Por Diego Zúñiga Noviembre 24, 2011

Son las formas y las fronteras. Es lo real y lo ficticio. Es la historia, el pasado, el presente y, de alguna forma, el futuro. Son las ficciones protagonizadas por personas que se mueven, como ella, como Lola Arias, quien siempre transita entre todo esto. Transita ella y transitan sus historias, sus obras de teatro, sus cuentos, sus canciones, su mirada.

Hace unas semanas estuvo en Santiago, ahora partirá a París, antes vivió en Berlín y, entremedio, también, ha vivido y vive en Buenos Aires, su ciudad natal, la ciudad en la que estudió Literatura, luego Dramaturgia; la ciudad en la que montó por primera vez, en 2009, Mi vida después, sin imaginar, claro, que tres años más tarde estaría haciendo una versión chilena con el título El año en que nací y que se estrenará en el Festival Internacional de Teatro Santiago a Mil, este próximo 20 de enero.

No imaginaba, tampoco, que la montaría en distintos festivales europeos ni que este mes de diciembre la estrenará en el Théâtre de la Ville -uno de los más importantes de París-, ni que se convertiría en una de las revelaciones del teatro argentino.

 -Yo tenía la idea de hacer una obra en la que actores de mi generación reconstruyeran la vida de sus padres a través de documentos, cartas, fotos. Pero no sabía que terminaría hablando de la dictadura -explica en un restaurante de la Estación Mapocho, a comienzos de noviembre, cuando allí se celebraba la Feria Internacional del Libro de Santiago-. No lo sabía, pero me di cuenta de que como nací en 1976, lo que unía a mi generación era eso: haber nacido en dictadura, haber pasado la infancia bajo esa nube.

Y terminó hablando de la dictadura. Y terminó haciendo una obra perturbadora, en la que se mezcla la ficción con la realidad, en la que Lola Arias pone en escena a once actores que nos cuentan sus historias reales. O las historias de sus padres. Historias sobre hijos de torturadores y de desaparecidos. Historias sobre cómo el pasado se cuela en el presente.

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En la versión argentina de la obra, vemos en el escenario a seis actores que interactúan  mientras van relatando sus vidas, su relación con la dictadura, la historia de sus padres. Escuchamos el relato de una actriz que no sabía dónde estaba su padre, detenido en esos años. Escuchamos, también, cómo otra actriz se enteró de que su hermano no era hermano de sangre, sino que era hijo de desaparecidos, y que su padre lo hizo pasar por hijo.

"Yo tenía la idea de hacer una obra en la que actores de mi generación reconstruyeran la vida de sus padres a través de documentos, cartas, fotos. Pero no sabía que terminaría hablando de la dictadura. Después me di cuenta de que lo que unía a mi generación era haber vivido la infancia bajo esa nube".

Esa versión, que se mostró en el pasado Festival Internacional de Teatro Santiago a Mil, ahora tendrá once actores, todos serán chilenos, y nos contarán estas historias: la historia de un hijo de un marino que cuenta cómo su padre se convirtió en un militar mientras entrenaba en la isla Quiriquina; la historia del hijo de un funcionario de Investigaciones que fue guardaespaldas de Allende, de Fidel Castroy luego se convirtió en funcionario de la dictadura; la historia del hijo de uno de los fundadores de Patria y Libertad; la historia de dos hijas de miristas: la historia de la hija de un miembro del MAPU y de la hija de un frentista; la historia del hijo del director del Puro Chile. Y la historia de ella, de esa joven que descubrió hace poco, mientras ensayaban, quién era su padre.

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Lola Arias lo cuenta con el tono de quien sabe que es una historia tremenda y desconcertante.

-Ella vino a la convocatoria que hice en noviembre de 2010, cuando quería ver si acá había jóvenes que querían contar su historia e hice un taller.  Ahí me contó que su padre era un militar que durante la dictadura desapareció, se fue, no quiso reconocerla como hija. Así que ella quedó y ensayaba y mostraba la única foto que tenía de su padre, mientras decía que lo estaba buscando y que ojalá alguien la pudiera ayudar -explica Lola. Entonces, una vez, mientras hacía esto frente al público que veía el resultado de ese taller, un periodista le dijo que podía ayudarla. Y encontraron un nombre: Juan Sergio Hernández. Así que ella lo buscó y llegó a una parcela y buscó a este hombre que era un militar, que tenía unos 80 años y que estaba a punto de morir. Pero cuando estaba afuera, en la puerta, se arrepintió y volvió a su casa. Hasta que su madre le dijo el nombre de su padre. Y ahí fue al Museo de la Memoria y descubrió que su papá es un carabinero que está preso por haber asesinado a dos militantes del MAPU, a quienes ató a una camioneta de la policía y arrastró por una ciudad del Sur.

