una superinstitución cultural. Tiene unos 500 funcionarios, es uno de los teatros mejor financiados de Alemania y se estrenan obras casi todas las semanas. Es una tremenda máquina de producción”, cuenta Calderón.

Si en “Kuss” contactó a refugiados sirios, para “Neruda” está tras la pista de los que compartieron con el poeta en los años 40: “Quiero entrevistar a los viejos, todavía quedan varios de la época de Neruda, gente que vivió la represión del Partido Comunista”, explica.

Una maleta acompaña a Guillermo Calderón desde hace tres años. En el hotel que sea, en la ciudad y el país donde sea, esa maleta se queda en un rincón de su pieza, a la espera de ser vaciada y llenada. Pueden pasar días, semanas o meses, pero el equipaje nunca desaparece. “Vivir desde la maleta es angustioso. Es muy poco creativo, no hay tranquilidad para escribir y pensar. No me acostumbro para nada”, dice el dramaturgo desde la habitación de un hotel de Düsseldorf, donde ha pasado las últimas cinco semanas. Al día siguiente de esta entrevista partiría a Nueva York, y cuatro días más tarde volvería a Alemania para el estreno mundial de Kuss -el pasado 13 de marzo-, la obra que escribió para el Düsseldorfer Schauspielhaus, uno de los escenarios más importantes de ese país.

“Es una superinstitución cultural. Tiene unos 500 funcionarios, es una de las mejor financiadas de Alemania y se estrenan obras casi todas las semanas. Es una tremenda máquina de producción”, cuenta Calderón, a poco de haber terminado una jornada de ensayos con los seis actores del elenco estable que escogió para Kuss. Antes de irse a Nueva York -donde vive una buena parte del año- estuvo ajustando detalles de iluminación, sonido y video. “Técnicamente ha sido harto trabajo. Además, tengo reuniones, entrevistas; todavía estoy escribiendo y haciendo correcciones”.

En la larga travesía que ha significado su internacionalización -sus trabajos se han presentado en 25 países-, ésta es la segunda escala que hace en Düsseldorf para estrenar una obra original. En 2012 presentó allí Beben, una pieza teatral sobre el terremoto chileno. Luego partió a Nueva York y Los Ángeles para hacer la producción de Neva con actores estadounidenses, mientras las giras por el mundo con sus obras no pararon. En octubre del año pasado, Villa + Discurso se presentó en el famoso Théâtre de la Ville, en París. 

Lo volvieron a llamar de Düsseldorf y le pidieron nuevas ideas para montajes, entre las que propuso escribir sobre la guerra civil en Siria, un tema que lo angustiaba hace tiempo. “Kuss es el alemán de beso, y trata el conflicto sirio de forma no directa -explica Calderón-. Se trata de un grupo de personas que encuentran en internet una obra escrita por una dramaturga siria joven y la montan. Cuando la obra termina, después de 45 minutos, ellos tienen una conversación con la autora por Skype. A partir de ese diálogo se dan cuenta que no entendieron mucho el texto, que cometieron varios errores con respecto a lo que significaba. Entonces no les queda otra que empezar a hacer la obra de nuevo”.

Montar una pieza teatral entre los cuatro muros de una sala, mientras en el exterior el mundo se desploma en guerras, miseria y violencia es uno de los temas que obsesionan a Guillermo Calderón. Ya lo exploró en Neva, en la que tres actores se reúnen para montar El jardín de los cerezos, de Chejov, en medio del caos de la revolución rusa. Enfrentar el teatro con la realidad política es un ejercicio constante en su trabajo. En Clase, encara a una alumna y a un profesor en el contexto de las protestas estudiantiles; en Villa, reflexiona sobre los lugares de memoria del pasado dictatorial; y en Escuela, rescata la historia de los que quisieron derrocar al gobierno militar por las armas.

