Por Gisella Carr | Directora de Film New Zealand Noviembre 3, 2011

Tras un arduo trabajo, Nueva Zelandia es hoy un paraíso para los cineastas. El país tiene una industria audiovisual, una reputación y una escala de negocios que no habríamos pensado posible hace 20 años para un país de cuatro millones de habitantes. Contamos con innovadores negocios audiovisuales, como Weta Digital y una industria capacitada y talentosa para hacer grandes producciones. De hecho, dos de las  diez películas han cruzado los mil millones de dólares en taquilla alrededor del mundo, Avatar y El retorno del Rey, de la trilogía El señor de los anillos, fueron hechas en Nueva Zelandia.

Otro factor importante han sido los incentivos ofrecidos para atraer producción internacional. En Nueva Zelandia tenemos incentivos del gobierno por el directo beneficio económico que implican estas producciones  -Avatar, por ejemplo, ha inyectado un monto aproximado de 362 millones de dólares neozelandeses a la economía local-, además del aporte al desarrollo de muchos trabajos calificados, los beneficios al turismo al señalar a este país como un innovador y bello destino. Cada película que hacemos estimula a la industria local a ofrecer más y mejores capacidades.

La trilogía de Peter Jackson, El señor de los anillos, fue una gran influencia y un gran momento que está en el corazón de los neozelandeses. Esto significó ver a un cineasta nacional haciendo lo imposible: lograr  un éxito global sin dejar el país. Su logro es el punto en que el término "industria" comenzó a tener verdadero significado en la frase "industria audiovisual de Nueva Zelandia". Después de este hito, logramos generar una industria sustentable y continuar con la ejecución de películas como El osoYogui , El planeta de los simios: (R)Evolución  y ahora Las Aventuras de Tintín y  El Hobbit.

Chile debe encontrar su propia forma de alcanzar el desarrollo de una industria así. Es un país con fantásticas locaciones, y una industria de cine y un gobierno que parecen estar enfocados para lograrlo.

Todos tenemos diferentes atributos que pueden captar la imaginación de los cineastas y, creo, desarrollar los talentos propios es clave. Construir relaciones con productores cruciales, directores y estudios es muy importante. El productor norteamericano Mike Medavoy está trabajando en la mundialmente conocida historia del rescate de los mineros chilenos, por ejemplo. Él ha dicho que tomó el proyecto guiado justamente por la identidad chilena de éste. Por eso el cine es una industria creativa; una chispa puede encender el desarrollo de la industria.

También hay asuntos técnicos, por supuesto. Cualquier país que quiera atraer una producción internacional como Avatar debe reunir tanto capacidades profesionales como infraestructura. Montar esas películas es como hacerse cargo de las Olimpíadas, pero se puede lograr con el tiempo. Hace veinte años, nadie pensó que Nueva Zelandia podría hacer esto, y ¡mírennos ahora!

Gisella Carr será una de las expositoras del Segundo Seminario Cultura y Economía, organizado por el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, que se realiza hoy (viernes 4) en el Hotel W.

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