Por Nicolás Alonso Septiembre 15, 2011

Lunes, 6.30 pm. A pocos metros del Liceo 7 de Providencia, donde las sillas incrustadas en las rejas ya son parte del paisaje habitual, unas 250 personas abarrotan el auditorio del Centro de Estudios Públicos. En las filas de atrás, o sentados en cualquier rincón, están los universitarios. En las de adelante predominan los académicos y los empresarios. Entre ellos están David Gallagher, Sven von Appen, Jorge Errázuriz  y la ex ministra Mónica Jiménez.

Todos están ahí para escuchar a la presidenta comunista de la FECh, Camila Vallejo, y a su vicepresidente, Francisco Figueroa. Hablarán de cómo debería ser la educación, de lo injusto y fracasado del sistema capitalista chileno y de los abusos de la clase empresarial.

En la primera hora y media todo gira en torno a la educación. El diagnóstico de los estudiantes es que el gobierno le teme al fin del lucro porque sería un golpe al corazón del sistema capitalista. Porque con los mismos argumentos podría cuestionarse la salud, las previsiones… por eso Camila señala entre risas el temor al "fantasma del comunismo".

Entonces Arturo Fontaine, el director del CEP y moderador, hace una pregunta que cambia el foco. "Camila, ¿podrías explicarnos en qué consiste ser comunista hoy?". Ella contesta: "Tiene mucho que ver con las demandas que se han planteado en este movimiento". Y luego se explaya sobre ver el mundo de forma humanista, sociabilizar los medios de producción y generar una mejor distribución del poder. También dejar de explotar a la clase media. Y sobre todo, una mejor calidad de democracia, sin conflictos de intereses ni grupos económicos presionando en el Parlamento, ni campañas electorales financiadas por debajo de la mesa.

-Pero imaginen que llegan al poder -dice Fontaine-. Tú, Camila, eres presidente, luego te sucede Francisco, y después de veinte años surge un movimiento estudiantil y los manda al carajo. ¿Cómo es Chile en ese momento?, ¿hay pluralidad de partidos, elecciones, oposición y medios de comunicación abiertos?

-Hemos señalado muchas medidas -responde Camila-, y no creo que sean ultrarrevolucionarias: reforma tributaria, recuperación de recursos para financiar áreas estratégicas y reformas al código laboral para que exista participación de los trabajadores. Multipartidismo, pero también representación de sindicatos y organizaciones que hoy no tienen espacio.

-Una democracia participativa y una economía basada en el conocimiento -agrega Figueroa.

-Me están decepcionando -sostiene el director del CEP-. Yo pensaba que representaban una cosa más radical. Pero veo que plantean una alternativa a la socialdemocracia, que podría ser Suecia, o Alemania hace unos años.

-No es la tesis de los que estamos acá pasar del capitalismo directamente al socialismo -dice Camila-. El gran desafío que tenemos que abordar es cómo construimos la alternativa y que sea legitimada. Ese proceso no es de la noche a la mañana, y es difícil. Los grandes procesos de transformación no son de un día para otro, con un estallido social, sino que requieren un trabajo constante a largo plazo.

Entonces Figueroa se lanza con una crítica descarnada a la izquierda actual. Asegura que es aún más conservadora que la derecha, que no está abierta a la autocrítica y que no ha sido capaz de construir sociedades mejores que las capitalistas. Por eso, dice, tienen que buscar las fórmulas para construir una nueva sociedad muy distinta, pero utilizando las prácticas sociales que hoy existen.

-Históricamente hay que situarse, y ésa es la búsqueda que tiene que tener la izquierda -señala Figueroa-. Porque la verdadera radicalidad está en ser capaz de construir una fuerza social que pueda construir una sociedad distinta. No en esa izquierda antitodo, que está contra el desarrollo y el futuro. Esos sectores los tenemos que superar, no sirven.

Ya son casi las 9. Es hora de las preguntas. En ese momento es el empresario naviero Sven von Appen quien toma la palabra. Sorpresivamente, comienza a narrar anécdotas de Mao Zedong y se acerca a Camila para regalarle un libro sobre la vida del líder comunista, no sin antes lanzarle un piropo que la ruboriza. Camila acepta el libro, sonriendo. Luego será despedida con un ruidoso aplauso, desde todas las filas.

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