Por Óscar Contardo* Diciembre 17, 2010

Susan Sontag trató de definir el camp como el gusto por el artificio. Una estética eminentemente urbana, inasible y misteriosa, andrógina, vívidamente exagerada o mordazmente atenuada. Un gusto que surge sin explicación previa. Quienes tienen el sentido para reconocer y apreciar la estética camp son muchos; quienes hacen de esa estética una industria de alcances globales, tan sólo un puñado. Stefani Germanotta, también conocida como Lady Gaga, es una de esas raras criaturas. Nació en Nueva York, en 1986, bajo el imperio de las blusas de Nancy Reagan, en una familia lo suficientemente burguesa como para costearle un colegio católico privado, el mismo al que asistía Nicky Hilton (hermana de Paris). De ahí a una escuela de arte, un preludio fugaz rumbo a la consolidación mundial con sólo un disco y medio: el álbum The Fame, su debut en 2008, y el Extended Play The Fame Monster.

Con el derrumbe del negocio de la industria discográfica, el horno no estaba para celebridades con promociones globales, sino para músicos de nicho de circuitos menores. Quizás el primer gran logro de Lady Gaga haya sido desafiar esa lógica.

En The Fame y The Fame Monster hizo una especie de ensayo bailable sobre la fama, cuya línea de expresión máxima corre por cuenta del verso "I want your ugly, I want your disease" (quiero tu fealdad, quiero tu enfermedad), con el que arranca "Bad Romance". El video de esta canción se transformó en el más visto de la historia de YouTube. Para el siguiente single en colaboración con Beyoncé hubo altísimas expectativas. El video de "Telephone" revivió la olvidada costumbre de aguardar en vigilia un lanzamiento, algo que no se veía desde el estreno de "Bad". Se trata de una pieza decorada de citas, una orgía de guiños a películas, series, cantantes, modas y costumbres seductoramente colorinche y pegajosa. Era la coronación de un ascenso trepidante. En menos de dos años, Lady Gaga logró que seis de sus canciones alcanzaran el número uno en Billboard y un cúmulo de premios y portadas. En abril pasado, la revista Time la eligió una de las 100 personalidades más importantes de 2010. Lady Gaga consagró así su nombre más allá de la zona de exclusión establecida para la música bailable y le dio un giro fulgurante, irónico y hasta político al decaído pop que las rubias Disney -Spears y Aguilera- venían agitando con más desgano que entusiasmo.

*Autor de Siútico. 

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