Por Alberto Fuguet* Noviembre 1, 2012

Fue el crítico norteamericano Nathan Rabin el que lanzó la flecha que se incrustó en el blanco. Admirador acérrimo de Cameron Crowe y sus epifanías al son de canciones pop, Rabin perdió todo el control viendo Elizabethtown, una extraviada “comedia romántica para hombres” a la que tildó de fiasco y que hizo que su prosa se llenara de bilis y mala fe al darle duro a la cinta sobre un joven millonario con el corazón y el alma quebrada. Su degollamiento de Elizabethtown lo transformó en el responsable de acuñar un genial y wikipediable término para designar un arquetipo-estereotipo femenino que, si bien ha estado presente durante décadas en las pantallas (Audrey Hepburn, desde luego, aunque nunca olvidó la dignidad y la clase), ha ido cobrando tanta presencia como repetición en estos últimos años hipsters y retro para terminar cobrando eventualmente vida y reinando en la persona y aura de la excéntrica bonita-pero-no-me-tengo-fe Zooey Deschanel.

Rabin perdió la paciencia y el control con el personaje interpetado por Kirsten Dunst, una azafata aficionada a la música indie, y la acribilló tildándola como “the Manic Pixie Dream Girl”. Nada fue igual después de esa apuñalada: fue tan perfecto el nombre, y tan acertada la definición extra (“esta chica existe exclusivamente en la afiebrada mente del autor-director ultrasensitivo y su fin es enseñarle a chicos perdidos-deprimidos a abrazar la vida y con ello todos sus infinitos misterios y aventuras; el público masculino se enfrenta a dos posibilidades: proponerle matrimonio en forma inmediata o asesinarla junto a toda su familia que la crió”), que puso una lupa en este tipo de personajes y las actrices que las interpretan.

Otras chicas (son chicas, ojo; nunca mujeres) representantes de este cliché: Natalie Portman y sus jardineras y hámsteres y ataques de epilepsia y gritos bajo la lluvia en Garden State (una fantasía adolescente); Zooey Deschanel (obvio) como una chica de nombre Summer (yaaaa…) y vestidos estivales de la ropa usada en (500) días con ella, y el sueño de todo nerd; y Kate Hudson como la groupie casi-virgen y poco drogadicta en Casi famosos del mismísimo Cameron Crowe (Crowe: cuánto bien y cuánto mal has hecho al cine). Kate Winslet se rebela de este rol en Eterno resplandor de una mente sin recuerdos cuando le dice a Jim Carrey: “Demasiados tipos creen que soy un concepto, o que los completo, o que los voy a revivir. Pero lo cierto es que sólo soy una chica dañada y rara que está buscando su paz interior. No trates que yo me haga cargo de salvarte”.

Ahora llega una cinta centrada en la Chica-Duende- Maníaca-Soñada o, para no ser tan literal, La Chica-Rara-Pero-Cool-Creativa-Hipster-Vintage-Retro-y-Linda.  Este personaje reiterativo es la médula de Ruby, la chica de mis sueños -cinta que se estrena el próximo jueves 8 en las salas locales-, la nueva película de la dupla detrás de la tan extraviada como a ratos acertada Little Miss Sunshine, una comedia romántica sobre lo poco cómico que puede ser un romance y que posee la gracia de que la asesinable-chica-cool está interpretada con todos sus tics y trajes raros y belleza alternativa y fuera-de-la norma por la propia guionista: Zoe Kazan (sí, es la nieta de Elia Kazan). Lo que pudo ser una cinta auspiciada por algunos de los filtros nuevos de Instagram se vuelve una inesperada cinta feminista contra este tipo de mujeres y, sobre todo, un bombazo hacia los hombres que las inventan: no por nada el protagonista es un novelista que crea a la chica tecleando en su máquina de escribir (sí, a pesar de que posee un iPhone, el escritor con muchos chalecos interpretado por Paul Dano teclea una Olympia comprada en un persa fashion). La creación, una artista plástica que sabe francés llamada Ruby Sparks, se instala en su casa y su meta es que vuelva a escribir y a disfrutar la vida. Cuando ella comienza a adquirir independencia, el autor sólo tipea para ajustar su personalidad (aquí todo se vuelve muy Charlie Kaufman). La mujer ideal se transforma en una pesadilla letal y Frankenstein se fusiona con My Fair Lady y Barton Fink se cruza con Kelly LeBrock en el clásico de VHS La mujer explosiva.

Ruby, la chica de mis sueños, de Jonathan Dayton y Valerie Faris, es  bastante más inteligente y extraña de lo que parece. Es de esas películas algo extraviadas y va agarrando espesor y fuerza e inteligencia. Y aquí tanto el guión como la actuación de Kazan son clave. ¿Cómo sería esta cinta si la hubiera producido Apatow? Ésta es una cinta feminista que desea explorar los temores y las fantasías masculinas. Que uno de los directores sea mujer se nota.  Zoe Kazan lo tiene claro: “El filme intenta analizar la necesidad de reducir a la gente a un tipo; la cinta quiere mostrar lo peligroso que es mitificar a alguien y claro, estas chicas tienden a ser creadas por hombres; Ruby fue creada por mí y yo sé que no existen chicas ideales. Lo tengo más que claro”.

El filme, que por momentos se torna francamente oscuro e incómodo, logra su agenda secreta: deconstruir e intentar enterrar a este suerte de ícono pop cultural. Veamos si lo logra. Ganas no le faltan.

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