Por Antonio Díaz Oliva Septiembre 24, 2010

© José Miguel Méndez

La nube de humo es tan espesa que -a la distancia- apenas se percibe quiénes hablan. Son pasadas las siete de la tarde en el camarín de la Sala SCD de Bellavista, y Leo Quinteros y su banda de acompañamiento, The Santiago Wonders, se preparan para salir a escena. Cabe aclarar de entrada: la nube de humo, eso sí, no es más que tabaco. De los muchos, incontables cigarros que se fuman una hora y media antes de la primera tanda de shows previos al lanzamiento oficial del disco "Los Días Santos".

Y ahí, en medio de esa nube de humo, se divisa a Leo Quinteros (35 años, alto, flaco, de tez aceitunada, pelo negro), quien se mete constantemente mentas a la boca y toma agua de una gastada botella de plástico de Coca-Cola de medio litro. El mismo Leo Quinteros que -entre otras cosas- en los próximos minutos comentará "Shusha", el último sencillo de Los Tres (dice que lo encuentra un poco "decaf", o sea sin cafeína, o sea un poco desabrido), y hasta contará un chiste ("¿cuál es el sueño de una servilleta?". Todos callan. Lo miran. Leo responde: "Ser billete"). El mismo Leo Quinteros que, cuando una de las novias de los músicos llega con un pack de cervezas, pide una y dice: "Es que estoy aburrido de tomar pura agua".

Así las cosas, en un momento la dinámica de fumar y hablar se quiebra cuando entra uno de los productores del programa Movistar Música. Un programa en el que Sergio Lagos entrevistaba a músicos chilenos. Un programa que se daba en Canal 13 y que ya llevaba seis meses al aire. Un programa que -como le anuncian a Leo esa misma tarde- acaba de ser cancelado por recortes de presupuesto. Justo ahora. Cuando era su turno en lo que, probablemente, es otro de los tantos episodios que han ayudado a mantener a Leo Quinteros como el secreto mejor guardado de la música chilena. Él mira al productor que trae la mala noticia y asiente. Y, minutos más tarde, cuando el show ya se acerca, se encierra en una de las piezas del backstage (algo que religiosamente siempre hace). Ahí toca varias canciones para calentar la voz. Entre ésas "La enredadera" (la preferida de su pareja, Blanca Lewin), tema en que Leo, acompañado de una guitarra, logra una atmósfera de calma y paz en lo que era uno de los puntos altos de "Los accidentes del futuro" (2007), su disco anterior. Una canción que -hace tres años-, cuando Leo Quinteros se presentó en la Cumbre del Rock Chileno, tocó solo y con una guitarra acústica. En ese megaevento, que convocó a todo el rock nacional en una jornada, Quinteros actuó al inicio, escondido tras unos lentes oscuros y ante un Estadio Nacional semivacío, lo que siguió amoldando su estatus de músico semioculto en la escena chilena. Esos lentes oscuros no dejaban ver si Leo tenía abiertos los ojos o no.

Ojos bien cerrados

Una aclaración: intentar desmembrar la historia personal de Leo Quinteros es una tarea compleja. No porque sea un misterio, sino porque simplemente al mismo Quinteros no le gusta hablar de su vida. O, por lo menos, queda claro que se siente más cómodo hablando de música. O de cómo fue grabar "Los Días Santos" -álbum que desde inicios de octubre estará disponible en formato digital, luego vendrá una versión física- y de cómo después lo mandó a masterizar a los mismísimos estudios Abbey Road en Inglaterra, algo que Leo describe como un simple toque romántico y, asegura, no le salió tanto dinero como uno podría esperar.

Exactamente 24 horas después de la escena ocurrida en la SCD de Bellavista, Leo Quinteros espera fuera del café Dante, en Plaza Ñuñoa. El barrio es familiar para él: a pocas cuadras vive con Blanca Lewin y su hija, Marina. Por los parlantes se escuchan cuecas y hits del rock chileno de Los Tres, Los Prisioneros y Makiza. Y Quinteros -de manera reticente- responde preguntas a la vez que combina un té con sorbos esporádicos de Coca-Cola. Algunos datos: Leonardo Quinteros Fernández nació en Arica. Estuvo ahí hasta los seis años. "No viví realmente en el norte. Yo crecí en Santiago. Lo que pasa es que, claro, iba harto de vacaciones. Viajes largos en auto. De eso me acuerdo harto: de esos recorridos por las carreteras y pasando por el desierto". Leo Quinteros siempre tuvo a la música como compañera. Y hasta estudió percusión un tiempo. "En octavo básico me subí a cantar 'Twist and shout' en un evento del colegio. Ahí dije: ah, yo puedo cantar".