Las vidas de Lola Arias

Lola respira y luego sigue:

-Por eso yo creo que la obra no es sobre la dictadura, sino sobre el presente, sobre las huellas, los agujeros que quedaron en nosotros por esa época -dice Lola-. Fue loco que la obra pusiera en funcionamiento esta búsqueda. Es acá cuando te das cuenta de que una obra puede producir efectos sobre la realidad.

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El primer libro que publicó Lola Arias fue uno de poesía y se llamó Las impúdicas en el paraíso. Luego vinieron las obras de teatro -Striptease, El amor es un francotirador y Mi vida después- y este año lanzó su libro de cuentos Los posnucleares, publicado por Emecé. En él se aprecia el tono contenido que también se puede escuchar en las canciones de sus discos El amor es un francotirador y Los que no duermen, el cual vendrá a lanzar en enero, cuando se estrene El año en que nací.  Porque acá, en estas canciones, en estos cuentos, lo que vemos son letras que hablan de personas que deambulan por la ciudad o que se quedan detenidos al lado de una avenida viendo pasar los autos, o mujeres que se enamoran y se enamoran hasta que acaba todo.

Y es que el tema del amor se reitera en sus historias, como se aprecia, también, en El amor es un francotirador, obra que se montará en el Festival Internacional de Teatro Santiago a Mil, dirigida por Néstor Cantillana.

-Lola tiene todo un rollo muy interesante con respecto al material biográfico, ya sea de ella misma o de los actores con los que trabaja. También hay una onda performativa y un espíritu medio punketa en sus textos y sus montajes que me encanta -explica Néstor.

Y quién sabe cuándo Lola consigue contar todas estas historias.  Porque ella no se detiene. Vino a Chile a ensayar con el grupo durante las dos primeras semanas de noviembre. Ensayaban en una sala de la Estación Mapocho, mientras abajo se realizaba la Feria del libro. Ensayaban seis horas e iban viendo cómo entrecruzar las historias.

-Esta versión será más coral -dice Lola.

Paula Bravo es la asistente de dirección y quien se ha hecho cargo de la obra desde acá. Paula, quien montó hace unos años Striptease en Chile, es el brazo derecho de Lola. Son amigas. Dialogan mucho. Ella le manda videos de los ensayos. Lola hace mil cosas, pero nunca se desconecta.

-Entiendo lo que ella quiere -dice Paula-, así que trabajamos muy bien. Pero ella es una máquina. Es hiperproductiva, no para. Admiro mucho lo clara que es ante todo y su forma de entender el arte. Porque Lola no lo ve como algo rígido ni atormentado, y eso me gusta mucho.

 Y en esto concuerda Nicole Senerman, quien actúa, pero también es la directora audiovisual de la obra:

-El tema de la obra es complejo, pero hay mucho cuidado con ser solemne. Y eso Lola lo maneja muy bien. Porque ésta no es una obra solemne ni panfletaria. Es una obra sobre experiencias de niños convertidos en adultos que vivieron durante un periodo particular. Es eso.

Acá no hay llanto ni dramatismo. De hecho, Lola Arias se ríe. Se ríe, por ejemplo, cuando recuerda que en Argentina le dijeron que era esnob por darle humor a la obra. -Me dijeron que qué me creía al tratar el tema así, porque no se vestían todos de negro y lloraban.

Y es que Lola Arias evita la afectación. Sabe que está tratando con un tema delicado. Ha leído mucho, se ha informado mucho. Y sabe que trabaja con esas historias reales, dolorosas, por eso lo hace con cuidado.

-Yo no soy psiquiatra ni psicóloga, pero creo que la obra hace su efecto propio en los actores. Creo que el hecho de  compartir tu propia historia con un grupo tiene un efecto positivo. Creo que el arte es una herramienta de comprensión de la vida y trae mucha calma -dice.

-Lola es muy inteligente en la forma en que maneja el montaje en esta obra -dice Nicole-. No hay nada amarillo en esta obra. En ningún momento se empuja al actor a contar cosas que no quiere.

-Yo lo único que hago es producir el impulso para que vayan más lejos -explica Lola- pero hasta dónde llegue cada investigación que hacen de sus propias historias, depende de cada uno.

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