“El teatro es una actividad cultural de privilegio. Es un lugar de discusión de elite, por decirlo así, por lo que creo que es necesario preguntarse qué significa hacer teatro en medio de la violencia que hay en el mundo -dice el dramaturgo-. En Kuss se está montando una obra sobre el conflicto y el tema es cómo hacerlo. Yo nunca he ido a Siria, lo único que conozco sobre la guerra es lo que he leído y visto en pantalla, por lo que hacer una obra es un problema casi imposible. Pero encontré la forma de hacerme cargo de lo difícil que es. Esa tensión entre el teatro y la realidad es algo de lo que no puedo escapar”.

   

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El Düsseldorfer Schauspielhaus es un edificio colosal, inaugurado en 1970, famoso por su fachada futurista y su diseño sinuoso, que imita las curvas de un telón. Su presupuesto privilegiado se refleja en las condiciones en las que está trabajando Calderón: “Todos mis asistentes tienen sus propios asistentes. Cuando necesito algo, hay tres personas corriendo para solucionar el problema. Vengo de una cultura en la que el teatro es autogestionado y se hace con mucho sacrificio y pocos recursos. Trabajar aquí es un lujo al que no hay que acostumbrarse. Pero es bueno saberlo, para poner esa aspiración al teatro chileno”.

En esta segunda experiencia en Düsseldorf, el reto no fue de adaptación, ya que  conoce bien al equipo y éste lo conoce bien a él. El desafío fue lingüístico: Kuss es la primera obra que el dramaturgo escribe en inglés. “Diría que fue liberador. Cuando escribo en castellano, siempre es un proceso muy arduo de corrección, de torturarse por el mínimo detalle. Me preocupo que el lenguaje sea preciso, perfecto. Como el inglés no es mi idioma materno, hay mucha más libertad para equivocarme. Hay menos ansiedad. Pero cuando haga la obra en castellano, obviamente, la voy a reescribir de principio a fin”.

El elenco de “Kuss”, obra sobre la guerra civil en Siria.

 

El próximo año deberá dejar en manos de un traductor el texto de Neva, para empezar el montaje de la obra en Francia, donde trabajará con elenco local. Permitir, eso sí, que acomoden sus escritos a una lengua extranjera le resulta extraño. “Es doloroso, porque no está la palabra perfecta. También es bonito, es como ver una obra nueva. Pero no me conformo con perder la precisión de la palabra que me costó tanto elegir. Es como una pérdida”, confiesa.

Los orígenes de esta vida agitada están en 2006, después del estreno de Neva y luego de que la Fundación Teatro a Mil comenzara a gestionar sus giras y a producir sus trabajos. “Mi obra y yo entramos en una especie de circuito internacional en el que ya te conocen y te invitan a volver”, explica Calderón. En ese proceso, que se intensificó a partir de 2011, Claudia Barattini, directora de Asuntos Internacionales de Fitam y nueva ministra de Cultura, tuvo un papel esencial. “La conocí cuando era agregada cultural en Italia. Era hiperactiva, de esas personas que pueden crear muchas cosas con muy pocos recursos. Entiende las políticas culturales desde el punto de vista de los artistas y eso es un cambio importante”, opina el dramaturgo.  

Tal como pasó con el Düsseldorfer Schauspielhaus, ahora son los teatros extranjeros los que se acercan a él para pedirle propuestas. Lo que tiene en mente por estos días es volver a trabajar en Nueva York y en Boston, donde ya estrenó Neva en su traducción al inglés. “Estoy desarrollando una idea para explotar la paranoia política de Estados Unidos con respecto a la izquierda. Me parece interesante que muchos sectores de ese país acusen a Obama de ser de izquierda, cuando, en cualquier otro lado lo verían como alguien más de derecha. Esa paranoia y sus orígenes es algo sobre lo cual me encantaría escribir”.

