Arriba en la foto (de izquierda a derecha): Sofía Del Pedregal, Matilde Benmayor, José Pedro Godoy, Nicolás Radic, Tania González e Ignacio Gatica.
Aprovechan al máximo las herramientas que están a su alcance, sobre todo internet. “Hay una noción clara de que para poder vivir de esto hay que moverse, postular a cosas y actualizar las páginas web. Un trabajo muy latero, pero que hay que hacer”, dice Matilde Benmayor.
En el frontis del Parque Arauco, un cartel comenzaba a tomar forma. Sobre un andamio, Nicolás Radic (29) tiraba las primeras líneas de color. Con brochas y tarros de acrílico llevaba a cabo esta tarea: pintar una botella de vodka. La idea fue planteada en 2012 por Absolut, la marca de vodka que lo contactó para realizar la actividad, que formaba parte de una campaña internacional. Nicolás debía pintar a vista y paciencia de todo el mundo. Y no tuvo ningún problema en hacerlo.
Así se mueve una generación a la que, además de la edad, la une la pintura y una particular manera de darse a conocer. Todos son menores de 30 años y un libro los reúne: Sub 30, proyecto encabezado por el artista Jorge González Lohse, que además tendrá una exposición en el Museo de Arte Contemporáneo (MAC).
La lista es variada: Matilde Benmayor (26), José Pedro Godoy (28), Sofía Del Pedregal (25), Francisco Tapia -Papas Fritas- (30), Ignacio Gatica (25), entre otros. Una selección de 60 artistas que se caracteriza por su diversidad. Muchos han mostrado su trabajo en exposiciones colectivas e individuales, en Chile y en el extranjero, y son un grupo ejecutivo y con metas muy claras. El aumento de las escuelas de Arte en Chile también ha modificado el circuito. Antes, en los 80, casi todos los artistas salían de la Chile o la UC. Hoy se han sumado escuelas privadas que se han ganado un espacio, como la Finis Terrae.
Por lo mismo, para Francisco Brugnoli, director del MAC, este proyecto “busca dirigir su mirada interrogando el estado de situación de las tendencias más actuales en el país y, en el caso de los más jóvenes, una suerte de encuesta que a su vez permita una visión sobre la condición actual de la enseñanza del arte”.
Sub 30 surgió luego de hacer Revisión Técnica (2010). A Jorge “Coco” González le pareció que algunos de los cien artistas que conformaban este libro, que reunía obras producidas entre 1980 y 2010, “proponían otras cosas a los que veníamos de la generación de los 80 y 90: otras intenciones, búsquedas y materialidades”. Así nació una investigación que se extendería por tres años, trabajo que verá la luz muy pronto: el 21 de marzo será el lanzamiento del libro y la inauguración de una exposición conjunta en el MAC Quinta Normal.
LA NUEVA PINTURA
Lo cierto es que nunca se ha dejado de pintar, incluso cuando la performance, la Escena de avanzada y el neoconceptualismo tomaban mayor visibilidad. Bien lo sabe “Coco” González, quien es parte de una generación formada en los 80. Siempre defendió la pintura, pero dice que estuvo segregado por mucho tiempo. Hoy son varios los que encuentran en la pintura un formato con infinitas posibilidades. Un espacio en el que todo puede pasar.
Sergio Rojas, académico de la Universidad de Chile, concuerda con este diagnóstico, pero también plantea preguntas: “Lo medular en este sentido no está en la lista de nombres de esta curaduría, sino más bien en la pregunta que esa selección podría ayudar a responder. Es decir: ¿qué pintura hacen hoy los jóvenes artistas en Chile?”.
Sub 30 es una publicación que busca hacer una fotografía del momento actual de esta generación, más que establecer un juicio definitivo sobre estos jóvenes artistas. Y es que los cuestionamientos de épocas pasadas han ido desapareciendo. Así lo notó Sofía Del Pedregal, que con 25 años es una de las menores dentro del proyecto. “Ahora no hay tanta duda de por qué pintar. Hay libertad con el uso del soporte pictórico”, dice.
Libertad que se dio de manera gradual. Así lo vivió José Pedro Godoy, conocido por sus pinturas barrocas y de gran formato. “Cuando entré a estudiar arte en la UC, el 2004, prácticamente nadie pintaba. Eso fue cambiando. Cuando yo estaba a punto de egresar veía que en los cursos que iban dos o tres años más abajo todos lo hacían”, dice el artista, que en el 2008 obtuvo el segundo lugar en el concurso de arte joven Cabeza de Ratón (hoy Premio MAVI-Minera Escondida).
En muchas de las obras hay lenguajes desplazados. Es como si la pintura fuera la base de toda creación de estos artistas. No importa si es instalación, video, fotografía o taxidermia. La pintura es el punto de partida.
De esta manera trabaja Tania González (29), que por sobre todo se define como pintora. En medio de frutas, ollas y teteras, cuelgan una liebre y tres pájaros. Pareciera ser la pintura de una naturaleza muerta sobre una placa de zinc. Pero esos animales son reales. Y están muertos. Son sus cuadros tipo bodegón de campo que entremezclan pintura y taxidermia, que ha expuesto en lugares como Galería Bech, Off Chacoff y Bruno Gallery, en Lima. “La pintura es superabsoluta, siempre lo ha sido y siempre lo va a ser. La fotografía no pudo matar a la pintura, la instalación tampoco”, asegura.