Leo Quinteros: El santo solitario

Leo Quinteros estudió Derecho. Armó un estudio jurídico con un amigo y pasó sus días haciendo asesorías. Al mismo tiempo, arrendó un departamento e instaló un miniestudio, donde devotamente componía música. "Era una época en que estaba con un horario bien milico. Pasaba encerrado con pedales y un amplificador. Y todos los días ensayaba, cantaba y probaba cosas. En una exploración súper severa musicalmente. Era como hacer yoga". Ése fue el momento en que el abogado Leonardo Quinteros dejó de existir y el músico Leo Quinteros nació.

Entonces fue cuando sacó "1A" (2004), el disco que lo puso en el panorama del rock chileno. Aunque, claro, lo que hacía Quinteros no era exactamente rock. Estaba a medio camino entre el cantautor (tipo Charly García) y lo que estaba sucediendo con bandas independientes, como Guiso y Matorral, que eran las primeras en usar herramientas de la web como MySpace para darse a conocer. "Yo quería hacer rock. Y lo quería hacer solo. Pero también me gusta la canción de autor. Los momentos más íntimos".

Un momento íntimo, por cierto, fue la primera vez que Leo Quinteros tocó en vivo. Sucedió en la Sala Master, el 2003. Iba a abrir el show para el mítico grupo Solar. El reto no era menor: Quinteros se presentaba solo. "Antes había tocado ante amigos, pero nunca ante un público grande. Y la sala estaba repleta. No abrí un ojo hasta la cuarta canción".

"Sí, se han apagado ciertas luces y se han prendido otras", dice Leo, respecto de la escena de sus primeros años, en la que rápidamente ganó la aceptación de la crítica. "Lo que pasa es que siento que yo he corrido por un camino diferente. Para mí, en el caso de la música indie, lo que uno hace es un trabajo similar al del pintor.  Trabajas porque tú quieres hacerlo. Pero si quieres, podrías no hacerlo no más. La gente que escucha mi música la ha elegido, conscientemente, y eso es algo que agradezco mucho". Cuando recuerda algunos de los momentos altos de su carrera, menciona la segunda vez que tocó en vivo. A pasos del lugar de esta entrevista, en La Batuta. Era el 2005 y había sido invitado por Matorral para abrir el concierto. Una audiencia considerable lo miraba. Una escena que, claramente, hacía que Leo se escondiera y cerrara los ojos.

"El disco representa al Chile de ahora: el terremoto, el Bicentenario, la llegada de la derecha al poder. Por eso está lleno de referencias a la ciudad, como en 'Santiago centro', o al país, como en 'Comprar al sur'".

-¿Pero los abriste antes de la cuarta canción?

-No recuerdo. Creo que hice algo mal; puse mal un pie en un pedal, y no me quedó otra que abrir los ojos.

Las buenas compañías

Otra aclaración: a Felipe Cadenasso, guitarrista de Matorral y acompañante de Quinteros en vivo, se le ocurrió el título de su último disco: "Los Días Santos". El nombre alude a la forma en que fue grabado este álbum. "Estábamos hablando de grabar todo el día. Y Felipe dijo: sí pos, son como unos días santos. Como unos días de retiro", dice Quinteros. Y agrega: "El disco representa al Chile de ahora: el terremoto, el Bicentenario, la llegada de la derecha al poder. Por eso está lleno de referencias a la ciudad, como en 'Santiago centro', o al país, como en 'Comprar el sur'".

Algo de esa dinámica de vida retirada se conserva en el show de la SCD. Leo Quinteros, quien no viste de manera muy distinta a la que, 24 horas más tarde, usará para la entrevista -clásicas Converse negras con cordones blancos, jeans gastados, una polera blanca y una chaqueta gris-, toca de manera íntegra "Los Días Santos", un álbum más rockero y cohesionado que los anteriores. En uno de los altos del show invita a Fernando Milagros, miembro de una nueva camada de cantautores, al lado de Chinoy, Manuel García y Javier Barría. Un grupo que ha estrechado lazos con Quinteros, aunque tampoco se siente demasiado cercano: "Con ellos he corrido un camino paralelo; siento que gran parte de la escena de solistas tiene una mirada revisionista, apelando a una idea medio oficial de cómo debiera ser la música chilena que no comparto". Juntos tocan un cover de Atahualpa Yupanqui y luego "Reina japonesa", uno de los pequeños hits de Milagros. La SCD estalla en aplausos.

Eso sí: a la hora de seleccionar el detalle más esclarecedor acerca de Leo Quinteros, lo mejor es retroceder un poco. Al inicio de esa jornada. Cuando The Santiago Wonders espera con los instrumentos y Leo -todavía con esa impronta tímida y actitud de solitario innato- asciende desde la escalera que conecta el camarín al escenario. Y esta vez, desde que rasguea la primeras melodías hasta que finaliza la última canción de su repertorio, mantiene los ojos abiertos.

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