Por José Manuel Simián Diciembre 27, 2012

Cuando le ofrecieron a Connie Britton repetir su rol de la esposa del entrenador en la versión televisiva de Friday Night Lights, se negó. No quería ser, como en la película, la guapa mujer gomero del personaje principal. Afortunadamente, el creador de ambas la convenció de que esta vez tenía en mente algo distinto. En el rol de Tami Taylor, Britton no sólo se convirtió en ese tipo de sex symbol que no suele verse en pantalla -el equilibrio entre belleza salvaje y aura maternal-, sino que fraguó un atractivo mucho más potente: Tami se transformó en el centro de esa fábula sobre el Estados Unidos profundo. Si Friday Night Lights era la historia de Dillon, un pueblito texano que giraba en torno al equipo de fútbol americano escolar, y el entrenador Taylor era responsable de los destinos de todos, Tami era su reserva moral, quien mantenía las cosas en su lugar, primero a través de su marido y luego por cuenta propia.

En la vida real, Britton también es mucho más que ese cuerpo y esa cara que se vuelven más atractivos con los años y que, tal como Tami, habla golpeado cuando es necesario. En la reciente elección presidencial, cuando Mitt Romney quiso apropiarse del lema de Friday Night Lights, Britton escribió una columna donde, tomando la voz de las mujeres del ficticio Dillon, rechazaba sus ideas, especialmente que los hombres decidieran por ellas. Y si eso no es sexy, no sé qué lo sea.

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