Gianfranco Foschino (30) es una prueba del cruce entre formatos. Estudió Cine en la Uniacc y se trasladó de manera natural hacia las artes visuales, llegando a exponer en la Bienal de Venecia en 2011, y en febrero pasado participó en la Feria Arco de Madrid. Sus obras parecen videos enmarcados, similares a una pintura, pero, luego de un par de segundos comienza el movimiento. “La pintura, a nivel genérico, es un gran referente. La forma en la que el espectador enfrenta el video es de una lectura que está más asociada a la pintura o a la fotografía”, dice.
Quedaron atrás los tiempos en que la política se apoderaba de los artistas visuales. “Para nosotros era inevitable hacer cualquier obra y que siempre tuviera un guiño con la política contingente”, dice González. “El sustrato político ha variado al de una política poética”, agrega.
José Riveros (30), más conocido como Basco-Vazko, es autodidacta y sus referentes vienen del grafiti, a pesar de que nunca pintó con spray. “Antes los artistas eran mucho más localistas en sus temáticas. Ahora son más globales, no son tan fáciles de adjuntar a un territorio”, dice.
Esta generación creció y se formó con una gran cantidad de estímulos, imágenes e información. Factores que, finalmente, marcan el proceso de creación. “Hoy uno recibe estímulos de tantos lugares diferentes, como libros, revistas, películas e internet, que es imposible no tener un punto de vista más global”, dice José Pedro Godoy. “Esa transversalidad es fundamental para poder tener cierta proyección internacional”, agrega.
Una de las excepciones es Francisco Papas Fritas (30), que integra Sub 30 desde otra trinchera. Autodidacta, confiesa sentirse ajeno al libro y a esta generación: “Para mí la pintura es netamente una cosa comercial. Pinto para financiar mis proyectos y mi vida. Pero para mí son como memes, no alcanzan a tener una intención de obra”. Su trabajo incluye instalaciones y performances: durante la Bienal de Arte Contemporáneo del Museo de Bellas Artes, en 2008, subastó al director del museo. Y en 2012 realizó una obra en memoria de la muerte de 81 presos en el incendio de la Cárcel de San Miguel.
De izquierda a derecha:
1.- “Hustler” (2007), Ignacio Gatica
2.- “El triunfo de amor” (2012), José Pedro Godoy
3.- “La fenêtre” (2008), Gianfranco Foschino.
SIN PREJUICIOS Y CONECTADOS
Son siete artistas: Matilde Benmayor, Martín La Roche, Ignacio Gatica, Raisa Bosich, Matthew Neary, Pablo Rodríguez y Esperanza Rojo. Los cuatro primeros, presentes en Sub 30. Todos de diferentes universidades y con técnicas disímiles. El Taller Santa Victoria, ubicado en Providencia, es su lugar de trabajo desde 2012. “Hoy en día es nuestro núcleo creativo. También hacemos ventas y exposiciones. Hemos generado instancias para financiar nuestros proyectos, como fiestas a beneficio de alguna exposición”, cuenta Ignacio Gatica, quien ha llegado a exponer en Buenos Aires, Tokio y Nueva York.
Comparten taller y no sólo desarrollan sus obras, sino también generan espacios para difundir y dar a conocer su trabajo. “Creo que la astucia comunicacional de esta generación está en la autopromoción y en las redes sociales. No sé si existen estrategias más claras, pero sí más medios donde poder comunicarnos”, agrega Gatica.
Aprovechan al máximo las herramientas que están a su alcance, sobre todo internet. “Es más fácil, tenemos todos los registros de nuestros trabajos, y esto nos permite darnos a conocer, ya no sólo a partir de una galería de arte. Hay una noción clara de que para poder vivir de esto hay que moverse, postular a cosas y actualizar las páginas web. Un trabajo muy latero,pero que hay que hacer”, dice Matilde Benmayor, hija del pintor Samy Benmayor.
“Coco” González reconoce una energía distinta en los más jóvenes. “Los chicos de ahora son más claros, más programáticos, más proyectiles. Hay más posibilidad de becas, puedes viajar por el mundo con pasantías e ir a residencias”, asegura. Uno de los que aprovecharon estas oportunidades es Martín La Roche (25), ganador del primer lugar en Cabeza de Ratón en 2011: está en Holanda, lugar en el que este mes comienza una residencia.
Son conocidos los casos de artistas que han trabajado con marcas, no sólo jóvenes, sino también consagrados, como Samy Benmayor y Bororo. Hecho que en su momento les significó un sinfín de críticas dentro y fuera del circuito. Hoy son más desprejuiciados: es un trabajo más.
“Me dieron mucha libertad creativa y también el proyecto me dio la oportunidad de salir por algún tiempo del taller. Lo disfruté y quedé muy conforme con el resultado”, dice Nicolás Radic, artista que trabajó pintando una botella gigante de Absolut Vodka.
Los jóvenes no creen estar traicionándose al participar con marcas. Basco-Vazko sabe de esto: en 2009 la marca de ropa Americanino lo contrató para diseñar una línea de poleras. “No es algo que busqué ni traté de conseguir; me lo ofrecieron. Y me dieron toda la libertad del mundo para hacer lo que quisiera”, dice. Pero hay límites: “No le pondría una foto de un cuadro mío a una polera, porque creo que sería como boicotear el propósito de mi trabajo”. Todo depende de la oferta, de si se adapta a los intereses del artista. Eso no se transa.
Ahora todos se reúnen otra vez. Después de meses de preparación del libro y la exposición, comienza la etapa de montaje. Están ansiosos. Son varios los que creen que luego de Sub 30 las cosas se moverán más todavía. Será una nueva oportunidad para ellos y el arte. Una vitrina para luego seguir sus proyectos propios.