 
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En los ensayos que ha tenido en Düsseldorf, Guillermo Calderón se ha visto a sí mismo pensando en imágenes cinematográficas. “Hoy estaba mentalmente escribiendo el guión de la obra y pensaba, por ejemplo, ‘este diálogo lo vamos a filmar en el departamento de un amigo’. Como que me deformé profesionalmente”, cuenta el dramaturgo, que también fue guionista de la serie Ecos del desierto y de la película Violeta se fue a los cielos, ambos trabajos de Andrés Wood. En la última edición de la Berlinale, corrió la noticia de que también es el autor del guión de Neruda, el próximo proyecto de Pablo Larraín, el director de No.

“La historia se centra en los años 40, en el período en que Neruda fue desaforado y estuvo clandestino en Chile, cuando la Ley de Defensa de la Democracia declaró ilegal al Partido Comunista y el gobierno de González Videla lo persiguió. Fue en la época en que terminaba de escribir Canto General. Neruda era un político joven, quizás el más emblemático e importante de los comunistas. Se tuvo que esconder y logró escapar de Chile a través de un paso cordillerano. Escribí el guión y está en desarrollo, todavía debe someterse a reescrituras varias, pero la producción de la película ya está andando”.

Como en todos sus proyectos, el proceso de investigación y de búsqueda de fuentes primarias ha sido intenso, y si en Kuss contactó a refugiados sirios para conocer la realidad de la guerra, aquí está tras la pista de los que compartieron con el poeta en los años 40.  “Quiero entrevistar a los viejos, todavía quedan varios de la época de Neruda, gente que vivió la represión del Partido Comunista y que fue parte un poco de lo que era la elite cultural de la izquierda comunista de Chile. Eso no está muy escrito”, explica Calderón.

Pablo y Juan de Dios Larraín, director y productor del filme respectivamente, habían recopilado bastante material sobre Neruda antes de contactarlo, por lo que parte del trabajo investigativo ya estaba hecho. “Yo me colgué de eso. También había leído mucho a Neruda cuando era más joven, pero ahora me puse al día. Fue superinteresante, porque leerlo de grande no es lo mismo que leerlo de chico. Lo redescubrí”.

En cuanto a la dinámica que ha llevado con los hermanos Larraín, cuenta que ha sido una experiencia muy colaborativa: “Me han dejado toda la libertad, pero esto es un proyecto que empezaron hace mucho tiempo, así que ya tenían muchas ideas, y yo las acogí. Ha sido un proceso de comentarios que van y vienen. Cuando la película se esté filmando, todavía voy a estar reescribiendo y aportando. No es sólo ser guionista, es integrarse a un proceso creativo de largo plazo -explica-. Han ido a ver mis obras, así que me conocen como alguien que tiene su propio trabajo y con el cual les interesa dialogar”.

En su carrera como dramaturgo siempre ha tenido el control sobre sus obras, las que escribe y dirige él mismo. El cine, no obstante, le ha impuesto una rutina distinta de escribir y dejar en manos del cineasta la puesta en escena de su texto. “Es superliberador no tener la responsabilidad. Me encanta ser uno más de un gran equipo, es maravilloso ver cómo transforman tu texto. Uno ya no tiene que agarrarse con todo a la palabra que escribió”, afirma. Pero su colaboración no se limita al guión, también está presente durante el montaje, la etapa final de escritura de una película. “Trato de estar, no sólo porque me gusta participar sino porque es una gran escuela de cine”.

En la sala de montaje, Calderón vuelve a sus días de alumno y toma notas mentales de lo que va aprendiendo. “Gran parte de mi interés por trabajar en los guiones es robar experiencia, ver cómo lo hacen, cómo piensan. Es increíble. He entendido mucho más el romance del cine”, asegura. Su sueño, dice, es algún día tomar la cámara y lanzarse a rodar sus propias películas. “Voy y pongo cara de colaborador, pero en realidad estoy siendo un buen estudiante para después hacer lo mío. Eso requiere valor, porque no es llegar y hacerlo. Todavía me estoy preparando”.

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